Capítulo 30: Nada es lo que parece.

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Wolf no tardó en despertar y sentir la perturbación en su campo de energía, y rápidamente, sin perder el tiempo, fue a comprobar la causa de tal variación en la barrera. Encontrándose frente a frente con la escena de la traición del ayudante de Keid.

Precipitadamente, trató de atacar a los recién llegados con uno de sus más poderosos hechizos, una bola de energía que contenía el cien por ciento de su poder, para intentar hacerlos retroceder y expulsarlo de la barrera. Pero la magia disminuyó drásticamente hasta desaparecer por completo al lado del ángel experimentado.

El maldito niño había comenzado su hechizo de interferencia, y al estar dentro de la barrera, podría afectar todo su dominio. Podía percibir con claridad como su manejo de la magia comenzaba a limitarse. Se sentía como si unas grandes cadenas comenzaran a aprisionarlo y drenaran su fuerza vital.

Alcor sonrió al ver su hechizo reducido a nada. Atacar simplemente había sido un mal movimiento, ya que ahora conocían su ubicación exacta. Sin embargo, esta vez no ensuciaría sus manos.

— Encárgate de él— Le ordenó al demonio a su lado— Y prometo endulzar tu recompensa.

— Enseguida— Este asintió, acatando las órdenes del ángel de la muerte sin cuestionar. Era claro que aún estaba siendo juzgado.

El demonio fue rápido y ágil, y en cosa de segundos, tenía al chico aprisionado contra uno de los árboles, sosteniendo su cuello con fuerza. Sin su magia, solo era un simple mortal, un blanco fácil, débil y patético.

— Lo lamento— Susurró, sintiéndose un poco culpable de lo que estaba a punto de hacer.

— Maldito traidor— El hechicero escupió. No le daría el placer de verlo asustado.

Entonces el demonio sin medir más palabras sacó una cuchilla oculta debajo de la manga izquierda de su traje y lo apuñaló directo en el corazón.

Wolf se retorció ante el evidente dolor, luchando por liberarse, más después de unos breves segundos dejó de moverse, deslizando su cuerpo por aquel tronco, flácido, hasta terminar tendido sobre la maleza, ya sin respiración alguna.

— Bien hecho, chico— Alcor lo felicitó al no percibir vida proveniente del cuerpo del hechicero— Vamos por tus demás amigos.

— Solo sígame.

Se había ganado la confianza de su nuevo jefe.

Minutos después. Alcor entró a aquella cabaña en silencio, mientras sus ocupantes dormían plácidamente en sus camas, sin advertir el peligro existente en el hogar.

Arcalis guio a su nuevo empleador por la estructura de madera, específicamente a la habitación que compartían Keid y Markus, que al parecer aún seguían profundamente dormidos, por alguna razón desconocida.

— Altere el té del hechicero, no despertarán— El demonio le informó al hombre, quien giraba lentamente el pomo de aquella puerta.

Por fin obtendría lo que tanto había buscado por años, el poder que anhelaba al alcance de su mano, y solo había tenido que corromper y sobornar a un demonio ingenuo. El poder sería suyo para cumplir sus más macabros objetivos.

Divisó dos bultos en aquella cama, cubiertos por las mantas. Alcor sacó una daga oculta entre sus ropas, solo necesitaba a uno de ellos, al híbrido, el otro ángel sería una carga, un daño colateral.

Con la daga en su mano, deslizó lentamente las mantas, esperando encontrar a su tan preciado tesoro.

Pero solo encontró dos muñecos, bañados en la esencia de las dos criaturas sobrenaturales, suplantándolos.

— Pero ¿Qué?

No se dio cuenta del engaño hasta que la puerta detrás de él se cerró con fuerza.

Arcalis lo había encerrado en aquel cuarto en soledad, separándolo de su pequeño subordinado, el niño trató de reaccionar, pero una sigilosa Diana lo sostuvo con fuerza por la espalda, y con un paño empapado en cloroformo lo dejó inconsciente entre sus brazos. Ella no necesitaba usar magia para actuar, por lo que no había sido afectada por el hechizo.

Rápidamente aquel hechizo se desvaneció. Liberándolos a todos.

El ángel de la muerte, furioso al darse cuenta del engaño, derribó la puerta sin problemas, más no encontró a nadie en el pasillo, era como si todos los presentes se hubieran desvanecido.

— ¿Dónde?

Alcor sabía que no podían estar lejos, aún podía sentir su presencia y esencia en el ambiente. Los haría pagar por jugar con su preciado tiempo. Correría sangre esa noche.

Fue entonces que la escuchó, aquella melodiosa voz, como el canto de una sirena llamándolo. Provenía del bosque, reconoció aquella hermosa voz de inmediato, pertenecía a su preciado tesoro. No tenía dudas al respecto de ello.

Se dejó guiar por aquel sonido, siguiendo aquel cantó celestial.

Sígueme la corriente esta noche, cariño

Bailaremos bajo la mirada atenta de la luna

Solo bailar y danzar alrededor

Hasta quedar sin aliento

Se encontraba cada vez más cerca de aquella voz, podía sentirlo. Un ave que enjaularía para siempre, jamás podría volar de nuevo o irse de su lado. Porque él era la clave de sus más ambiciosos planes.

El fuego en nuestros corazones

No se extinguirá tan fácilmente.

La voz se detuvo de un momento a otro. Pudo divisar al demonio en aquel claro, sus alas manifestadas al igual que sus agraciados cuernos, brillaban a la luz de las dos lunas.

Keid se encontraba esperándolo, extendió ambas manos en su dirección, como si lo invitara junto a él.

Sus acciones eran contradictorias y claramente una trampa, pero, por alguna razón que desconocía, cuando él volvió a cantar otra vez, sus pies se movieron por inercia. Se aproximó en su dirección, hasta quedar totalmente frente al chico de cabellos oscuros. Extendió su mano lentamente para tocarlo.

Pero en ese momento una mancha blanca apareció, cubriendo su vista y llevándose lejos a su tan anhelado tesoro. Era Markus, quien hacía su entrada heroica, apartando a su amado del peligro latente.

Aquel encanto se desvaneció con rapidez, fue entonces que Alcor notó su error. Estaba justo encima de un círculo mágico, pisándolo. Un chico agachado y de cabellos pelirrojos le sonrió, antes de activar con su propia sangre aquel conjuro.

El hombre trató de salir, manifestando sus alas oscuras rápidamente para volar y escapar, pero una fuerte barrera se lo impidió. Ya era demasiado tarde. Se encontraba sellado.

Múltiples cadenas de hierro salieron del círculo mágico, aprisionándolo y reduciendo sus extremidades, hasta inmovilizarlo. Había caído directo en su trampa.

¿Cómo había sido esto posible? Un ángel veterano y genéticamente modificado había sido reducido por prácticamente un grupo de niños inexpertos e inferiores a él. Su mirada demostraba la confusión y la frustración evidente que sentía en aquel momento.

Markus descendió junto a Keid al ver al hombre completamente reducido en el suelo, cuál animal enjaulado. Irónicamente él había sido el encerrado y no podría ir a ninguna parte.

Keid le dedicó una mirada satisfactoria. El ángel de la muerte había cometido el error que muchos sobrenaturales con experiencia tendían a cometer. Confiarse y subestimar al enemigo. 

Mi vocalista es un seductor demonio [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora