Lloré durante todo el camino de vuelta a casa.
San tuvo que cargarme tanto para salir de aquel bar como para subir a la camioneta, y después para llevarme a mi habitación. Yo lo dejé hacer, simplemente porque estaba seguro de que mis piernas no lograrían sostenerme. Caería en el primer lugar que pudiera y me echaría a llorar hasta que el último aliento de vida se esfumara.
En cuanto me dejó en la cama, me hice un ovillo y me aferraré a las sábanas. Las horribles imágenes de esa noche rondaban sin cesar por mi cabeza una y otra y otra vez. Una mezcla inexplicable de emociones, una revelación asfixiante. Quería abrirme las venas en ese momento, saltar por el balcón, hacer que todo esto terminara de una vez por todas.
Un sonido sobre la mesa al lado de la cama llamó mi atención y giré con dificultad para ver de qué se trataba. Era mi collar verde. Observé a San, él me miraba de un modo que nunca había hecho. No parecía estar disfrutando de esto, pero tampoco arrepentirse. Lucía cansado y tan harto de la situación como yo.
Dejó el objeto sobre la mesa y salió sin decir más.
Entendía que ir a ese bar había sido mi castigo por lo que ocurrió con Soobin. Un castigo demasiado cruel. Me abracé a mi mismo mientras sentía como las lágrimas calientes corrían sin control por mis mejillas de nuevo.
(-) (-) (-) (-)
Había muchas cosas que ahora me quedaban claras, la primera: me había equivocado con respecto a San. Sin duda era una de las peores personas que había conocido en toda mi vida. Seguramente ni siquiera su familia sabía los gustos extremos que tenía. No quería creer que el señor Hongjoong podría aceptar algo como eso. Lo que me llevaba al segundo punto: San frecuentaba ese lugar.
Nunca había tenido tanto miedo como lo tuve en aquel sitio. Las cosas horribles que hacían ¿San las había hecho también? ¿Se había puesto algún límite?... derramé un par de lágrimas. Aún intentaba pensar que había grados que él nunca cruzaría, pero.... otra parte de mi, decía que no fuera un tonto, que no buscara excusas donde claramente no las había. Ya sabía que sus manos tenían sangre de criminales, pero también tenían de personas inocentes ¿Cuántos omegas habían muerto sin justificación sólo para satisfacer su placer?
La tercera: aunque él fuera horrible, no podía culparlo, tal vez ni siquiera odiarlo. Al menos, no más que a mi. No sabía quién de los dos tenía más vidas inocentes cobradas.
No pude evitar pensar en todos los omegas que ayudé a vender. A cuántos les había tocado un horrible destino como aquel chico de anoche, ¿a cuántos no habían torturado en las paredes de ese bar? ¿Cuántos no habían terminado bajo el poder de alfas como San?
Y yo había ayudado a todo eso. A cambio de unas pobres unidades de plata que ni siquiera tenía ahora.
Cuando amaneció, solo quería y podía pensar en una cosa, así que, con todo el trabajo del mundo, me puse de pie y salí de la habitación. Las huellas de mis manos volvían a estar activas en los paneles y sabía que probablemente la regla seguía siendo la misma, debía utilizar el collar para andar por la casa, pero ni de chiste volvería a usar es cosa. Daba igual lo que San dijera.
Era fin de semana así que él estaba en casa. Aún era temprano, seguramente estaría en su habitación. Me dirigí hacia allá.
Cuando entré todo lucía tranquilo, la cama aún destendida, las ventanas abiertas y las cortinas blancas se balanceaban suavemente con el fresco viento. Me senté por un momento en la cama, desprendía el delicioso aroma de su piel, no pude resistir y tomé una de las sábanas para aspirar su aroma. Los ojos se me llenaron de lágrimas, de nuevo.
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La Casa De La Mafia: SANSANG
FanfictionSansang. Omegaverse. Kang Yeosang era conocido como Dóberman, un beta de los suburbios más peligrosos de toda la ciudad, dedicado a la trata de la raza más pura de la sociedad, los omegas. No recordaba cómo había llegado a ese negocio, ni tampoco c...