Capítulo 33. Muros Proféticos

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Las bandejas tenían carne por montón, carne de pescado, carne roja, carne de ave, también había arroz, espagueti, y muchas cosas más, aparte de ensalada, jugos y vino tinto. Era muy variado y diferente a la que nos preparó la tribu de los Cherezadis.

—En mi mundo no comemos carne —Dijo Sam, viendo el trozo de carne en la mesa. Todos lo veían tal vez pensando que no era agradecido.

—Pero no estamos en ese mundo, así que a comer —Dijo bastante animado. Y comenzamos a servir aquello.

—Además, la carne te da músculo y mucha fuerza —Habló Kosovo quién estaba sentado por ahí.

No quería saber de dónde provenía la carne, o sea, de que animal, pero lo cierto era que estaba deliciosa, nunca había probado la carne, en mi boca había una nueva explosión de sabores que no quería que se fuera. Emma, quien estaba un poco asqueada por la comida, a penas probó un trozo de carne ya no quería parar de comer, parecía una salvaje, me dio algo de risa. Max comió de todo menos las carnes. Todo estaba muy bien cocinado y con buen sabor. Mientras comíamos, el jefe comenzó con su interrogatorio.

—¿Que quiere realmente su gente? ¿Y quiénes son ustedes?

—Destruir. Eso es lo que ellos quieren. Yo era un muchacho bastante tranquilo, trabajaba humildemente, pero me invitaron a ayudar a un hombre millonario, este quería reparar una vieja nave, él quería venir aquí porque decía que aquí había vida y no se equivocó. Según solo venían a ver y conocer, pero después de estar aquí comenzó a capturar a Criaturas para estudiarlas y llevarlas a nuestro mundo, después no solo quería eso, dijo que quería reabrir todas las instalaciones de Argelia Corp y traer más gente a experimentar con todos aquí.

—¿De nuevo? —Preguntó otro ahí.

—Si. Sus objetivos no son buenos. Por eso nos separamos de ellos y conocimos a Max, después que este nos salvó de morir a manos de los Gangresh. Él, nos contó parte de lo que aquí pasó y cómo las personas se transformaron en tantas criaturas. Por lo que decidimos abandonar este lugar para ir a nuestro mundo y, unir fuerzas para impedir que Katamoto; líder de ese ejército invasor, siga con sus planes.

—¿Por qué esperar cien años para venir aquí? Nunca se preguntaron que había detrás de los muros? —Preguntó el mano derecha del jefe.

—Siempre, todo el mundo se preguntaba sobre qué había detrás, pero durante años se nos dijo que, esta zona tenía un volcán muy activo que emanaba radiación constantemente, una radiación que si salía nos mataría, también se decía que en alguna guerra antigua, una explosión atómica dejó esta área muy radiactiva y por eso le pusieron el muro. Le llamaban la Zona Restringida, nadie podía acercarse a este lugar.

—Vaya. Pero este hombre, Katamoto, sospechaba que aquí había vida, ¿cierto?

—Sí. Es que, en mi mundo, había muchas personas arriesgadas que se acercaban a los muros con cámaras y grababan sonidos de criaturas que provenían de aquí adentro, también, Katamoto, al parecer vivió aquí pero logró salir cuando cerraron los muros.

—¿Acaso la gente de su mundo no sabía que aquí había un país llamado Venezuela? —Preguntaban los del consejo. Seguíamos comiendo.

—Se borraron todos los registros de este país, mapas, lugares, libros, todo lo que hablara de Venezuela, no solo eso, antes de nosotros nacer, se realizó un borrado de memoria, y todo eso se borró, sin embargo Katamoto, antes del borrado, había escrito una especie de diario donde había guardado lo que vivió en sus últimos días aquí, y ese diario fue el que le abrió las memorias a él, y entonces, junto con aquellos videos de personas que se acercaban a los muros dedujo que había vida única aquí dentro. Pero ya aquí dentro, sus intenciones cambiaron.

Agua Grande. Zona Restringida. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora