Parte 42

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Gaius sabía alguna artimañas para quitarles el atractivo o desaparecer cualquier rival, las oyó de Alicent desde que ella notó se decían entre él y Jacaerys las mismas palabras en valyrio que Rhaenyra le susurraba mientras se decían palabras amorosas. Desgraciadamente frente a todos sólo se metería en problemas, entonces hizo una mueca desistiendo por ahora de su plan.

Rhaenyra: Cuando llegue mi reinado, los omegas podrán también decidir cuál será su futuro alfa. Por eso, quiero escuchar la opinión de mi Jace.

Jacaerys suspiró aliviado y enderezó su espalda inclinando la cabeza: Gracias, papá. Me honra su propuesta, Baela, pero no puedo aceptarla. No siento lo mismo que usted.

Baela: Razonable. No sientes lo mismo, porque la última vez que nos vimos no fué una despedida agradable. Hubo pequeños accidentes “Miró al rostro de Aemond, quien estaba dispuesto dar su otro ojo por tener el placer de quitarle la sonrisa de su cara a golpes” El tiempo de cortejo dirá si puedes cambiar de opinión, mi príncipe.

El hecho de pedir un cortejo significaba Rhaenyra tendría que consentir sus presencias cerca, incluso durante la fiesta de cumpleaños de su hijo. Estaban usando la excusa para poder pasearse a sus anchas otra vez en la capital, algo que no les permitió trás Rhaena haber cortado en el rostro de Aemond y dañar permanente uno de sus ojos, Viserys seguía siendo el rey y no quiso imponer castigo para no empeorar la enemistad pero Rhaenyra no quería no los quería cerca de sus hijos y no dejó entraran otra vez. Aemond no tenía que soportar tener cerca alguien que llamaba “pequeño accidente” su mutilación ni mucho menos Baela era digna de su hijo Jacaerys.

Las feromonas Rhaenyra soltaron un amargo olor que aturdió a sus guardias cercanos, y Lyonel se vió obligado cubrirse la nariz. La platinada se puso en pie, abriendo su boca para echarlos de allí, ignorando la advertencia de su mano exclamando “espere”, y un gruñido de Sirax se escuchó afuera del campamento. Laenor iba a sacar su espada, pero el estruendo de la porcelana rompiéndose en el suelo distrajo a Rhaenyra antes de soltar cualquier sonido.

El plato de una supuesta Alicent enloquecida se había caído de su regazo “accidentalmente”, y la consorte aplaudió en repetidas ocasiones riendo como si fuera divertida la escena. Unos sirvientes se apresuraron a limpiar los pedazos de porcelana.

Alicent: Nyra, ¿Qué están jugando?

Su frase no tenía ningún sentido, decir algo coherente frente a los Velaryon revelaría estaba bien y no querían perder su compasión, pero Rhaenyra pudo sentir las feromomas confortantes de su omega, y los sentimientos preocupados de ella. Consiguió serenarse luego de ver a su hermosa omega. Si les daba una mala palabra a los Velaryon luego que ellos habían dado una aparente inofensiva propuesta, que el resto aprobaba tan abiertamente, validaría cualquier comportamiento hostil de los Velaryon.

Lyonel susurró: Disculpe, princesa, yo creo es buena idea... Ya sabe Jace no tiene una apariencia muy valyria, y la otra opción sería dejar al final del torneo Gaius proponga lo mismo.

Rhaenyra bajó la voz seriamente, sentándose de mala gana: Sería lo mejor Gaius...

Lyonel: ¡Sabe que no, princesa! Gaius debe estar lo más lejos posible de la capital y los Velaryon. ¿Quiere todos deduzcan quién es él? ¡No es coincidencia el dragón que se le había apartado eclosionó el día que nació! Ni siquiera Alys pudo ocultar sus ojos valyrios, la sangre de dragón es espesa.

Si salía la verdad, Gaius perdería cualquier derecho a una oportunidad mínimamente digna como deseaba en la capital. Los bastardos hijos de omegas no tenían oportunidades como si los de alfas, ni siquiera ser caballeros se les permitía.

Pero Rhaenyra no dejaría desamparado a su querido ahijado. El consejo podía irse a la mierda.

Rhaenyra: Primero me preocuparé por mi hijo, sé cómo resolver el segundo problema “Cortó la conversación con Lyonel,y volvió a mirar a Laenor” ¿Quiere cortejar a mi hijo, un príncipe de sangre Targaryen? Cualquiera que desee cortejarlo debe ganarlo dignamente.

Quizá sí, quizá noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora