Treinta

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No sé qué pasó, pero las ganas que tenía de asistir a la boda se fueron en picada y se estrellaron en el piso sin dejar sobrevivientes. Ya que mi impulsividad era ama y señora de mis decisiones se me ocurrió que simplemente no asistiría y que lo mejor que podía hacer era volver a casa. Una vez allá podría echarme sobre mi cama a reflexionar acerca del periodo de demencia pasajera que me atacó en la isla.

Por esto volví corriendo a mi cabaña antes de que fuera demasiado tarde y comencé a empacar mis cosas como loca, echando todo sin ningún orden dentro de las valijas y luego batallando al momento de cerrarlas. También traté de ordenar un poco el cuarto para que no me odiaran por haber roto algunas cosas.

Mientras lo hacía tuve tiempo de pensar en la excusa que me llevaría lejos de este extraño lugar. No podía decirle a los Kavinsky que no me interesaba que su hija se casara o no, como tampoco podía decirles que me estaba yendo para no volver a repetir ciertos infames errores en los que no quería pensar.

Entonces quedaban dos opciones igual de arriesgadas. Decirles que me sentía increíblemente mal y que debía ir a un hospital en ese mismo instante para no morir o mentir más descaradamente e inventar que algún familiar murió. El problema era que mi único familiar vivo era Tyler y, bueno, él claramente no estaba muerto.

Me senté bruscamente sobre la cama y me llevé las manos a la cabeza, en serio ya no quería ir a la boda. Era una sensación irracional, casi como si fuera a tener un ataque de pánico sólo con ponerme el vestido que planeaba usar para la ocasión.

De pronto sentí unos suaves golpes en mi puerta y alcé la cabeza por instinto, me puse de pie luego de soltar una queja y fui a ver de quién se trataba.

-¿Tú?.- mascullé de mala gana.

Había asumido que Eric iba a ignorarme indefinidamente luego de nuestra discusión en la playa, pero al parecer no tenía pensado comenzar enseguida. Sino no había ninguna otra razón por la cual ir a verme, a menos que tuviera un sexto sentido y percibiera que estaba a punto de hacer algo estúpido.

-Tu...- repetí, con una idea formándose en mi cabeza.-Me alegro tanto de que estés aquí.- dije y él alzó una ceja.

No se veía amigable, es más, estaba sutilmente más rígido. Lo observé de pies a cabeza, notando que ya estaba vestido para la boda, pero lo que llamó especialmente mi atención fue lo que tenía en la mano izquierda. Eran las sandalias que dejé abandonadas en su habitación luego de... eso.

-Sólo vine a dejar esto.- dijo entregándomelas sin mayor ceremonias y listo para irse.

-¡No, espera!.- exclamé.-Sucedió algo.- le dije para llamar su atención.

-¿Qué?.-

-Es...- me detuve un momento.-Creo que algo malo le sucedió a... a West.- solté.

-¿Tu ex novio?.- preguntó con cierta sospecha.

-Sí, es... no puedo quedarme aquí.- le dije.-Debo volver ahora mismo y ver qué pasó. Sé que es terriblemente irrespetuoso de mi parte irme justo ahora, pero no podré estar tranquila si no sé que le pasó exactamente. Sabes que siempre anda en motocicleta, ¿cierto? Tal vez...- mi voz se fue volviendo cada vez más inestable.

Entré al cuarto cubriéndome parte de la boca y fui en busca de mi móvil, cuando lo encontré busqué el número de West y lo marqué mientras me paseaba de un lado a otro rogándole al universo que no contestara. Eric se quedó en la puerta, pero luego entró y vigiló mis movimientos cuidadosamente. No sé, quizás debí ser actriz.

-No está contestando...- dije y comencé a buscar el número de su madre.-Mierda, no sé el teléfono de su madre.-

-¿Cómo sabes que le pasó algo?.-

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora