Treinta y Dos

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Mi vida se había vuelto mil veces más complicada que antes en cosa de días. Primero que nada estaba el tema de las remodelaciones y el hecho de que estaba a cargo de todo, por lo que cada vez que alguien tenía alguna duda iba directamente a mi oficina. Nunca antes había pasado tanto tiempo encerrada en ese lugar, respondiendo llamados y correos electrónicos, recibiendo gente que solicitaba reuniones y revisando el papeleo que Mona me llevaba cada dos minutos.

A parte de esto se me había ocurrido que quería estar involucrada en el diseño tanto arquitectónico como decorativo de cada cosa y, oh mi dios, eso fue una muy mala idea. Por ahora sólo estaba en conversaciones con los arquitectos, pero éstas me quitaban una gran cantidad de tiempo que podría estar utilizando en otras cosas más importantes. Aunque esas cosas podían esperar, al final del día era más divertido revisar borradores de los diseños y discutir acerca de qué tanta luz quería en los pasillos.

Lo otro que estaba ocupando mi mente era el notorio cambio en la actitud de Tyler, quien se vía cada día más pensativo y nervioso. No había tenido el valor de preguntarle qué le ocurría, pero estaba bastante segura de que tenía que ver con Kate. Era imposible que esos dos se mantuvieran alejados por mucho tiempo, siempre supe que iban a terminar involucrándose de alguna forma. No sabía si habían discutido o si habían revivido parte de su relación, de cualquier formas ambas posibilidades eran igual de nefastas. 

-La Srta. Engels y el Sr. Watson están aquí.- anunció Mona.

Su voz fue suficiente para causarme un escalofrío, por lo que me llevé una mano a la frente e intenté respirar con calma. Hacía media hora me había dicho que los arquitectos tenían una reunión agendada conmigo, asunto que había olvidado por completo en cosa de segundos. Era terrible el nivel de opresión que sentía sobre mis hombros y espalda, en serio necesitaba relajarme.

-Está bien.- asentí.-Hazlos entrar y pídele a Faulkner que venga.-

-El Sr. Faulkner no está.-

-¿Qué? ¿Adonde fue?- pregunté frunciendo el ceño.

-Dijo que volvería pronto.-

-Ok.- suspiré.-Envíalo aquí cuando llegue.- le pedí.

Mona asintió y desapareció en busca de los arquitectos. El poco tiempo que estuve sola lo utilicé para tomar una vaso de agua fría y observar mi rostro en el espejo que llevaba en el bolso. La cara de demacrada que tenía en la mañana parecía ser cosa del pasado, era impresionante lo efectivo que era el maquillaje en esas ocaciones. Todo lo que la gente vería era una piel resplandeciente, unos ojos oscurecidos por sombra y unos perfectos labios rosa.

Mi puerta se abrió y enseguida me puse de pie para saludar a los recién llegados. Helen usaba una falda verde con una blusa blanca y llevaba el cabello suelto, me sonrió amablemente y me saludó comentando lo fantástica que me veía hoy. Por un segundo quise abofetearla por el cumplido, pero luego recordé que era una mujer simpática y la mejor arquitecta que el dinero podía contratar.

-Veo que traen más planos...- comenté al ver los tubos que Henry, su socio, traía.

-Muchas ideas nuevas.- dijo él con una sonrisa.

Henry dejó los tubos sobre mi escritorio y fue a saludarme, nuevamente torturándome con la idea de tener que escuchar sus largas explicaciones acerca del proceso de diseño. Era un hombre joven, apenas egresado de la universidad y su entusiasmo por la arquitectura me abrumada.

-Hemos realizado algunos cambios basados en tus sugerencias.- comenzó Helen.-Creo que esta vez quedarás conforme.-

-Eso espero.- comenté.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora