capítulo nueve

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Perdón.

Avancé y me senté en la silla frente a él, siempre lo hacía antes, se sentía extraño hacerlo ahora, pero no ajeno.

—Anneliese, creí que no vendrías —confesó, su voz era suave, pero su mirada huía de mí, es primera vez que me ve desde aquel incidente.

—Jacob me contó la razón por la cual sigo viva, gracias —dije, mi voz parecía algo robotizada, sin emoción.

—Lo siento —dijo al fin, sentí un corazón ficticio palpitar dentro de mí, como si nunca hubiese sido transformada, como si con sus palabras volviese a ser humana, volviese a sentirme viva.

—¿Por qué lo sientes? —lo miré, ahora sus ojos negros me observaban, nunca noté las arrugas en su rostro, el cansancio manifestado en ojeras, su enfermedad comiéndolo vivo.

—No tengo razones para mentirte, siempre notaste las cosas fácilmente. Tenía miedo, el verte con uno de ellos y que tuvieses hijos de él, pensé que te había seducido y contaminado. Pero nunca quise que pasara esto —sus ojos brillaban por las lágrimas acumuladas—, el viejo Quil me dijo que, si eran hijos de él, se sanarán sus heridas, me negué, pero no hice nada para evitarlo, así que fui cómplice —apreté la mandíbula—. Cuando te vi te reclamé, pero cuando me dijiste aquello, entendí que realmente yo fui el monstruo y fallé a la promesa que le hice a Sarah de cuidarlos a todos.

—Ahora ¿me odias? —pregunté, sus ojos se encontraron con los míos.

—No podría. Puedo enojarme, sentir ira, a veces me exasperas cuando me reclamas por mi alimentación, pero te amo hija, siempre serás la pequeña que tomó las riendas de esta familia cuando yo fallé.

¿Por qué no puedo enojarme como lo hice con el viejo Quil? Veo los ojos de Billy y le creo todo, hay real arrepentimiento en él y sé que el que acepte todo esto es ya un gran paso.

—Lo entiendo, no debes de preocuparte —dije, él lloró y tuve el instinto de levantarme y abrazarlo, cuando lo hice creí que me iba a apartar, pero no lo hizo, me correspondió.

Cuando salí de la casa de Billy, Jacob estaba afuera y me observaba algo dudoso, sin embargo, solo me miró, asintió e ingresó a la casa. Eso ya es un avance, pues la mirada de asco ya no estaba en él. Corrí aprovechando la noche y llegué a la casa de los Cullen, Carlisle estaba afuera y sentí que estuvo ahí todo el tiempo que me fui.

—¿Sucedió algo? —pregunté al acercarme más a él.

—Tenemos un plan, y Alice ya vio que era el plan perfecto —me dijo.

—¿Cuál es?

—Edward se llevará a Bella y con ayuda de algunos lobos podrá hacer qué su aroma no esté en casa de Charlie, nosotros estaremos en el prado, a unos metros de la frontera para luchar contra los neófitos —aún faltaba algo, algo que le costaba decirme—, Rosalie se llevará a los gemelos, se los llevará a un lugar seguro. Si se quedan sentirán el olor de Bella a esta casa y los encontrarán.

—¿Ella te describió eso? —pregunté al entender su nerviosismo, él negó.

—Con mi imaginación bastó para atormentarme.

—Carlisle, todo irá bien. Di algo estuviese mal Alice ya nos habría alertado, además, los gemelos aman a Rose, estarán felices de unas vacaciones con ella —dije al sonreír, él asintió y me abrazó.

—¿Estuviste con Billy? —sonreí.

—Sí, ya estoy en paz al hablar con él.

—Eso es bueno —dijo con un rostro triste.

—Carlisle, ya te lo dije. Deja de atormentarte por cosas que dejé, yo ya tengo suficiente con mis tormentos, no sumemos los tuyos —le acaricié el rostro y lo besé.

—Tu dolor es mi dolor —lo observé—, si lloras, lo haré contigo, si quieres irte lejos de mí, no te detendré, pero sí te esperaré hasta el final. Quizás soy absurdo y sueno como un tonto, pero si supieras cuando te amo, creo que soy capaz de darlo todo y perdonarlo todo igual —me quedé en silencio unos segundos, cerré los ojos para concentrarme y cuando los volví a abrir sonreí.

—Qué manía tienes con dejarme asombrada —dije, sonreí y lo besé—, a veces cometo el error de olvidar que me amas de verdad, perdón.

—Da igual que lo olvides, seré quien te lo recuerde siempre. Anneliese, te amo —dijo al sostener mi rostro con sus manos, lo miré a los ojos y me besó suavemente.

El plan ya estaba listo y con Carlisle llevamos a Rose hasta el aeropuerto de Seattle.

—Mamá, ¿tú no vendrás? —preguntó Matt, sonreí y negué.

—No, este momento es para ustedes, para que disfruten de un lindo viaje, además, Rose irá más para cuidarlos en caso de.

—¿August, te portarás bien? —preguntó Carlisle, el más rebelde de los gemelos asintió y parecía inocente al hacerlo, reí leve.

—Estaremos bien, volveremos en dos días —asentí al ver a Rose, ella me abrazo y se llevó a los gemelos tomados de la mano. Salimos de aeropuerto y subimos al auto de Carlisle, el cual tenía los vidrios polarizados, por ende, el sol del amanecer no nos llegaría.

—Tiene que ser este horario, es la única forma de que lleguen de noche a ese lugar —dijo Carlisle al conducir no respondí, estaba distraída viendo el paisaje y recordando el plan una y otra vez. Sé pelear, o al menos defenderme gracias a Jasper. Mañana en la mañana llegará el ejército, así que es un poco complicado todo, o siento que lo complico en mi mente.

—Anne... Anneliese —Pestañeo varias veces para volver al lugar donde estamos, veo como el paisaje de ciudad qué nos rodeaba ahora era una playa rocosa y el cielo estaba nublado, me giro y veo a quien me llamaba.

—¿Estás bien? —suspiré.

—Más o menos, supongo que mi estrés está superándome —dije, él acarició mi mejilla, se desabrocho el cinturón y se acercó a besarme, sentí que no era el momento, pero negarle un beso es como darme una patada en la rodilla (cuando era humana, ahora ni duele). 

𝐏𝐈𝐄𝐋 𝐅𝐑𝐈́𝐀 - ᴘᴀʀᴛᴇ ɪɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora