Capitulo 42: "Cabezota"

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Jonathan

Me había quedado en los brazos del jefe sintiendo sus abrazos y sus "Ya mi amor" "Ya no llores así" "Ya cariño" "Esta todo perdonado mi vida"

Lo siento, se lo dije más de una vez y aunque sentía lo de robar; el jefe me lo había hecho sentir. No era por eso, era por Noah y por todo lo que había tenido que hacer por nuestra culpa.

Fue un lo siento por pegar a Noah, un lo siento por meterme al restaurante, un lo siento por aferrarme a él cuando el no lo merecía, un lo siento por prácticamente obligarle a llevarme con el, por el billete de avión, por la comida, por meternos en su familia, por comprarnos cosas, por querer conocer más a ese señor tan alto que podía protegerme, por haber llorado, por mojar la cama, por avergonzarle y si, por robar. Era por todo.

Me incomodaba que un "extraño" se hiciese cargo de nosotros.

Me había castigado como en aquellas películas o en aquellos momentos en que un padre corrige a su hijo, no había sido violento, si había dolido, pero tenía que ser así, supongo. No había sido un puñetazo en el rostro o un golpe en el estómago que me dejara sin aire, habían sido palmadas en el... Ahí, de las cuales solo quedaba la sensación de hormigueo, no había perdido el conocimiento ni mucho menos me había saltado un diente.

¿Esto era radical? ¿Esto? Lloraba por qué un "extraño" me tratara mejor que papá, lloraba por qué ya me había rendido. Papá y mamá no llegarían nunca, lloraba por eso, por ser yo lo único que tendría Ezra, lloraba por qué no sabía cómo hacer luego si nos separaban, lloraba por qué tenía miedo de seguir queriendo al jefe y que después deba decirle adiós.

No me gustaba la idea de irme y no poder ayudar a Ezra.

El jefe me abrazo, me tenía muy pegadito a él. Me acariciaba el cabello y luego su mano bajaba por mi cuello hasta la espalda, de vez en cuando me daba un beso en la sien, uno que otro en la frente y se quedó conmigo en silencio hasta que me calme del todo y dejé de llorar.
Jugué con el cordón de la sudadera del jefe, que caía desde el gorro. Lo giraba entre mis manos y entonces lo dije.

- Gracias... -Susurré bajito, a duras penas abrí la boca, la verdad. Sé que me prestó atención interesada por qué su mano dejo de moverse en mi espalda y cesó el modo de meserme en su regazo. - Por, por no lastimarme.

Levanté la vista solo una fracción de segundo y me encontré con ojos sorprendidos, demasiado intensos para que alguien como yo sostuviera la mirada, pero eso no estaba en los planes del jefe. La mano con la que me rodeaba en un abrazo la levantó y tomo mi menton guiando mi vista hacia él entonces su labios se movieron y mis oídos escucharon su voz en la que había implícita seguridad y un tono solemne que comprometía aquella única palabra que salió de su boca.

- Nunca. - Era de esas promesas en las que no hay que decir "lo prometo" estaba a salvó, pero aún quedaba un asunto del cual hablar y ya no me daba miedo hacerlo, sabía que no sería agradable volver a una situación así pero al menos  sabía que no corría peligro. (Aunque a decir verdad preferiría un puñetazo en el estómago que volver a la posición de antes) un puñetazo era más rápido y menos vergonzoso que estar boca abajo con el pantalón arrugado en las rodillas recibiendo palmadas ahí. Eso sí, lo segundo era más soportable.

Javier

No.

Pero no lo podía decir así. No podía ser tan cortante ante la petición de Jonathan. Ya se lo había explicado dos veces y me volvió a insistir ahora que estábamos a punto de salir de la habitación para bajar a comer.

JavierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora