Parte 40

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Lucerys: ¿Y si nuestro abuelo te deshereda por irte sin permiso?

Gaius: Tu abuelo estaría feliz si te volvieras el sucesor de papá. Dudo lo haga de todos modos, papá y mamá fueron caballeros en la capital, ¿No sería bueno si volvemos a darle honor a nuestra casa?

Lucerys: Pero escuchaste las historias de la capital. Es duro vivir allí, aquí no tenemos burdeles ni brillantes armaduras pero todos somos unidos y no nos ejecutarán por romper votos.

Gaius: ¿No lo entiendes, hermanito? ¡Eso lo hace más divertido! Y podré tener a mi lado la gran belleza del príncipe Jacaerys todos los días. No te preocupes, le hablaré siempre bien de tí a Aemond

Lucerys bufó, resignado: Pero mamá se enojará mucho, ¿Qué pasa si te encuentras con los Velaryon? Siguen creyendo mamá quiso matar a la reina que nunca fué.

Gaius: ¡Los mando a la mierda!

El menor rió, y luego una voz severa los sobresaltó.

Lyonel: ¡No te quedes solo en el bosque con Gaius, no queremos otra vez una serpiente te muerda por defender a éste!

Lucerys: ¡Es lo justo que lo ayudara, mi hermano me salvó siempre que me perdí en el bos-!

Gaius interrumpió antes que las travesuras más discretas de su hermano salieran a la luz: ¡No, no, él tiene razón! Debemos volver, ví lindos omegas viéndonos hoy, y no quiero perderme del baile.

Lucerys concordó, antes que la mirada de sospecha de Lyonel cambiara: ¡Sí, sí! ¡Vamos a divertirnos!

Se apresuraron y lograron perderse de la vista del lord Strong entre tantos omegas y alfas bailando. La euforia hizo los olores de todos se mezclaran con agradables aromas rebosantes de alegría, y las parejas aprovechaban para divertirse. Lucerys pudo ver a sus padres en un baile más lento que el resto, quizás tarareando una música que ambos conocían, uniendo sus mejillas cariñosamente. Entonces imitó a Gaius eligiendo a uno de sus amigas para danzar junto a la enorme hoguera en medio de toda la celebración por otro año lleno de fertilidad.

Gaius entonces dió una vuelta con su compañero cerca de sus padres, y tiró juguetonamente del cabello de Criston. El omega volteó, y Gaius fingió estar ensimismado en su baile, aunque su pareja se rió delatando su culpa. Criston sólo negó suavemente, sonriendo a la par que su alfa.

La fiesta se extendió hasta casi el amanecer, y la mayoría de los niños se habían dormido acurrucándose sobre mantas que sus madres les prestaban con sus olores. Gaius podía estar más cercano de la mayoría de edad, pero de todos modos seguía usando una sólo por comodidad y la extendió sobre la tierra mientras miraba el cielo.

Extendió un brazo, imaginando cómo sería volar en un dragón sobre el manto nocturno. Y al mismo tiempo acercando su mano a la llama todavía potente de la hoguera junto a él. Le gustaba el calor que emanaba el fuego. En su infancia, su madre llegó a preocuparse mucho por cuánto buscaba estar cerca del fuego, o intentar tocarlo aunque luego llorara por las quemaduras.

Giró por inercia a un lado, y vió a Lucerys no muy lejos de ahí sentándose con un libro en brazos, y rodó los ojos.

El sol se asomaba tímidamente en el cielo, y supo que se estaba haciendo tarde para marcharse sin que sus padres se enteraran.

Volvió a casa y pidió algo simple que sirviera para llenar su estómago a uno de los sirvientes, sorprendiéndose al hallar que su madre lo había seguido.

Criston: ¿A dónde vas, cariño?

Gaius: Oh... Sólo tenía hambre.

Criston: Espero donde pienses ir no sea muy lejos 🤔.

Quizá sí, quizá noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora