Capítulo 29. Los carros no pasan de moda

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Nuevamente me despertó Emma, esta vez me movía en la cama de un lado al otro. Me senté. Todos veían al techo en silencio y con una luz encendida, al parecer las criaturas de afuera habían intentado abrir la trampilla. Max dijo:

—Ya son varios intentos por abrir, la última vez fue más violento. Pensamos que entrarían, por eso te llamamos para estar más activos.

—Es seguro que ya saben que estamos aquí —Habló Sam.

Entonces, los arañazos en la puertecilla volvieron y ahí sí los escuché. Trataban de entrar como sea. El polvo del techo caía sobre nosotros. Los gritos no paraban, éramos como ratones atrapados en su propia ratonera.

—¿Qué hora es? —Pregunté.

—Es las una de la madrugada.

—Todavía falta para que salga el Sol.

—Romperán la puerta. ¿Qué hacemos? —Casi gritó Emma al escuchar los arañazos con más fuerza.

Comencé a ver por todo el lugar, era un cuarto pequeño lleno de baratijas: mesas, sillas, una cama, algunas pelotas sin aire, y otras cosas relacionadas con el circo. Pero había un lugar en una de las paredes que me recordó a el vídeo donde estaba el Monje, todo el tiempo, el Monje hablaba en el mismo lugar y detrás de él se veía una puerta de acero color rojiza, así que caminé hasta donde colgaban unos disfraces de payaso y los aparté a un lado, dejando a la vista esa puerta.

—El Monje hacía sus videos desde aquí, esta puerta estaba siempre detrás de él.

Todos voltearon a donde yo estaba y, vieron también la puerta.

—¡Increíble! Ni en un millón de años hubiera notado ese detalle —Habló Sam acercándose a mi.

—Hay que buscar la manera de abrirla —Dijo Max al escuchar a las criaturas más furiosas.

Sam se acercó a la puerta y giró la manilla y la abrió.

—Estaba abierta.

Cogimos todas nuestras pertenencias y entramos por esa puerta. Emma volvió a esparcir el líquido que le había dado Kasandra y cerramos la puerta, la puerta cerraba por dentro con grandes seguros. Había un oscuro pasillo el cual seguimos sin dudarlo y más al escuchar que las criaturas habían entrado a través de la trampilla. Había otra puerta, abrimos y daba el mismo pasillo seguía, cerramos la puerta y seguimos caminando. No veíamos nada sorprendente, solo muros de concretos. Llevábamos las linternas encendidas y seguimos caminando. Escuché como goteras caer, varias filtraciones se comenzaron a ver.

—¿Por qué un circo tendría un pasadizo secreto?

—Tal vez fue creado después, Em.

—¿Es seguro continuar? —Preguntó Sam.

—Es más seguro que el cuarto donde estábamos.

Caminamos como por media hora hasta toparnos con otra puerta. Con algo de miedo, yo la abrí porque iba adelante. La puerta nos sacó a una especie de estacionamiento subterráneo donde habían decenas de carros a motor diésel. Todo estaba oscuro y los carros al estar lejos del sol y el agua no estaban tan oxidados, sus cauchos sí estaban desinflados.

—¡Guao! Esto si es poder y regresar a mis tiempos —Dijo Max, acariciando un Jeep montañero negro.

—¿Esto eran los vehículos de antes? —Preguntó Emma.

—Sí. ¿No son geniales?

—No.

—Emma, lo retro nunca pasa de moda. Seguramente que si logramos reparar uno de estos, el camino mañana se nos hará más corto.

Agua Grande. Zona Restringida. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora