08

302 43 1
                                    

Desperté tarde, al menos tenía ese beneficio. No me obligaban a despertarme a una hora determinada. Pero en cuanto lo hice, me trajeron el desayuno. Acepté la comida y dejé que hicieran la limpieza, después de eso finalmente decidí enfrentar mi realidad. Cuando me puse de pie para ir a tomar un baño, casi me caigo del dolor. Aún no había visto los demás moretones, pero sin duda ahí estarían.

Cuando dejé que el agua se llevara la tensión y el aroma del mercenario de mi cuerpo, salí de la bañera me acerqué al espejo de cuerpo completo para ver mi cuello y mis piernas. Lo que encontré me dejó sin palabras.

Por mis piernas corrían unos moretones gigantes. Los toqué con mi mano temblorosa y me sorprendí a causa del dolor que sentía. No tenía sentido qué me dolieran tanto. Había recibido peores palizas en mi vida, golpes muchísimo más fuertes, verdaderas peleas callejeras. Los latigazos del señor San no tenían que significar nada, pero ahí estaban, punzantes y horribles. El del cuello no era mejor, una horrenda mancha morada que se extendía hasta mi clavícula.

Me quejé y solté un golpe de impotencia contra el tocador. Ese maldito me había hecho esto y yo no había podido hacer nada para evitarlo. No conocía palabras para describir la repulsión, impotencia y rabia que sentía.

De pronto bajé la vista y me encontré con la tonta caja plateada. No podía creer que fuera cierto. No quería ver esa cosa de nuevo.

(-) (-) (-) (-)

Después de unas horas alguien volvió a llamar a la puerta. No entendía por qué lo hacían. No era como que yo tuviera control de la cerradura.

-Adelante

La puerta se abrió y vi a la chica que había traído la caja de ropa el día anterior.

-Con permiso, Yeo. -dejó la caja sobre una repisa, pero vi que traía otra cosa consigo, se trataba de una pantalla digital acrílica transparente con las luces que daban la opción de aceptar o rechazar la llamada.-Tienes una llamada del señor San. Antes de que contestes debo retirarme. -Me entregó la pantalla. Comenzaba a odiar las malditas cajas. -Con permiso. -se inclinó y salió de la habitación.

Observé las luces de la pantalla y de mala gana, acepté la llamada. Lo primero que vi fue el rostro de aquel mercenario que iba en un automóvil.

-Hola -saludó.

-¿Qué quieres? -contesté enojado.

Esbozó una sonrisa. -¿Ya viste lo que hay en la caja?

-¿Estás conduciendo? -pregunté después de ponerle más atención a la imagen.

-Sí...

Guardé silencio unos instantes.

-¿No deberías poner atención al camino? -sugerí.

-Soy un excelente conductor.

Rodé la mirada con fastidio. No era que me preocupara por él, pero me ponía los nervios de punta que condujera y al mismo tiempo hiciera una videollamada. De cualquier modo, pensé, como a él parecía no importarle su propia vida, igual sería un alivio que algo le pasara y pudiera ser libre finalmente de él.

-¿Ya viste lo que hay en la caja? -volvió a preguntar.

-Obviamente no, tu sirvienta apenas la trajo.-me acerqué a la caja. Y la observé por un instante.

San soltó una carcajada que me pareció extraña. No era una de sus sonrisas crueles e irónicas que de siempre, sino que parecía reír por algo que genuinamente le causó gracia.

-¿Qué? -pregunté bruscamente porque no me parecía su comportamiento.

-Nada.

-No, dime -le pedí fulminándolo con la mirada a través de la pantalla. Lo vi morderse los labios para ocultar su sonrisa y pensar si debía compartir sus pensamientos conmigo o no. Al final decidió hacerlo.

-Suenas como alguien a quien le gusta dar ordenes. -dijo finalmente.

Me quedé callado. No entendí a qué se refería. Que tonto era...

El contenido de la caja finalmente llamó mi atención. No sabía qué esperar, pero lo que encontré no fue mejor que todo lo que ya había vivido ¡Finalmente había llegado mi ropa interior! Pero viéndola, prefería no utilizar nada.

-¿Qué es esto? - le dije tomando una de las bragas de encaje que había dentro de la caja y la sostuve a la altura de la pantalla. Totalmente desconcertado por lo que veía.

-Querías ropa interior ¿no?

-¿Estas loco? Esto es diminuto y luce como lo más incómodo del mundo. No voy a usarlas ni de broma. Ni siquiera son de mi talla.

Solté la prenda con desprecio para que volviera al lugar que le correspondía: dentro de la caja.

-No, estoy seguro de que son tu talla.

San soltó el volante por unos segundos para hacer un ademan con las manos, dándome a entender que sólo con manosearme había adivinado cuanto media mi culo. ¿En serio? Enarqué las cejas y dejé la pantalla sobre la mesa.

Necesitaba un momento para controlar la creciente rabia en mi garganta. Observé de nuevo el contenido de la caja y me di cuenta de que no solo había bragas, sino otras piezas de lencería como ligueros y arneses.

-¿Qué pretendes que haga con todo esto? -le pregunté sin entender.

-Quiero que las utilices, por supuesto. Desde ésta noche. Cuando llegue a casa quiero verte en algo de eso. Utiliza el conjunto rojo.

Tardé varios segundos en buscar y observar a la prenda que se refería. Tomé la prenda de encaje entre mis manos y abrí la boca sorprendido al verla ¿Qué rayos era esa cosa?

Estaba tardando mucho en procesar lo que me estaba pidiendo.

-Déjame ver si entiendo. ¿Quieres que use el maldito tapón y también una de estas cosas?

-Así es. -una sonrisa escapó de sus labios.

Abrí mis ojos a causa del coraje.

-Te odio tanto ¡No lo voy a hacer!

-Oh supongo que prefieres ser castigado...

Me quedé callado. ¡Por supuesto que no!

-Es humillante lo que me haces...

San guardo silencio esta vez.

-De acuerdo, no te castigaré sino lo haces, pero...si lo haces, puedo considerar darte algo a cambio.

El silencio se prolongó demasiado. Las palabras de Jiwoo de pronto fueron un eco en mi cabeza. Este era el juego de San y al parecer estaba a punto de decidir entrar o no, pero todo indicaba que era mi único modo de salir de aquí.

-¿Qué quieres decir?

-¿Qué te gustaría que te diera a cambio de hacer lo que te pido?

-Quiero mi libertad. -debía estar loco por preguntar algo tan obvio. -Quiero salir vivo de tu maldita casa para siempre y que me dejes en paz. No quiero verte nunca más en mi vida, eso es lo que quiero.

Soltó otra carcajada, pero esta vez fue cruda y malvada. Por supuesto, ignoró mi comentario por completo.

-Piensa en algo razonable, cachorrito. Alguna comida en especifico, algún juguete con que entretenerte...no lo sé. Piensa, y consideraré dártelo. Te dejo, tengo trabajo que hacer, pruébate todo lo de la caja. Y ésta noche ponte lindo para mí.

Colgó de repente, sin darme tiempo para objetar algo más. Arrojé la tableta contra el suelo y ésta se estrelló y se rompió en pedazos. Esperaba no recibir otra llamada de él en mi vida. Esto tenía que ser una maldita broma.

.

.

.

Gracias x leer. Aquí Moon :3

La Casa De La Mafia: SANSANGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora