El pasado

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Nota: estos son flashbacks del cómo inició la “relación” de Daemon y Criston. Recordemos Aenma murió dando a luz a Nyra en este fic, entonces el torneo fué por el cumpleaños dieciséis de Nyra, la alfa heredera, cumpliendo la edad para casarse.
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—¿Se rinde, su alteza?

Daemon le dió un manotazo a la mano ofrecida del otro caballero. Odiaba haber perdido por primera vez un torneo, frente al público en las gradas y la sonrisa maliciosa de la mocosa Hightower abrazando a Rhaenyra con la frase escrita “me quedo con tu sobrina y no vas a detenerme”.

¡Más de diez años cuidando Rhaenyra no eligiera a los mojigatos de la casa Hightower, y ella iba derechito a los brazos de una de entre tantas opciones! Ya se lo decía Mysaria: “no la mimes mucho, luego te va a recordar no eres su padre y cualquiera se va a llevar a tu fuerte repollo tan bien cuidado”.

Le enseñó a montar Sirax, la cargó cuando lloraba porque su padre estaba en una reunión del consejo ocupado, él mismo le mostró las primeras palabrotas, dejó le trenzara el cabello, y todo para que lo apuñara por la espalda escogiendo a la única opción que no aprobaba para su sobrina. Tampoco Jason era buena opción, pero a ése lo pudo sacar de los candidatos con unas “amables palabras”.

Ni siquiera podía moverse bien por sus heridas, entonces dejarle las cosas en claro a la Hightower no podía estar en sus planes más cercanos.

Giró su cabeza bufando, imaginando al menos podría tener suficientes argumentos para burlarse de Otto toda la vida con esa discutida unión entre sus familias.

Por allí Criston Cole se retiraba de prisa, y Daemon pensó en haber encontrado un objetivo en que descargar su mal humor. La celebración aún no terminaba, la guardia real debía seguir en su lugar.

Lo siguió, planeando qué castigo someterle, teniendo un aire de alivio al deducir quizá lo hirió suficiente para obligarle irse a tratarse. Sí, eso debía ser.

Lo alcanzó sosteniendo su muñeca, el otro dió un respingo y por instinto tomó el mango de su espada, sorprendiéndose al observar Daemon lo detenía.

—¿A dónde vas, sir Crispín? ¿No sabes es reglamento básico permanenecer hasta el final e las ceremonias reales?

—Sir Criston– Lo corrigió el contrario, mirando a cualquier lado menos al rostro del principe– Tengo permiso, suelteme...

—Eso lo decidirá Viserys cuando escuche te fuiste de allí– Los forcejeos ajenos hicieron crujir la herida en su espalda, pero ll soportó sin quejarse.

—¡No, espere! ¡No puedo volver!– Retiró su casco, revelando su cara sonrojada.

Daemon iba a tirar del capa blanca de vuelta, o en su defecto decirle alguna frase lo bastante venenosa para enfurecerlo y obligarlo tragarse la rabia el resto del día. No obstante, un inquietante aroma tan ácido como dulce que le recordaba al pastel de naranja parecía viajar a través de las paredes, y entonces las iris de Daemon se hicieron alargadas, brillando intensamente al reconocer más feromonas del celo.

En la guardia se supone no habían omegas. No tenían prohibida la entrada, pero los pocos que entraban no tardaban demasiado hasta descuidar sus fechas de celo, por lo difícil de conseguir supresores, y terminaban siendo violados. Eran menos fuerte que los alfas, y sus instintos les dificultaba resistirse.

De esa forma todos acababan en el Muro por romper sus votos reales. No sin antes haber sido castrados, y torturados.

Criston quería ir a una habitación que Alicent le prestó para esos días, una donde podría pasarlo sin miedo algún alfa se aprovechara de su estado. Su corazón latía fuertemente tocando el pecho del príncipe, mientras en su cabeza una débil voz le susurraba tenía que patearlo, morderlo, lo que fuera. Pero temía si agredía a un miembro de la familia real, en específico al hermano del rey, su puesto pendería de un hilo.

Quizá sí, quizá noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora