-¿Eso es todo?.- le pregunté al tipo con bigote luego de anotar su pedido. Este hombre bigotudo era el décimo cliente que atendía en el día y sería el siguiente afortunado en ser ensuciado por mí, y creo que cabe decir que ya he roto cuatro platos y tirado comida sobre tres personas. Las consecuencias de estos actos eran que las meseras se reían de mí y que el jefe de cocina osara regañarme por ser tan torpe. Estas acciones me sorprendieron en un principio, luego me di cuenta de que ellos no tenían idea de quién era y entendí que por eso me trataban como una chica más. Había pensado revelarles la choqueante verdad, pero decidí hacerme la loca y luego aprovecharme de su ignorancia. Pero ese no era el único plan que tenía en marcha.
-Sí, eso es todo.- dijo el tipo haciéndome un gesto para que me retirara.
-Disculpe, ¿puedo hacerle una pregunta?.- le pregunté guardando la libretita y sacando una hoja doblada en cuatro de mi bolsillo.-El restaurant está haciendo un estudio en el área de los servicios y sería muy útil escuchar la opinión de un estimado cliente, no demorará nada en cooperar.- le dije con mi mejor sonrisa.
-Está bien.- dijo él luego de observarme con una ceja alzada.
-¿Le gusta este uniforme?.- pregunté levantando los brazos para que apreciara el horrendo vestido que llevaba puesto.
-No es feo, pero se ve algo aburrido y simple...- comentó.
-O sea que podríamos decir que no le satisface la apariencia de la gente que le atiende, ¿cierto?.- él pareció dudar, así que continué hablando.-Usted quiere decir que la monotonía de este atuendo no atrae la atención y por lo tanto genera rechazo en los posibles consumidores, ¿cierto?.- insistí.
-Eh, bueno, sí.- dijo aun dudando.
-Bien.- asentí abriendo el papel.-¿Sería tan amable de firmar esta petición de cambio de uniforme? Me ayudaría a demostrar que los clientes no están satisfechos del todo.- dije estirando el papel.
-No sé si debería...-
-Le daré el postre gratis.- lo interrumpí.
-Deme ese lápiz.- dijo dispuesto a firmar.
En mi cabeza había una pequeña Laila riendo maléficamente porque su plan estaba yendo a la perfección. Le sonreí al bigotón y fui directamente a la cocina para pedirle al chef la orden, luego volví al lugar en que las meseras esperaban cuando se hallaban desocupadas. Me apoyé en la pared con los brazos cruzados y me dediqué a analizar a las chicas. La mayoría de ellas eran más o menos de mi edad y llevaban el cabello prolijamente arreglado en un tomado, se paraban derechas y miraban atentas hacia las mesas por si alguien llamaba. En ese momento decidí que era necesario contarles mi plan para que así me ayudaran a juntar más firmas, así que me acerqué casualmente para hablarles.
-Hola.- les dije a todas, eran al menos cinco las que estaban desocupadas.-Soy Laila, llegué hoy.- me presenté sin que ninguna me saludara de vuelta.-Bueno, quería pedirles algo, he estado reuniendo firmas para que cambien este horrendo uniforme y me preguntaba si serían tan amables de ayudarme.- dije.
-¿Hablas en serio?.- preguntó una de ellas, mirándome como si estuviera loca.
-Muy en serio, no entiendo como ninguna se ha quejado.- bufé.
-¿De verdad crees que unas cuantas firmas servirán para que cambien estas cosas? Estoy segura de que tienen cosas más importantes de las que ocuparse que nuestro vestuario.- dijo haciendo un gesto hacia arriba, lugar en el que se encontraba la administración.
-Claro que funcionará.- dije cruzándome de brazos.
-Sí, claro.- dijo otra rodando los ojos.
-Con esa actitud no conseguiremos nada, no sean amargadas y hagan algo.-
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Desastre
ChickLit(Descontrol 2) Podríamos decir que luego de cuatro años Laila se habría convertido en una mujer medianamente responsable, pero a sus 21 años sigue siéndole fiel a la personalidad impulsiva y despreocupada que en tantos problemas la metió. A esto se...