El bosque estaba a oscuras y mortalmente silencioso de camino a la cabaña. Como si todo ser vivo en el, estuviese a la expectativa, era creíble, pues habían visto a la bestia, habían olido la sangre y ahora solo quedaba sentir las consecuencias.
Mi cabeza comenzaba a doler brevemente por la falta de sueño cuando la pequeña cabaña olvidada en el fín del mundo apareció en mi campo de visión. La madera antigua y descuidada recientemente había recibido una capa de pintura blanca, con la intención de que esta se perdiera más a la vista. Junto a la puerta pocos troncos quedaban para la chimenea y las luces tras las cortinas permanecían apagadas.
Algo me dijo que la noche no había sido difícil sólo para mí. Pensamiento que comprobe en cuanto al abrir la puerta, se hizo presente la ausencia de movimiento, la suave música que Venus oía por la mañana ahora era silencio y el aroma de su café con leche fue reemplazado por el olor de su sangre, su miedo y profundo dolor.
A oscuras me dirigí a la pequeña sala de estar junto a las puertas de las habitaciones, pasando por nuestra cocina compacta.
Un suspiro brotó de mi al sentir el dolor de cabeza aumentar, junto a un peso en mis ojos que igualaba las cadenas enroscadas en mi pecho.
Frente a mi, Venus Leroy, la gran y primera alfa de los Ghörk y mi más querida familiar, nuevamente había sido reducida a una transformación a medias, con garras, cola y orejas, vello disperso en zonas donde debería haber piel y un pulso demasiado lento para una loba nacida.
Los recuerdos la atormentaban otra vez.
En automático, ignorando la oscuridad y el frío abri las cortinas y ventanas, luego, con cuidado, retire la manta que hizo añicos por sus sueños y la tire a la basura. Puse a hacer café y mientras fui a recoger un poco de madera para encender el fuego.
Cuando regresé, Venus ya era una persona con dos pies y manos nuevamente. Su mirada se clavó en mis manos heladas y la ropa que aún tenía desde ayer. Yo me quedé quieto, dejando que analice el panorama. Observe como con lentitud, se levantaba en silencio y cerraba las ventanas.
Sabía por la expresión agria en su rostro que no estaba nada felíz por su comportamiento, por su falta de liderazgo. Ella y yo sabíamos que la gran Heyladal había sido reducida a migajas de su poder.
- Deberías bañarte. Yo encenderé el fuego.- dijo con una voz demasiado ronca y lastimera como para ser producto de un largo descanso.
Ella había gritado, había sufrido, sola, otra vez.
Deje los troncos a un lado de la chimenea, y a punto de entrar a mi habitación lo solté, por más que se enojara o le doliera, se lo dije.
- Deberías dejarla ir.
No hubo movimiento o respuesta, por lo que en silencio, hice lo que debía mientras ella luchaba contra los fósforos para encender el fuego.
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LOS GHÖRK (Oficial) | LIBRO COMPLETO.
Hombres LoboEn Ilka, un pueblo perdido en el mundo, hay una creencia extraña entre los lugareños que la joven Sela ha oído desde que llegó meses atrás con la intención de encontrar un hogar. Razón por la cual ha hecho caso a estas palabras, que para ella no ten...