Veintiocho

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Esperé unos minutos cerca de la escalera que conectaba la playa con las cabañas en caso de que Eric se apareciera por ahí para ir a la pre-boda de la chica Kavinsky, en el tiempo que llevaba apoyada en la baranda sólo una persona bajó la escalera para luego adentrarse en la isla hacia el recinto en el cual se llevaría a cabo la fiesta. El sol ya había desaparecido y la noche estaba completamente despejada, las estrellas brillaban con intensidad y la luna menguante aportaba una buena cantidad de iluminación.

Reflexioné por largos minutos luego de mi última revelación. Siempre supe que Eric era atractivo, había que ser idiota para no verlo, pero hoy se veía diferente y no lograba descubrir qué era. Revisité una y otra vez cada una de nuestras interacciones en los últimos días en busca de algún cambio significativo, pero lo único que se me ocurría era que se había estado comportando un poco más relajado y casual que de costumbre. El problema era que me negaba a creer que algo así de simple fuera suficiente para hacerlo cambiar tan dramáticamente, no importa si alguien se encuentra enfadado o feliz, siguen siendo ellos. Es por esto que mi teoría de que el agua y la luz lo habían favorecido seguía en pie, si buscaba en Internet probablemente encontraría prueba científica que la respaldara.

Me crucé de brazos y solté un sonoro suspiro, mi cerebro iba a derretirse. En medio de mi agonía percibí unos pasos y me erguí para ver de quién se trataba, por suerte era él y al fin tendría que dejar de esperarlo. Prefería actuar raro a su alrededor que estar sola pensando en qué tan bien definidos eran sus brazos. Hablando de brazos, me rasqué el derecho mientras lo veía acercarse. Aún tenía el cabello húmedo pero gracias a dios se había puesto una camisa de lino celeste y holgada, llevaba las mangas a la altura del codo y el cuello desabrochado. Había que ser demente para abrochar todos los botones con el calor que hacía...

-Pensé que ya estarías allá.- dijo al verme, poniendo sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

-Pensé que tú estarías allá.- repetí porque... sí.

-Entonces estás esperando a ¿Helga?.- trató de adivinar.

-Oh, recuerdas su nombre pero cuando me conociste no podías recordar el mío.- solté porque... sí.

Él sonrió y bajó la escalera sin contestarme, sentí una pizca de indignación lo suficientemente fuerte como para hacerme seguirlo, por lo que pronto nos encontramos en el camino que llevaba al interior de la isla. Se trataba de un caminito de tierra oscuro, unas antorchas marcaban el sendero a seguir y a medida que se avanzaba la vegetación se iba volviendo cada vez más espesa.

-Sólo te estaba molestando.- dijo.-Era para ver que tipo de temperamento tenías, algunas personas sólo me corrigen, otras se ofenden y otras se guardan el rencor.- explicó.-Además, te dije que tuve que informarme acerca de ti antes de tomar el trabajo, era imposible que olvidara tu nombre.-

-Haré cómo que te creo.- decidí.

Finalmente alcanzamos una zona libre de arboles en la cual se hallaba un edificio de una planta, amplio y elegante. Frente a él había un conjunto de piscinas cuadradas con cascadas de piedra artificial y luces que iluminaban el agua, muchos maceteros con flores y plantas decoraban los alrededores. La edificación en sí era muy parecida al estilo de las cabañas, grandes ventanales y un balconcillo que la rodeaba. En él se encontraban unas cuantas personas hablando con exóticos tragos en las manos, gracias a los ventanales pude ver que en el interior habían unas cuantas mesas y un espacio vacío donde unas parejas danzaban.

-Como que quiero una isla.- comenté.

-Gasto innecesario.- me recordó él.

-Eres aburrido.- lo miré de mala manera y seguí caminando.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora