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Esto era muy adictivo. Y eso era malo.

San se quedó conmigo por el resto de la tarde. Nos trajeron comida a la habitación, pues al haber llegado de deprisa del trabajo directo a saciar mi deseo, no había probado alimento. Eso sin mencionar las calorías que había gastado. Sin duda necesitaba recuperarse.

Quien trajo la comida fue Nay y me sentí aliviado por eso. No deseaba que la cara de pocos amigos de Jiwoo me arruinara el momento. La chica estaba muy apenada por entrar y vernos desnudos, bueno, no totalmente desnudos. San tomó prestado uno de mis pants y yo permanecí cubierto con las sábanas. Vi cómo sus mejillas se coloreaban por completo, dejó la bandeja sin querer vernos. No era un secreto lo que hacíamos, pero aún así imagino que debía ser incomodo para los empleados.

No hubiera interrumpido su retirada, pero necesitaba que alguien cuidara de Monny, así que le pedí que se lo llevara por el resto del día. El pobrecito se había escondido en el baño todo este tiempo. Nay asintió, aun con la mirada baja y corrió hacia el baño para tomarlo en brazos y se lo llevó.

Ya me encargaría de cuidarlo, mimarlo y pedirle perdón por tanto escandalo después.

En cuanto nos volvimos a quedar solos, nos reímos por lo vergonzoso del asunto, y volvimos a estar juntos.

No podía creer que finalmente había pasado, finalmente me había besado. Yo estaba sonriendo como un idiota. Aún entre bocados no podía resistirme a sus besos. Lo mejor y más divertido fue el postre, con un poco de mermelada, fresas y crema. Como si no fuera suficiente del dulce sabor de sus labios por naturaleza.

Durante todo el rato que duró la comida, San no dejó de hacerme cosquillas ni de besarme, platicaba acerca de algunas cosas sin importancia y luego volvía a abrazarme.

Nunca me había sentido de esta manera con nadie, y ahora que había probado sus labios, estaba totalmente perdido. Esto era diferente. Era absurdo sentir que el corazón se me salía con cada beso que me daba. Era absurdo querer más de él.

Dormimos juntos esa noche y tuvimos sexo, pero de un modo tan suave y gentil que no habíamos tenido nunca. Sin prisas, sin golpes, sin jalones, sin mordidas, ni arañazos. Y aquello había sido producto de esta nueva droga llamada besos. Se me adormecieron los labios y quedé lleno de saliva, pero valió la pena porque simplemente no podía parar. No podía soltarlo, supongo que era la sensación de vacío por tantos besos que me había negado.

Pero lo mejor fue que, por primera vez, ambos estábamos completamente sincronizados. Pues él tampoco tenía ganas de soltarme...

Por un momento pensé en la posibilidad del todo. En tener todo con él. Pero mi realidad me golpeó con la misma rapidez con la que la ignoré por sólo un instante.

Yo seguía siendo su prisionero.

Este cambio en la dinámica no cambiaba la realidad en la que nos encontrábamos. El hecho de que esta vida era simplemente una pesadilla que se estaba convirtiendo en sueño, no la hacía realidad.

Aunque, si era sincero, no había demasiado por lo que quisiera regresar a mi yo de antes, a ese departamento solitario y viejo, a mi vida de contrabandista y comida rápida. Quizá lo único que extrañaba era mi motocicleta y las carreras por la autopista de la costa al atardecer. Eso había sido lo único bueno que tenía.

Aún así, necesitaba saber qué había pasado, por qué ahora era un omega. Recuperar mi dinero si era posible y luego, tal vez...

Tuve que detener mis pensamientos, de lo contrario la cabeza iba a partírseme en pedazos.

No sé en que momento de la noche ambos caímos dormidos y por primera vez desde que había llegado a ese lugar descansé profundamente sin soñar absolutamente nada.

La Casa De La Mafia: SANSANGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora