XXXIII

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Queramos o no, vivimos atados y a merced del juicio que nos imponga la sociedad. Cómo si pertenecer a esto fuera un contrato innato con el que nacemos y no podemos salir de él. Que agobiante resulta el existir y que cada acción interna signifique una reacción externa expuesta a factores que nunca podremos controlar. El juicio final del Michelangelo es algo cotidiano para todos nosotros.

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