4.

1.2K 111 10
                                    


Extra 4

"El acuerdo"


La mamá de Eric me observaba con una sonrisa que irradiaba simpatía y yo trataba de hacer lo mejor por verme al menos un mínimo igual de feliz que ella. Esta mujer tenía una extraña obsesión con sentarse conmigo a intentar convencerme de que su hijo era el mejor hombre que había en el mundo y que si no me casaba con él ahora iba a perder la oportunidad de mi vida. En cualquier momento iba a sacar una presentación en Power Point con tintes publicitarios donde Eric era el producto. 

Él me había dicho que la ignorara, porque incluso él tuvo que pedirle que por favor se detuviera, quizás por eso no me mostraba el Power Point... En fin, aquí estábamos, en otra casual reunión familiar y otra vez me tenía acorralada en una esquina de la casa mientras me promocionaba las ventajas del matrimonio. Esta gente se reunía demasiado, según yo las familias se veían solo en navidad.

-Tengo veinticuatro.- le dije.

-¡Es la edad perfecta!- exclamó y puso una mano sobre mi brazo emocionada.

-En realidad lo decía para que dimensione que aún soy joven.- la corregí.-Además estoy segura de que si él quisiera casarse conmigo me lo pediría.- apunté con obviedad. 

-Claro que lo diría, sino no funcionaría.- rió.

-Sí... sí.- asentí.

-Pero cuando lo haga, dirás que sí... ¿cierto?-

Tomó mi mano libre entre las suyas y me observó expectante con sus amables ojos azules. Esta tenía que ser una de las peores situaciones del mundo, porque me daba algo de lastima decirle la verdad y romper su corazón de señora. Pero se la diría de todas formas, principalmente porque estaba tratando de ser más honesta.

-Diría...- me mordí el labio y la miré.-Entraría en pánico, diría que no y probablemente saldría corriendo a comprar un pasaje de avión para irme del país.-

-Eres tan graciosa.- rió.

Reí con ella porque no sabía qué más hacer para hacerle entender que no iba a casarme nunca, ni aunque me lo pidieran. La idea de estar con alguien para siempre me espantaba, y sabía que el divorcio existía, pero para qué molestarse con hacer justo lo que permitía que el divorcio se convirtiera en un posible tramite.

-Siento... que me duele un poco la cabeza, me iré al cuarto.- me excusé.-Buenas noches.- agregué.

Me alejé a paso rápido y atravesé la bonita casa de sus padres hasta que llegué al porche que daba al patio trasero, lugar que por suerte no se encontraba atestado de los primos y tíos y tías y familia legal o lejana.

A esas alturas de la relación debería haberme acostumbrado al ambiente familiar, pero la verdad era que continuaba sintiéndome extraña entre tanta gente que trataba de hacerme sentir bienvenida. Ni siquiera era como que se esforzaran, simplemente me trataban como si hubiera estado allí desde el inicio de los tiempos y era... raro.

Solté un largo suspiro y me senté en las escaleras. Eran casi las once de la noche y la luna estaba en su cuarto menguante, el cielo se hallaba completamente despejado y una brisa primaveral movía con suavidad las hojas de los arbustos de flores que adornaban el patio.

No alcancé a estar sola ni por tres minutos cuando sentí unos estruendosos pasos acercándose. Miré por sobre mi hombro y me encontré con Rudy, el odioso sobrino de Eric. Acababa de cumplir siete años y continuaba siendo un pequeño engendro del mal que sacaba frases de no sé donde. No era un niño normal, era sospechoso.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora