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NA: ¡Hey! ¿Como están? 

Para escribir esto tuve que releer la historia desde el inicio y sus comentarios en la historia me mataron de risa. Os amo, ya son 33k lecturas, no me lo creo.

Semi no terminó su cena, el plato con verduras y restos de pescado quedo en la mesa junto con el postre y el zumo de naranja a medio tomar

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Semi no terminó su cena, el plato con verduras y restos de pescado quedo en la mesa junto con el postre y el zumo de naranja a medio tomar. Sus amigos le vieron marcharse a toda velocidad y con gran agilidad del Gran Comedor, no hubo tiempo para preguntar el motivo.

Sintiéndose mejor que nunca, corrió por todo el camino hacia las mazmorras con una sonrisa en su rostro, inhalando y exhalando por el sobresfuerzo, dijo la contraseña y entró a su Sala Común, que ahora estaba completamente vacía.

Al llegar a su habitación y cerrar la puerta soltó un gritó cargado de emoción.

— Soy un genio. Soy un maldito genio. Atrape a ese idiota, ni siquiera me vio salir— sin perder el tiempo se acercó al espejo de la recamara, y contempló su relejo, estaba orgulloso de él. Su plan apenas comenzaba.

Mientras se vanagloriaba observó en el reflejo algunos trozos de papel rojo esparcidos por la habitación. Rodeó lo ojos y su semblante cambio.

Tenía que limpiar la habitación antes que sus amigos regresaran.

Se dio media vuelta y se apresuró a meter todos los papeles dentro de su baúl, después se aseguraría de eliminar la evidencia de una mejor manera.

En el suelo había varios sobres asimétricos y arrugados, listones dorados, negros y blancos, así como varias hojas arrugadas las cuales tenían grabadas una hermosa letra cursiva. Semi odiaba escribir con ella, tomaba mucho tiempo y le dolía la mano cuando terminaba de escribir, por eso jamás la usaba, a menos que le estuviera escribiendo una carta a su madre.

Semi se sorprendió al contar casi once bolitas de papel dentro de su baúl ¿De verdad le había costado tanto escribir aquella cursilería?

— Bueno, da igual— comento para sí mismo— siempre y cuando ese idiota se lo crea.

Dio una mirada rápida a la habitación y asintió, ya no había ningún papel extraño que levantara sospechas. Suspiró, miró el reloj de pared y se dio cuenta que sus compañeros de habitación llegarían pronto.

Con sus últimas fuerzas de la noche se quitó su uniforme y se puso un pijama, se estiro antes de entrar en su cama y cerrar las cortinas del dosel. Mañana sería un día largo.

Recordó entonces aquella oración que escribió con su puño: Me he enamorado como un loco y espero que tus labios también busquen los míos.

— Maldito Kenjiro—murmuró antes de caer dormido.


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