Capitulo 38: "Quien no arriesga..."

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Noah

- Nosotros nos vamos mamá, creo que Noah tiene que hacer deberes y además debemos preparar todo. Mañana Ezra va a la escuela.

- ¡No tengo deberes!

Protesté, era evidente.

Estaba tirado en el sofá haciendo nada con los chicos. En realidad cada quien estaba en lo suyo, Pet con el móvil y los demás "viendo" tele.

- Pero debes ducharte y para que te metas a la ducha son como tres horas de preparación previa. Ayúdame a recoger las cosas.

- Mentiroso... ¿Y los chicos?

Me refería a mis primos.

- Nosotros nos quedamos a cenar.

Dijo tía Irene.

- Paaaapá, nooo nooos vaaaayamos.

Alargue todas las sílabas sabiendo que a papá le desesperaba.

- Levanta tus cosas.

Me respondió de forma cortante.

- Está bien.

Pero no lo iba hacer.

Jonathan estaba sentado en el piso con la espalda afirmada en el sofá que yo ocupaba y se iba a levantar.

- ¿Ey que haces?

Se impacto cuando le hablé, pero no es como si fuera la primera vez, exagerado.

- Por, voy por mi chaqueta.

- No, quédate aquí, no nos va a decir nada.

Le dije ya que si se paraba acortaría más el corto tiempo que me quedaba por estar en ese sofá tan cómodo.

Que pereza tenía, me sentía cansado, creo que estaba siendo demasiado bueno.

Jonathan me hizo caso y no se movió, yo cerré los ojos y deseé dejar de pensar, pero no fue posible dejar la mente en blanco, así que me imaginé en un bosque, eso era mejor que pensar en el color blanco.

Me relaje de ese modo unos minutos, escuchando a los lejos la voz de los demás, cuando sentí un abrupto golpe en el estómago. No dolió, pero fue como cuando te relajas en una piscina y un idiota te lanza agua en la cara. Desagradable.

- Ezra pero no te tires encima.

Cualquiera que no hubiera visto el rostro de papá, hubiera pensado que esa frase fue un regaño, pero la verdad se estaba riendo.

- ¡Si te lo hicieran a ti no te haría gracia!

- Está bien, lo siento, pero tenemos que irnos, anda ponte la chaqueta.

Me senté de morros en la orilla del sofá y Ezra se sentó a mi lado, pero con su espalda pegada al respaldo por lo que tuve que girarme para verlo.

Estaba con una sonrisa, la sonrisa asesina le diría ahora, había mordido a papá y eso que le faltaba un diente.

Me tire sobre él a peso muerto y Ezra era pequeño para la edad que tenía según tía Irene y era un flacucho por lo tanto no era rival ante esa arma.

- Dí que lo sientes piraña.

Intento salirse, pero como dije antes no era rival.

- No te escucho piraña.

Ezra comenzó a desesperarse, pero no lloró, gritó ni pidió ayuda. Empezó a reírse y eso me tentó a hacerle cosquillas, la risa se intensificó. Era divertido y me contagió también la carcajada.

JavierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora