II - Un amigo

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Muy temprano por la mañana, cuando el sol apenas asomaba tímidamente, Janet y Bonnie se levantaron con la pesadez del sueño aún sobre sus párpados. En el aire flotaba un aroma a humedad, típico de las madrugadas en la ciudad. Con pasos cautelosos, se dirigieron a la cocina, decididas a practicar una vez más su acto, no sin antes llenar el estómago con un desayuno sencillo pero reconfortante.

-Bonnie, papá salió a buscar unas cosas. No podrá hacer el desayuno, así que lo haré yo. ¿Qué quieres comer? -preguntó Janet, con la voz todavía áspera del sueño.

-Uhh, déjame pensar... ¡Quiero hot cakes! Por favor -respondió Bonnie, con una chispa de entusiasmo en sus ojos.

-Bueno, quédate en la sala mientras los preparo. Yo te llamaré cuando estén listos, ¿ok?

-Ok, Janet -dijo Bonnie mientras se dirigía a la sala y se sentaba frente al televisor.

El tiempo parecía transcurrir lentamente en la quietud de la mañana. Janet llamó a su hermana desde el comedor.

-Bien, aquí están tus hot cakes. ¿Qué tal? A que saben bien.

-Saben deliciosos. ¡Gracias, Janet!

Apenas terminaron de desayunar, Bonnie se puso su traje y salieron al patio polvoriento para practicar. La brisa fresca de la mañana acariciaba sus rostros, y el cielo, aún en penumbras, se llenaba de promesas y nervios.

En otro rincón del pueblo, en una estación abandonada, Gus apenas conciliaba el sueño cuando Spooky, su fiel compañero, lo despertó con insistencia.

-¿Buenos días, Spooky? -dijo Gus, restregándose los ojos-. ¿Por qué tan temprano hoy?

Spooky le mostró con entusiasmo el folleto del espectáculo que habían encontrado un par de días atrás.

-Ah, que es hoy... Bueno, son las seis y media de la mañana. Quizá pueda dormir un poco más...

El sueño venció a Gus rápidamente, pero no pasó mucho tiempo antes de que un ruido lo despertara de golpe. Spooky, inquieto, lo había sacudido con sus patitas. Miró el reloj y se sobresaltó al ver lo tarde que era. Sin perder tiempo, se arregló el cabello, se puso su gorro y salió corriendo hacia el espectáculo, llevándose a Spooky con él.

Mientras tanto, a tan solo media hora de su presentación, Bonnie empezó a dudar. Intentó mantener la calma, pero Janet notó su inquietud y se acercó a consolarla.

-¿Qué sucede, Bonnie? ¿Te sientes mal? -preguntó Janet, agachándose a su altura.

-Es solo que... No quiero arruinar el show. Siento que no soy capaz y que todo saldrá mal por mi culpa.

-No digas eso. Nada va a salir mal. Hemos practicado mucho. Serás tan genial que todos te mirarán con asombro. Confío en ti. ¿De acuerdo? -Janet le dio una palmada en la espalda.

-Si tú lo dices, lo haré. ¡Confío en nosotras!

Veinticinco minutos después, Gus llegó al espectáculo y tomó asiento, jadeando por la carrera.

-Uff, casi no llego -murmuró mientras observaba el escenario, adornado con luces cálidas y estrellas luminosas. El lugar lo impresionó profundamente.

El espectáculo comenzó. Bonnie, disparada desde un cañón, cruzó los aires saludando con una gran sonrisa. Janet, volando tras ella, esparcía confeti mientras cantaba. Los espectadores, atónitos, aplaudían y vitoreaban. Durante dos horas, las hermanas realizaron acrobacias que dejaron al público sin aliento.

El niño albino se quedó boquiabierto, absorto en el espectáculo que nunca había visto antes. Era como si cada acrobacia y cada destello de luces se grabaran en su mente con la intensidad de un sueño vivido. Al final del show, mientras las acróbatas eran aclamadas por la multitud, él permaneció inmóvil, como si el hechizo del escenario aún lo tuviera cautivo.

Menos de cinco minutos después, Bonnie bajó del escenario, impulsada por el hambre que las acrobacias habían despertado en ella. Buscaba algo que llevarse a la boca cuando se topó con Gus, que se preparaba para marcharse. Bonnie sintió una chispa de curiosidad y se acercó a él, decidida a descubrir quién era aquel espectador solitario.

-¡Hola! ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿También vienes por un bocadillo? -preguntó con una sonrisa que iluminaba su rostro, contrastando con la penumbra que comenzaba a envolver el lugar.

-¿Ah? -respondió Gus, sorprendido y un poco incómodo por la repentina interrogación-. Bueno, me llamo Gus. En realidad, ya me iba. Solo vine a ver el espectáculo.

-Interesante. Un placer, Gus. Yo soy Bonnie -rió alegremente-. ¿Qué te pareció el espectáculo? Fue genial, ¿verdad? -dijo mientras tomaba un par de bocadillos de las mesas, ofreciéndole uno a Gus.

-Sí, fue bastante genial y entretenido. Ahora entiendo por qué el público las adora -respondió Gus, esbozando una sonrisa tímida mientras aceptaba el bocadillo.

Bonnie se alegró de que su nuevo conocido respondiera con amabilidad y se sintió más animada a proponerle algo más.

-Oye, Gus, ¿te puedo preguntar algo?

-Claro, ¿por qué no? -dijo Gus mientras comenzaba a comerse el bocadillo.

-Bueno, ¿te gustaría ser mi amigo? Ya sé que apenas nos conocemos, pero me agradas y pareces una buena persona. Apuesto a que también le agradarás a mis amigos. ¿Qué dices?

-Uhm, por supuesto, también me agradas -respondió Gus, esta vez con una sonrisa más amplia.

-¡Genial! Ven, te quiero presentar a mi hermana. Seguro que también le agradarás -dijo Bonnie, tomando la mano de Gus y llevándolo hasta donde estaba Janet.

-Vaya, me alegra que hayas conseguido un nuevo amiguito, Bonnie -dijo Janet, acariciando la cabeza de su hermana-. ¿Cómo se llama tu amiguito?

-Se llama Gus y es mi nuevo mejor amigo, ¿verdad? -dijo Bonnie, mirando a Gus.

-Sí -asintió Gus, saludando tímidamente a Janet.

-Me parece muy bien. Un placer conocerte, pequeño. Soy Janet -dijo Janet, sonriendo-. ¿Vienes seguido a la ciudad?

-No, en realidad no suelo venir a la ciudad. Solo vine por esta ocasión.

-Ya veo. ¿Tienes dónde quedarte?

-Me quedo en la estación de tren...

-Dios mío, ¿no quieres quedarte a dormir en nuestra casa? Sería más sano para ti que vivir en una estación.

-No estoy seguro, no quiero molestar.

-Tonterías, no es molestia.

-Por favor, Gus, solo hoy. Será como una reunión para conocernos mejor. Aunque en realidad sería una pijamada -dijo Bonnie, riendo.

-Está bien...

-Bueno, en marcha -dijo Janet.

Janet llevó a los niños a su casa. Al llegar, les preparó la cena y le dio una pijama prestada a Gus. Después de cenar, los niños se la pasaron hablando y jugando hasta que el cansancio los venció. Janet les llevó bocadillos y jugo, aunque no comieron mucho. Minutos más tarde, Janet los mandó a dormir y los acomodó en las dos camas que había en la habitación de Bonnie, dándoles las buenas noches con un beso en la frente para que soñaran bonito.

La noche, silenciosa y vasta, se cernió sobre ellos. Afuera, el viento susurraba entre los árboles, y en el interior, los dos niños, bajo la mirada vigilante de Janet, se abandonaron al sueño con la certeza de una amistad recién forjada y la promesa de un nuevo amanecer.

𝖬𝖾𝖺𝗇𝗍 𝖳𝗈 𝖡𝖾 [𝖦𝗎𝗌 𝗑 𝖡𝗈𝗇𝗇𝗂𝖾] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora