˚ ⁀➷ 14

118 20 11
                                    

Jungwoo observó con curiosidad al mayor, le dijo que podía dormir con él si le daba miedo, pero no pensó que se sentiría tan bien.

Con los únicos que había dormido era con sus papás y hermanos, una vez con Félix y otra vez con su prima, pero los brazos de este niño estaban bastante calentitos.

—¡Jungwoo, levántante ya! —gritó Chanhee tirando de su pie, sacándolo de los brazos de Seunghyub, quien se negaba a soltarlo también—. Se lo voy a decir a papá —amenazó.

—Vete y dile —habló el mayor, enterrando su nariz en el cuello del pelinegro en sus brazos.

Chanhee bufó molesto y asomó su cabeza por la puerta, esa casa era enorme y él no se atrevía a salir, capaz y se perdía. Suspiró cansado, cruzándose de brazos en la puerta, molesto con su hermano menor, no era justo porque él durmió solo en una cama súper grande y cómoda pero fría como el mismísimo polo norte.

—Jungwoo, me voy a enfadar mucho contigo si no sales de esa cama —pronunció nuevamente, hablando más fuerte.

—Estás celoso —habló con un tono burlesco el menor, acurrucándose más contra el otro niño, era tan placentero porque era más o menos de su edad y parecía estar igual de cómodo que él—. Kevin no está aquí, Chanhee...

—Niño del demonio... —masculló saliendo de esa habitación y yendo a la de al lado, que era en la cual durmió. Observó todo con detenimiento, ¿por qué en esta casa tenía una habitación propia y en su casa compartía con dos más la pequeña?

—Buenos días, Chanhee —pegó tremendo salto en su sitio yendo a la cama deprisa, asustado vio a la chica que le sonreía divertida—. El desayuno está listo, baja cuando quieras...

Él solo asintió, eso fue raro.

Por otro lado, en la habitación de Chan se encontraba el mismo abrazando posesivamente al Omega, mismo que seguía durmiendo tan tranquilo, la verdad era que estaba muy cansado. Ayer ni siquiera se puso el pijama, tampoco era como si lo necesitara, ya que, a eso de las cinco de la mañana, dieron su última ronda de amor, ya saben a lo nos referimos y no pidan detalles, vean nopor para mejor experiencia, no, mentira, vayan a la iglesia, no, no, estamos en cuarentena, no salgan.

Sus ojitos picaron por la luz, así que abrió uno, encontrándose con Jeongin a su lado, acurrucado y durmiendo muy tranquilo. Acomodó su pelo, riendo cuando alzó la cabeza y se removió en su sitio, dejando ver aquellos hermosos tatuajes que adornaban su abdomen.

Ayer en la noche antes de caer dormidos, se empezaron a susurrar cosas, a dar besitos cortos y a darse mimos. Era bonito estar así otra vez, llenando ambos corazones del amor más puro que sentían. Se abrazaron con fuerza, remarcando sus mordidas y besándose con fiereza, como si fuera el último.

—Innie...

—Ni te atrevas a despertarme después de tenerme trabajando por horas, Bang —su voz más ronca de lo normal hizo al Alfa alzar una ceja, subiendo el cuerpo de su Omega para besarlo y molestarlo.

—¿Qué me hará esta cerecita? —pinchó su nariz con delicadeza, provocando un rubor en sus mejillas.

—Mira tu espalda en un espejo y hablamos...

—Podrías ver también tus muslos —se burló.

El mayor abrió sus ojitos, dejándose mimar por el azabache, se sentía muy tímido hoy y mimos era lo que necesitaba. Era raro pues normalmente se levanta de mal humor, pero hoy se sentía... ¿falto de cariño? No muy bien explicado sería como, berrinchudo.

El menor lo abrazó por la cintura, pasando su nariz por su cuerpo, alzando la cabeza de repente.

—Jeongin —dijo desde abajo y Jeongin explotó en vergüenza pues seguía desnudo.

—¡Chan no! ¡Ni se te ocurra!

—¿Ah?

—No quiero más sexo... —dijo avergonzado apartando su carita roja.

—No es eso... Bueno... ¿Cómo te sientes?

—Mal —dijo saliendo de sus brazos y llevándose una sábana para tapar su desnudez—. Hoy no me preparaste el desayuno —se quejó entrando al baño.

Chan suspiró, poniéndose rápidamente ropa encima y saliendo de la habitación en lo que su Omega se bañaba, buscó nervioso la habitación de su hermana, entrando sin tocar.

La mayor estaba en su tocador poniéndose cremas y cosméticos para su rostro, vio por el reflejo del espejo a su hermano menor y le sonrió.

—¿¡Tienes pruebas de embarazo!?

—No voy a preguntar para qué las quieres, pero en ese armario en la caja amarilla encontrarás algunas.

—¡Gracias!

Y salió de la misma forma, volviendo a su habitación y cerrando con seguro, se fijó en la hora que marcaba el reloj en la mesita de noche. Se quedó algunos segundos en la puerta.

Tenía treinta y dos, tenían tres cachorros, estaban enlazados, tenían trabajo, económicamente se encontraban estables, tenían un hogar... ¿otro cachorro?

Su hermana tuvo su último cachorro rozando los cuarenta, ¿por qué no tener otro ahora?

Pasó al baño, su Omega seguía en la ducha, así que dejó las cajas en el lavabo.

—Innie... —murmuró y el Omega asintió con un sonidito—. Cuando salgas, usa lo que te voy a dejar aquí, no preguntes, solo hazlo.

—Háblame bonito o salgo y te lleno de agua...

—Amorcito —cambió su timbre, causando una carcajada al mayor—, cuando salgas, por fi, usa lo que te dejo aquí, ¿sí, bebé? Gracias, cerecita mía, te amo corazón.

—Irresponsable.

—Irresponsable

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Return² ☘ ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora