XXIX

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No sé por qué razón la mayoría de señores que pasan los sesenta años tienen casi siempre como objeto más preciado un reloj viejo. Capaz uno que fue una especie de regalo de generación en generación entre la familia. Quizás les recuerda la bonanza de tiempo que tenían en su juventud y metafóricamente les grita las pocas horas de vida que les quedan en comparación a antaño. Estos mismos relojes de pronto indican que falta poco para que sea un nuevo día, ergo, un día más cerca de la muerte. Irónicamente se ilustra como un ejemplo más de que apreciamos las cosas cuando se nos agotan. Sigue volando, querido tiempo.

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