2DO LIBRO DE FAVORITE.
Hicimos mucho daño.
Fueron sus decisiones y las mías, las que crearon un tornado que destruyó a todos.
Ya no estaba en la etapa de conocerlo, ya sabía quién era y lo que me hizo. Sabía que estaba tan podrido por dentro como...
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A metros de mí, olía la sangre que todavía quedaba en la tierra, enraizada con el principio de los árboles hasta el final, queriendo mantenerse por siempre para recordar todo lo que pasó en este territorio.
Los árboles se mecían con suavidad, y algunas hojas caían delicadamente, encima de las pobres personas que quedaron atrapadas debajo de las piedras y los años.
Una noche que simulaba ser tranquila, donde todos podrían dormir después de un arduo día, ya sea en clases o trabajos.
Todavía escuchaba mis gritos haciendo eco en los rincones del bosque, recordaba la desesperación que sentía, y veía por el rabillo de mi ojo la sombra de Sakura y de mí, corriendo entre lágrimas.
Eran fantasmas que siempre me perseguirían, hasta el día que cierre mis ojos y deje de estar presente en el mundo.
Volteé a ver a Minjeong, quien, aunque tuviera una cara demasiado adorable, su seriedad actual la hacía ver peligrosa.
Desde el momento que dimos un paso dentro del terreno, Jaehyun lo supo. Solo se quedó esperando a que sigamos avanzando.
Mientras más nos acercamos a la casa, más fuerte fue la tensión, y vampiros fueron quedándose en el camino, asegurándose de vigilar.
Minjeong se mantuvo en el portón, dándome un leve asentimiento de cabeza. Doyoung estuvo a su derecha, también vigilando la entrada y sosteniendo la caja que mantuve conmigo por tantos años.
El portón estaba abierto, dándonos la bienvenida a la casa, con sus luces apagadas. Todo estaba en completa oscuridad, y permanecía en silencio, como si no hubiera nadie adentro.
Entré, junto a Taeyong y Jihyo, con Johnny detrás de nosotros.
Al momento de abrir la puerta, un viento helado me cubrió, tan fuerte, que hasta siendo incapaz de sentir el cambio de temperatura, esto me hizo temblar.
Lo primero que vi, fue un rastro de sangre. Fruncí el ceño, y empecé a seguirlo, notando que estaba medio seco.
Tenía a Taeyong detrás de mi, siguiendo el camino igual con curiosidad. Hasta que entramos a la sala, y el rastro se convirtió en un charco, que salía del cuerpo de Park Suni.
—Dios… —susurré poniéndome de rodillas frente de ella, mirando su cara pálida y sus ojos fríos, viendo a la nada.
De su abdomen era la sangre que había manchado el piso, una herida grande que simulaba ser de un animal salvaje, y dejaba a la vista sus costillas rotas, con pequeños fragmentos de huesos en el piso.
—¿Ella no era…? — preguntó Jihyo en un hilo de voz, en la entrada de la sala.
—La prometida de Jaehyun— terminó Taeyong, con seriedad.
Mi olfato sintió más sangre.
Me paré, sintiendo el olor de la cocina.
En la oscuridad, fui hasta ahí, encontrando una escena aún más horrorosa que la anterior.