Capítulo 35. Amanecer

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Salimos del lugar. Yo estaba algo asustado, la idea de llevar la carga de responsabilidad sobre mis hombros, pero soy de los que cree en el destino, las cosas suceden por razones lógicas, y si me va a pasar lo que se ha predicho entonces debo seguir adelante y luchar manteniéndome fuerte.

Nos fuimos a dormir esa noche. Estábamos tan agotados. Caí en la cama y me llegó a la mente ese rico banquete cargado de proteína animal, no quiero saber que animales eran, pero lo que sí sé es que eran deliciosos. Los Gilbinder son, hasta ahora, las criaturas más cercanas a la civilización humana, sus recuerdos siguen intactos y no como los Cherezadis que solo la líder tiene esos recuerdos. La mente humana es un universo casi inexplorable. Lo bueno es que dormí toda la noche sin ser despertado por ruidos aterradores o cosas extrañas.

A la mañana siguiente, desperté con los rayos del sol que entraban por la ventana panorámica. Me estiré un poco, y me levanté, caminé a la ventana y ví todo afuera, se veía más grande de lo que había visto el día anterior. Ya los Gilbinder, hacían sus labores del día y era un pueblo muy alegre. Me lavé la cara y salí a caminar por los pasillos. Los sirvientes al verme hacían una pequeña reverencia y seguían su camino. Vuelvo a decirlo, el lugar era muy limpio y olía delicioso, como a coco. Seguí caminando hasta llegar a la salida del edificio. Salí, el sol estaba muy brillante, con un cielo despejado. Me adentré a las calles llenas de Gilbinder que iban de acá para allá. Algunos me saludaban cortésmente. No ví vehículos que los transportara a excepción de las barcas y el camión que se usó en la noche para ir a los muros. Una niña que iba con su madre se me acercó y me regaló una flor, la flor parecía tener tentáculos, de hecho se movía a los lados, era amarilla. De pronto, la flor se puso en mi mano y se tatuó en ella, fue como si la flor se hubiera impregnado dentro de mi piel, se veía hermosa, aunque me asusté un poco.

—Se llama "El vínculo de unión". No todas las flores 'Mapum' hacen eso, ellas saben a quien elegir —Decía el mano derecha del jefe YarSo; Keredalla, venía con una tasa de café para mí —Las Mapum, dan buena suerte a quien se adhieren, y sabiduría.

—Es lo que necesito a partir de ahora. ¿Y se quedará ahí para siempre?

—Si tú así lo deseas. Mira —me mostró una Mapum roja impregnada en su cuello —Lleva más de treinta años ahí, no se a ido porque realmente me a ayudado mucho. Antes era tosco a la hora de tomar decisiones, me quedaba con lo primero que pensaba, pero esta florecita me ayudó a ser más sabio y pensar antes de actuar.

—De ser así, no desearía que se fuera nunca.

—Aquí se vive bien Robert. Recuerdo mi vida antes de la conversión y, no se compara con esto —Seguimos caminando por las calles, pasábamos por una fuente de agua llena de crustáceos en su interior —Yo vendía caramelos y chocolates en los autobuses, era el único medio que tenía para ganarme la comida del día. Nunca estudié una gran profesión, vivía prácticamente en la calle. Cuando pasó todo esto de la guerra yo estaba en casa de mi abuelita, entraron a la casa y lo destruyeron todo, a mí me metieron a la cárcel y mi abuela murió. Días después llegaron los de Argelia y me liberaron, pensé que era mi salvación pero llegó la conversión y me convertí en esto, en el pasado hubiera sido una criatura horrorosa, pero YarSo nos dejó ver que la belleza está en nuestro interior y mira donde estoy, de ser un vendedor ambulante, ahora soy el mano derecha de un buen líder en un mundo increíble. Lastima que todo esto deba acabar y convertirse en nada.

—Tranquilo, si se logran los planes, pronto estaremos aterrizando en un planeta parecido a estas tierras y tendrás lo que tienes aquí.

Él dio una pequeña sonrisa.
Entonces le pregunté:

—¿Que tienen los árboles bailadores?

—Son unos árboles carnívoros en realidad. Segregan una sustancia que adormece a sus víctimas y luego se las devoran.

Agua Grande. Zona Restringida. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora