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Había pasado la vergüenza del celo, admito que al principio me costó mucho trabajo ver de nueva cuenta a San a los ojos, pero él no hizo hincapié en el asunto aunque a veces me observaba con una sonrisa sardónica. Sin duda recordando como le ofrecí mi culo sin vergüenza alguna.

Fuera de esos instantes incómodos nuestra rutina continuó del mismo modo, sólo que cambió una pequeña cosa...

No sé cómo logré convencerlo, pero San me dio lo que le pedí.

Por supuesto que pensó que era muy extraño que le pidiera algo como eso, me justifiqué diciendo que estaba solo. Al principio me dijo que no, que  cuidar un perrito era demasiada responsabilidad. Le dije que obviamente Jiwoo tendría que ayudarme, era su trabajo, ¿no? No fue fácil convencerlo y no me dijo que sí al primer intento, pero al final lo conseguí.

Un día, por la mañana, después de tomar una ducha encontré una gran caja gris con un moño sobre la cama y al ver que un ladrido vino del interior corrí a abrirla y encontré a la criatura más adorable de todo el mundo. Lo tomé de inmediato en mis brazos y el cachorro, muy emocionado, movió su pequeña colita hacia todos lados y me besó el rostro.

Sonreí y miré hacia un lugar dónde sabía estaba la cámara de vigilancia y sonreí lleno de felicidad. No pude ocultar la alegría de tenerlo. En el interior de la caja había alimento y algunas cosas para cuidar bien de él. Ahora tendría que enseñarle dónde hacer su necesidades. Y aunque pensé que la tarea sería sencilla, resultó no serlo en absoluto. 

Sin embargo, después de unos días me di cuenta de que  tener al cachorro fue mejor de lo que esperaba, pues mi vida ya no era tan solitaria, ni tampoco aburrida. Después de muchos intentos logré enseñarle dónde tenía que hacer del baño y creí buena idea intentar enseñarle algunos trucos. 

Todo fue muy bueno, aunque la principal razón para tenerlo, no era ninguna de esas.

—Aquí está tu comida —dijo Jiwoo —me retiro.

Desde aquel día que encontré al niño en el corredor, el intercambio de palabras entre ambos se había limitado aún más. Definitivamente ella tenía miedo de que se me soltara la lengua y pudiera decirle sobre ese asunto a San en cualquier instante. No la culpaba por ello. 

Una vez que Jiwoo se iba, yo tomaba un pequeño trozo de la comida y se lo daba a probar al cachorro, entonces esperaba unos quince minutos para ver qué efecto hacía. Sabía que era  muy cruel lo que estaba haciendo. Siendo honesto no quería  que algo le pasara al pobrecito, pero tampoco iba a arriesgar mi vida. 

Por suerte y después de unos días, al perrito no le pasó nada e incluso quería mas de mi comida, pero sabía que no era lo mas sano para él, así que una vez comprobado que no había veneno en el plato, lo regresaba al suelo. 

—No —le decía —tu ve por tus croquetas, anda. -por supuesto que el pequeño siempre me observaba con reproche.

—¿Crees que no sé lo que estás haciendo?

Aquella voz me hizo soltar un grito. San se encontraba de pie recargado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados mientras me observaba. Mi pequeño amigo soltó un ladrido y corrió hacia él. No sé si pensaba alejarlo siendo bravo o si ladraba a causa de la emoción de verlo, pero San terminó reclinándose y tomándolo en sus manos, entonces el perrito dejó de ladrar y se dedicó a olfatearlo por unos segundos y después comenzó a moverle la colita y a llenarlo de besos.

Sin duda el pequeño maltés era un gran guardián.

San dio unos pasos al interior de la habitación, yo estaba sentado sobre mis pantorrillas en medio de la cama. Él se acercó hasta el borde de la misma y me observó. 

—¿Cómo le pusiste?

—Se llama Monny —me acerqué un poco y le acaricie la cabecita al cachorro, aun en las manos del mercenario. 

—¿No crees que es cruel tenerlo como tu copero?

Su pregunta me provocó un breve escalofrió, había descubierto mi estrategia.

—No, no es mi copero —dije intentando no verlo a los ojos y finalmente decidí tomarlo de entre sus manos y abrazarlo yo. San se sentó a mi lado.

—¿Por qué de pronto tienes miedo de ser envenenado? Llevas más de tres meses en esta casa y no te ha pasado nada. 

Monny por algún extraño motivo quería seguir jugando con San así que brinco de mis piernas hacia las suyas. Hmmm, que traidor.

—Ya te dije que no es mi copero y no tengo miedo de ser envenenado —intenté que simplemente olvidara el asunto. 

—Aja, ¿te peleaste con Jiwoo?

—No...

—No quieras verme la cara de tonto, dime qué fue lo que pasó.

Lo observé directamente a los ojos esta vez y comprendí que no había espacio para juegos. Por un momento pensé en decirle la verdad de una vez por todas, pero algo en mi se contuvo. 

—No es nada, de verdad, sólo precaución.

No me creyó, pero Monny estaba siendo tan latoso sobre su regazo que prefirió ponerle atención y admito que nunca pensé que alguien como él pudiera ser cariñoso o tierno con los animales. 

—De acuerdo, no te presionaré esta vez, pero...

Sacó del bolsillo de su saco un objeto que al principio no entendí que era. 

—Un brazalete de comunicación —lo colocó en mi mano izquierda y no pude evitar abrir los ojos con sorpresa ante un  regalo como ese. —No te emociones. Está bloqueado, sólo puedes comunicarte conmigo, con Hongjoong y con Jiwoo, aunque no creo que quieras hablar con ella, ¿o sí?

Rodé los ojos ante ese comentario, pero de inmediato regresé al asunto del brazalete. 

—¿Por qué me das esto?

—Para emergencias, algún día podrías necesitarme. 

Sus ojos me observaron de un modo que hizo que me ruborizara contra mi voluntad, ¿se refería a si volvía a entrar en celo? Como fuera, era bueno tener un brazalete aunque estuviera bloqueado, tal vez, con un par de trucos podría conseguir desbloquearlo y hacer de las mías. Obviamente el mercenario no imaginaba la posibilidad de que yo pudiera ser un hacker. Tristemente, no lo era, pero sabía algunas cosas.

—Bien, gracias —dije al final. 

San se acercó un poco más.

—¿No vas a agradecerme?

—¿A qué te refieres? es un regalo —le dije poniendo mi mano en su pecho para detenerlo. 

—Sí, pero fue un largo día de trabajo

Repentinamente me tomó de las piernas y caí de espaldas contra el edredón de la cama, él se colocó encima de mi y se acercó más. Monny intervino dando un salto entre los dos y soltando un ladrido. Yo reí por eso, pero a San no le pareció.

—Agh, vete para allá —le dijo tomando al cachorro y casi empujándolo para que bajara de la cama.

—¡Oye! —le reproché cuando oí un chillido salir de Monny ante el brusco movimiento. 

—Estará bien —volvió a acomodarse entre mis piernas y terminó acorralándome por completo, no tenía otra salida más que dejarlo hacer lo que quisiera. 

—Mi comida se va a enfriar...

—Que se la coma tu perro.

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Perdón por tardar T_T aquí Moon.

Gracias x leer. 

La Casa De La Mafia: SANSANGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora