Veintidos

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-Gracias.- le dije al taxista entregándole un billete.

A los pocos segundos el vehículo se hallaba a varios metros de distancia y me encontraba completamente sola, de pie frente a una pequeña cafetería al este de la ciudad. Tomé una profunda respiración antes de entrar al local, abrí la puerta de vidrio con cuidado y observé su interior. Tres mesas se encontraban ocupadas por algunas personas, al fondo las meseras observaban atentas por si alguien las necesitaba mientras intercambiaban una que otra palabra. El perímetro se encontraba completamente despejado, por lo que fui capaz de relajarme y pasar a sentarme a una de las mesas que se hallaban junto a los amplios ventanales del lugar.

-Buenos días, ¿qué va a ordenar?.-

A pesar de que había visto a las chicas atentas no pensé que una se me acercaría tan rápido, por lo que me sobresalté un poco al escucharla hablar. Me intenté componer dedicándole una sonrisita forzada, a la que ella respondió repitiéndome la pregunta en voz más suave.

-Quiero... agua, por ahora.- le pedí.

Asintió sin anotar mi pedido y se alejó de la mesa, bueno, sólo le pedí agua y quizás anotarlo era una pérdida de tinta y espacio en su libreta. Busqué mi nuevo móvil dentro de mi cartera y lo deposité sobre la mesa sólo en caso de que alguien me llamara, no tenía ganas de mirar redes sociales ni de jugar. Desde que Tyler me lo había entregado no había hecho más que recibir y hacer llamadas, de pronto las miles de aplicaciones con las que contaba me resultaban inútiles. Pensar que me había divertido tanto con mi antiguo aparatito era extraño, no sé... o me estaba volviendo vieja o en verdad las aplicaciones estaban de más.

Apoyé mis codos sobre la mesa y observé el exterior a la espera. La razón por la que me encontraba tan lejos del centro, de mi hotel y de mi departamento era porque al fin había quedado de reunirme con West. Fue difícil hallar un día y un horario en que ambos nos topáramos con suficiente tiempo libre, él estaba ocupado con los exámenes finales del semestre y Faulkner me había estado llevando a reuniones y cosas con más frecuencia. Habría sido fácil tomar un taxi hasta su departamento, él también pudo haberme visitado o pasado por el hotel, la cosa era que teníamos como condición implícita el no vernos en lugares cerrados o privados.

Esta cafetería era perfecta, había la cantidad correcta de gente alrededor, algo de música en el ambiente y se hallaba alejada del área donde residíamos. A pesar de que todo parecía bien me encontraba ridículamente nerviosa, ya me había dado cuenta que esto venía desarrollándose desde que terminamos. Cada vez me costaba más relajarme ante este tipo de situaciones, Tyler tenía razón cuando dijo que era necesario resolver el asunto correctamente y no dejarlo inconcluso y en el aire.

Así que estaba tratando de mentalizarme, ya había imaginado unas cien veces como iría nuestra conversación y a decir verdad en mi cabeza todo terminaba horriblemente mal. No podía imaginarme un buen resultado, no confiaba en mi capacidad de dialogar sin ofenderme u ofender, estaba perdida. Estábamos perdidos, íbamos a terminar armando un escándalo en esta linda cafetería y probablemente nos prohibirían la entrada en ella por el resto de nuestros días.

-Aquí tiene.- la voz de la chica me hizo dar un respingo.

Alcé la mirada hacia ella con lentitud y me quedé prendada de su horrible delineado, sino estuviera en medio de una crisis me habría detenido a enseñarle el significado de motricidad fina. Lamentablemente no me encontraba en condiciones.

-¿Sabes? Toma.- dije entregándole algo de dinero.-Recordé que debo hacer algo importante, tengo que irme.- me levanté rápidamente de la mesa, reuní mis cosas y dejé la cafetería.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora