Parte 45

199 17 0
                                    

El veneno Ataque de Escorpión era especial y muy raro, fué llamado así luego que la segunda esposa de Aegon el Conquistador fuera atacada por escorpiones en su dragón, y los efectos parecidos a los de una picadura de escorpión. Con la diferencia no empezabas a notar nada raro hasta ya estar agonizando. Tan pronto se supo de su existencia, su preparación y comercio fué prohibido.

La mayor preocupación se trataba de no conocerse ningún antídoto. A lo mucho, si lo atendías a tiempo, podrías extender la vida de la víctima máximo tres semanas.

Con un sólo vistazo en las ligeras hinchaciones alrededor de la cortada que la espada de Baela consiguió hacerle en la pierna, fué fácil deducir cómo resultó así. Y ya habían transcurrido varias horas. Gaius traspiraba, y aunque su respiración se veía normal, Harwin colocó su cabeza en el pecho del chico, descubriendo taquicardia y pulsaciones irregulares.

No tenía tiempo reclamarle a Daemon, ni pedirle nada. Subió a Gaius en su propio caballo, y cabalgó con él a cuestas hasta la capital. Llegó a la fortaleza, y le abrieron las puertas, mientras con un brazo abrazaba los hombros de Gaius.

Gaius: Papá, no puedo respirar...

Harwin recordó la vez que el chico fué mordido por una serpiente, la agonía que resultó extraer el veneno para salvarlo, y el tormento de verlo sufrir sin poder tomar ese dolor para ahorrarle todo ese martirio, y contuvo la respiración.

Harwin: No hables, estarás bien.

Gaius: El Veneno de Escorpión mata en un par de horas...

Harwin: ¡Cierra la boca, vas a vivir!

A pesar de haber dicho que guardara silencio, le aterró no escuchar su voz, y fué lleno de desesperación adentro.

Daemon iba muy cerca de él: ¡Traigan al gran maestre, revisen a este chico! ¡Busquen algo para Ataque de Escorpión!

La exaltación estremecedora preocupó a toda la servidumbre, no sólo por lo pronto de sus presencias devueltas, sino que el resto de la familia real no entendían a qué se debía la repentina emergencia, dejaron los dragones, y el primero en bajar del carruaje en la fortaleza roja fué Jacaerys. Ni siquiera esperó les abrieran la puerta, él mismo giró el pomo y se apresuró.

Rhaenyra preguntó por su omega, y al no tener respuesta de su paradero siguió a sus hijos adentro, ordenando se buscara a su consorte.

No se sabía quién estaba más preocupado por el estado de Gaius, si Harwin no permitiendo nadie hiciera preguntas sobre el extraño suceso ni interrumpiera; o Daemon amenazando al gran maestre de muerte cuando se negó a atender para el veneno al chico hasta revisarle sin creerse un alfa supuestamente sin sangre Targaryen fuera afectado por ello, creyendo era el diagnóstico incorrecto aunque los síntomas concordaran.

Gaius no hizo ningún sonido, mordiendo su propia mano hasta sangrar, mientras el maestre cortaba con una navaja en las redondas hinchaciones de las piernas, extrayendo la mayor parte posible del veneno, aguardando le prepararan una infusión especial. Daemon observó impactado el torso también se llenaba de ellas, pero más lentas. En su conocimiento, si llegaban cerca del corazón, sería tarde.

Alejando la mano de su cara, Gaius vomitó y se apoyó en la cama, levantando un poco la cabeza.

Gaius hizo un esfuerzo en levantar el brazo: Padre...

Daemon se arrodilló junto al menor, pero el maestre y sus asistentes no se atrevieron a mostrar sorpresa, temiendo cumpliera la amenaza de cortarles el cuello si se distraían.

Sin embargo, en cuanto Gaius sintió el colchón hundirse a su lado, y su vista borrosa enfocar vagamente la silueta del príncipe con melena plateada, no se calmó.

Quizá sí, quizá noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora