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Todas las ideas coherentes en mi cabeza escaparon de repente. No tenía idea de lo que estaba haciendo, ni por qué mi cuerpo estaba reaccionando de un modo tan extraño ante un olor que tenía encima de mi todos los días. El calor que sentía en el vientre no dejaba de aumentar, y ahora que el mercenario había regresado a casa todo era peor. 

—Agh, ¿en serio? ¿Creaste un nido en mi cama, con mi ropa?— lo escuché quejarse.

¿Un nido? ¿Qué carajos era un nido? Estaba mareado, no podía ver con claridad, mi cuerpo seguía temblando.

—Así que entraste en celo.

—¿Qué?

—Ja, ¿no sabes que es el celo? —comenzó a quitarse la ropa, primero la corbata y desabrochó su camisa. Volteé para observarlo. Sabía que San tenía un físico impresionante, pero en ese momento verlo me provocó una extraña sensación. Era como si el calor que emanaba pudiera alcanzarme y acariciarme, tentándome.

—Ven —la palabra salió de mi boca antes de que me diera cuenta.

—¿Perdón?

Me incorporé en la cama y la recorrí hasta alcanzarlo, lo sujeté de la muñeca y el me observó con atención por un instante. Entonces lo jalé para que cayera conmigo de vuelta a las sábanas.

—¿Qué haces?

—Te necesito —juro que mis palabras escaparon de mis labios sin desearlo, pero al sentir su aroma mis sentido explotaron. Mis manos comenzaron a recorrerlo ansioso. Sus brazos fuertes su pecho, su abdomen y un poco más abajo, acariciándolo por encima de la tela de su pantalón. Quería tanto sentirlo cerca.

—Espera —se separó para recuperar el aliento, sentí satisfacción al ver que sus mejillas también estaban sonrosadas, aunque quisiera negarlo, él estaba tan afectado por esto como yo. Eso sólo aceleró más mi corazón. —Necesito tomar un baño.

No, claro que no lo necesitaba. Lo tomé con más fuerza y lo obligué a acostarse en la cama, para poder posicionarme encima de él. Sus ojos me vieron sorprendido. Los míos estaban nublados por algo que nunca antes había sentido. Sin pensarlo demasiado me acerqué a su cuello para olfatearlo sin consideración alguna.

—Ah, detente ¿Qué estás haciendo? —me preguntó molesto e intentó separarme de él, pero por supuesto que no lo iba a dejar. Mi cuerpo lo necesitaba desesperada y locamente. Así que lo sujeté de nuevo de las muñecas con toda la fuerza que tenía y le advertí con una filosa mirada que ni siquiera intentará moverse.

No tengo idea de cómo o por que me obedeció, pero no intentó quitarme de encima. Bajé mi mano por debajo de sus pantalones y lo acaricie un poco más, lo sentí removerse bajo mi tacto y sonreí. Estaba jodidamente loco por atreverme a hacer esto.

Finalmente lo solté, pero solo para desabrochar con una rapidez sorprendente su pantalón. Me deshice del cinturón y le baje la ropa interior. Sonreí cuando finalmente encontré lo que quería y me encantó ver qué estaba listo para mí.

De inmediato di un salto encima de él y me coloqué encima sin pensarlo.

—Oye, espera un.... Ahhh

Era la primera vez que lo oía gemir de ese modo y mis oídos enloquecieron. Me había clavado de un solo golpe en él y ésta vez quien no estaba preparado para ello era el lindo mercenario.

Yo en cambio, no tenía tiempo para eso así que comencé a moverme de prisa a mi propio y ansioso ritmo.

—Ahg ¡Maldita sea! —gritó intentando seguir mis movimientos. Me tomó con fuerza de las piernas y echó la cabeza hacia atrás, mientras intentaba acoplarse al ritmo ansioso que llevaba. 

Jamás pensé decir esto, pero tenía una vista espléndida del mercenario desde mi posición. Podía ver cómo las gruesas venas de su cuello y brazos se tensaban con cada intromisión que daba  y como su piel comenzaba a cubrirse por una suave capa de sudor, eso sin mencionar los maravillosos gemidos que escapaban de sus labios 

 ¿Me había vuelto demasiado para el chico malo?

Sonreí. Sin dejar de mover mi cadera me acerqué a él tanto que mi boca quedó demasiado cerca de la suya, sin embargo,  me contuve. A pesar de que estaba algo sobrecogido por el placer, recordaba perfectamente las reglas del juego y si alguien tenía que romperlas debía ser él no yo. 

Así que a pesar de todo, tuve que  incorporarme de nuevo y seguir con lo mío. En ninguna de nuestras sesiones anteriores había tenido el control de lo que hacíamos, ni tampoco sentido tanto placer como ahora. Después de otro par de embestidas  y de soltar sonoros gemidos terminé corriéndome encima de él arqueando sin consideración mi espalda ante el escalofrió que recorrió mi cuerpo entero.

Ah, se había sentido muy bien.

—¿Eso fue todo? —después de unos segundos, San se incorporó con ayuda de sus antebrazos.

—¿Eh?

No tuve tiempo de contestar nada porque repentinamente me tomó con brusquedad de las piernas y me aventó a su lado para cambiar de posición, ahora él estaba encima de mi. Y en sus ojos podía ver un fuego abrumante.

—Así que el pequeño cachorro se convirtió en una perra en celo— me dijo con algo de mal humor.

Volvió a tomarme de la cintura y me obligó a darme la vuelta. Sentirlo de ese modo, masajeando mi culo y presionándome contra las sábanas hizo que mis piernas temblaran ante las ideas que llegaron a mi cabeza. Lo hubiera odiado en cualquier otro momento, pero en hoy. Oh, hoy adoraba que me tratara de ese modo.

Eché la cabeza hacia atrás intentando verlo y reí divertido cuando me tomó de la barbilla y se acercó a mi, con la intención de verme a los ojos. Mi espalda resintiendo un poco aquella curva, pero era divertido. Él no se veía feliz en absoluto.

Me soltó y yo regresé a mi posición levantando más mi culo para que lo viera y le quedara en claro qué lo que quería era su pene adentro de mi.

—Jamás pensé que vendrías rogando por esto.

Lo sentí de nuevo, su gran y caliente miembro frotándose contra mi.

—Ahhh —lancé un quejido de dolor cuando volvió a meterlo. No pude evitar removerme descarada y obscenamente entre sus manos para acomodarme, necesitándolo aun más profundo.  —Mas... —le supliqué. Enterré mis manos con fuerza en las sábanas y apreté todos los músculos de mi cuerpo. Necesitaba que me jodiera como nunca. 

—Eres una maldita zorra. 

(—)(—)(—)(—)

No subestimé su capacidad de complacerme ni un poco. Me embistió en esa posición y en otras tantas diferentes toda la noche, abriéndome las piernas hasta que gemía de dolor, colocándolas encima de sus hombros, o aventándolas sobre mi cabeza; todo con tal de alcanzar aquel punto en mi interior que me hacía perder la cordura. 

No pude parar en ningún momento. Lo quería una y otra y otra vez, sentir su escancia caliente correr en mi interior, llenándome por completo. No importaba que fuera un desastre de gemidos, sudor y porquería. Por su cuerpo corría el sudor al igual que por el mío. Como si acabáramos de terminar un maratón. Su intenso olor había vuelto locos todos mi sentidos, mareándome, haciendo que olvidara cualquier cosa que no fuera él, él y nada mas que él y el placer que podía ofrecerme.

Su respiración agitada al igual que los latidos de su corazón eran lo único que podía escuchar. Todo el cuarto invadido de su aroma. Por supuesto que recorrí cada centímetro de su piel, encajando mis manos en su espalda cuando me embestía con tanta fuerza que logró sacarme un par de lágrimas. 

Sin embargo, y sorprendentemente, a lo único que se resistió  fue a besarme. Yo ansiaba sus labios encima de los míos,  quería probarlos, necesitaba tenerlos. Pero aún así, no le dije nada a pesar de que mis labios lo rogaban. Yo los entreabría y los buscaba todo el tiempo, pero él no cedió. A pesar de eso, al final no importó porque me dio todo lo demás.

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<3


La Casa De La Mafia: SANSANGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora