Parte 38

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Criston terminó impartir lecciones por ese día, y fué como todos los días a visitar el pequeño monumento de piedra con el nombre de su hijo y flores. Sólo que al igual la primera vez, estuvo horas de pie con la cabeza inclinada, mirando la tosca palabra "Aegon".

Criston: Hijo... ¿Te enojarías si me caso con alguien que no sea tu padre?

Silencio.

Criston: De verdad lo lamento. Sólo quería supieras en mi corazón siempre vivirás, no importa cuántos hijos tenga. Por favor, no estés triste...

A pesar de estar hablando con su hijo, las últimas palabras eran más para sí mismo, recordando melancólico la vez que Daemon en lugar de aprovecharse de su celo lo protegió, la forma enternecedora en que trataba a su sobrina como una hija para cubrir la ausencia de la reina, y sus caricias que sabían cuándo ser rudo y delicado durante el acto. No lo olvidaría, pero lo cierto era que todo lo pasado terminó comprobando no podrían estar juntos, él mismo lo echó, y Daemon tampoco intentó volver. Era mejor seguir adelante, aunque doliera recordar su amarga separación.

A pesar de ser muy diferente, Harwin se había ganado un lugar muy importante en su corazón sin problemas, como si fuera hecho para él. Jamás nadie lo cortejó tan amorosamente, amaba eso.

Decidiendo su destino, rebuscó en su bolsillo el brazalete de acero valyrio y lo dejó sobre la piedra.

De pronto, sintió su vista nublarse y el olor abrumador de las antorchas cercanas cuyas llamas eran removidas por el viento.

Desconcertado, presionó su abdomen con las entrañas revueltas, pensando sus malestares estaban empeorando luego de permanecer de pie todo el día. Aún no se acostumbraba a la comida en esas semanas, aparentemente.

Volvió a la torre donde le fué dado un aposento, sin darse cuenta a muchos metros un dragón de cuello largo rojizo sobrevolaba muy cerca de ahí.

Se tiró en su cama preguntandose si el aborto espontáneo podría dejar secuelas, fuera de su embarazo jamás se había sentido tan mal. Es decir, sobrevivió a una epidemia, no era tan débil. Pero no podía ser volviera a estar en cinta, desde que se separó de Daemon no había vuelto a estar con nadie, y recién acababa de perderlo.

Intentó mantenerse sereno y pidió a alguien que llamara a Harwin, pero le explicaron vagamente que estaba ocupado. Criston entonces volvió a su cama, y durmió casi al instante.

Al despertar la confusión aumentó, cuando en el alba lo despertó un hambre intensa. Luego de comer más de lo que solía consumir, empezó a reflexionar sobre los cambios recientes y la propuesta de Harwin.

El alfa susodicho pidió permiso para entrar, y el omega se lo concedió, entonces entró.

Harwin: Criston, tenemos que hablar de algo importante.

Criston: Lo sé.

Harwin: ¿Ya lo sabes? 😮

Criston suspiró profundamente, decidiendo comunicarle sus conflictos morales: Es por la propuesta, ¿Verdad? Harwin, me gustas mucho, pero... Perdí mi honor, soy un proscrito.

Harwin negó, tomando asiento al lado del omega: No importa. Que me envíen al infierno si quieren. Caminaría descalzo en las llamas si fuera de tu lado.

Criston: No quiero camines en las llamas por mí, quiero seas feliz.

Harwin tomó el rostro del omega: Tú eres mi vida.

Criston cerró los ojos y permitió el alfa presionara sus labios en los suyos, ladeando la cabeza para corresponder vehemente. Apretó los brazos fuertes de Harwin, y arqueó la espalda buscando más cercanía, sentirlo mejor, su calidez y aroma. Las manos de Harwin descendieron por la columna, y abrazó amorosamente la cintura, separándose pegando sus frentes.

Quizá sí, quizá noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora