Capitulo 24: "Ladron que no roba"

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Javier

La situación era simple, era un viaje corto, de tramitación sencilla, sin complicaciones y la verdad es que si lo fue. En lo que respecta a mi trabajo.

Las complicaciones, el tiempo extra, la gran cantidad de documentación y dificultad en reunirlos se vieron afectados por otro gran motivo.

Estaba en mi casa, en la que hace poco compartía con Noah, en Florida. Era viernes por la tarde cuando comencé a sentirme inquieto, intranquilo. De alguna forma mi mente y mi cuerpo me exigían ir al restaurante que ahora estaba con atención al público y ya que tenía que hacer unas rondas no fue difícil autoconvencerme de ir.

Llegué de sorpresa pasadas las cinco de la tarde, pero la sorpresa me la llevé yo al ver una patrulla policial fuera de mi local. Entré al restaurante evaluando la situación. No tarde en descubrir de dónde procedía el escándalo, fui hasta mi oficina que era de dónde venían los gritos y gemidos para encontrar a un mocoso de cara al piso con un policía que sujetaba sus piernas y otro que tenía una de sus rodillas flexionadas sobre la espalda, justo donde terminaba el cuello del muchacho, hacía presión para que no se levantara y a la vez intentaba atarle con esposas las manos.

- ¿Pero que creén que hacen? ¡Liberenlo!

- Señor no interfiera con la labor de policías.

- ¡Jefe! - Hablo Rosy.

- ¿Usted es el dueño?

- Si lo soy, ahora, por segunda vez lo repito, soltadle.

Les hable con la misma pasión con la que un perro de la calle defendía la comida que llevaba horas buscando, es decir, les enseñe garras y dientes.

- Don Javier snif volvió snif. - habló el muchacho.

Mocoso... ¿Qué diablos le habían hecho? ¡Maldita impotencia!

- ¿Ah? ¿Con que sabes hablar? - rugió el policía.

- ¡Maldición, es un niño! ¡No es necesaria toda esta bravuconería!

- Va a huir.

- ¡Claro que no! Yo me responsabilizó si huye.

El oficial le soltó y el mocoso tardo un segundo en escabullirse. Creí ciegamente que si huiría, pero antes de que el pensamiento terminase de cruzar por mi cabeza ya tenía al mocoso aferrado a mi cuerpo y se largo a llorar de una forma que nos estremeció a todos.

Bfff.

Era un llanto cargado de tristeza. Casi era palpable toda la angustia que transmitía.

¿Cómo era posible que hiciesen tanto daño? ¿Era por qué no tenía madre? ¿No tenía padre? Mi cerebro formuló la respuesta muy rápido y si, lamentablemente si, hacian daño al muchacho por qué no tenía familia que le defendiera, porque podían hacerlo, porque esos adultos sabían que no iba a aparecer un superhéroe al rescate de este niño. Lo sabían y me llenaba de rabia el que las cosas fueran así.

Me senté en el sofá que estaba a mis espaldas y le senté en mi regazo para inmediatamente abrazarle fuerte, fuerte, fuerte. Olía mal, olía muy pero muy mal... Solo había pasado mes y medio desde nuestra mudanza ¿Por qué estaba tan delgado? ¿Por qué tenía heridas en el rostro?

- Jonathan ¿Qué te hicieron cariño?

Le pregunté con la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas. No respondió, lloraba como un bebé, cada tanto tenía espasmos en los que le temblaba todo el cuerpo.

- ¿Comiste?

Negó con la cabeza, le habían cortado el pelo al cero, aunque se notaba que ya estaba creciendo un poco. Presioné mi labios contra su cabeza a ver si asíapaciguaba un poco su tristeza aunque sin resultados positivos. Cuntinuo llorando.

JavierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora