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Tenía que admitirlo, había sido una noche peculiar. Estaba agotado, tanto física como emocionalmente. Aún no podía pensar con claridad sobre todo lo que había pasado. Cada vez era más difícil poner nombre a lo que sentía. Tenía miedo de perder por completo la cabeza en cualquier momento.

Después de aquella ducha, San propuso que desayunáramos juntos, pero lo que yo realmente quería era dormir más, así que preferí volver a mi habitación. Me prestó una bata de baño para no tener que caminar desnudo por el corredor y llevé la toalla con la que aun estaba secando mi cabello.

Aún era temprano y la luz de la mañana me daba una calidez agradable sobre la piel. Era la más tranquila que había tenido en mucho tiempo, aunque el cuerpo me doliera. Finalmente salí de su habitación y cerré la puerta. Estaba a punto de dar los primeros pasos cuando de pronto me detuve en seco y solté un grito de sorpresa.

¿Q-u-é e-r-a e-s-o f-r-e-n-t-e a m-i?

Sus ojos eran de un marrón resplandeciente, y el fino cabello castaño se la pegaba a la blanca piel de su frente. Abrió su diminuta boca en una "O" debido a la sorpresa de verme. Tendría a lo mucho tres años y jugaba en medio de la alfombra del pasillo con unos peluches.

Me quedé estático, pensando que estaba comenzando a tener alucinaciones.

Era un niño, un niño chiquitito.

Antes de que entrara en pánico y comenzara a gritar por ayuda, escuché unos pasos agitados subir por las escaleras.

-Yejun -el niño se volteó al escuchar su nombre.

Unos cabellos castaños se asomaron por las escaleras, se trataba de un hombre joven y delgado que en cuanto vio al niño esbozó una sonrisa y corrió hacia él -¿qué estás haciendo aquí, mi amor?

El hombre no se percató de mi presencia a primera instancia, se acercó de inmediato al niño y lo recogió en sus brazos, pero cuando se incorporó y levantó la mirada, sus ojos se abrieron con sorpresa al verme.

Los dos nos quedamos quietos y en silencio por unos instantes. Estaba tan confundido como yo. No pude evitar preguntarme quién era y qué hacía en esa casa. Nunca lo había visto y de hecho creí que no vivía nadie más.

Lo primero que me quedó claro cuando me atreví a recorrerlo un poco con la mirada, fue que él no era nadie de servidumbre, pues la ropa que llevaba, aunque holgada, lucía cara y elegante, era alguien de otra clase con tan solo verlo.

-Lo siento. -dijo con duda. Yo no pude decirle absolutamente nada -No te interrumpiremos - dirigió una mirada hacia la puerta de la recamara de San, el pequeño bebé se removía en sus brazos. El chico me dirigió una última mirada y se dio la vuelta para bajar rápidamente por las escaleras llevándose al niño y los peluches consigo.

Tardé varios segundos en reaccionar.

¿Un bebé?

¿En esta casa?..

Me acerqué de inmediato al balcón para poder verlos de nuevo y comprobar que no había sido una ilusión.

-¿Qué estabas haciendo allá arriba? -le preguntó Jiwoo en un susurro molesto al chico, desde la planta baja. Ella se había acercado. Lo tomó del brazo y lo jaló a su lado. Él respondió en un tono tan bajo que no pude entender sus palabras.

-Sabes que no le gusta que vengan a la casa sin avisarle.

-Lo sé, pero tenía que ....

De nuevo no pude escucharlo debido al volumen de su voz.

Pero el corazón comenzó a latirme con fuerza. ¿Quién era él? ¿Quién era ese bebé?

Debieron sentir mi mirada, porque después de unos segundos, ambos se dieron la vuelta y me observaron. Hubiera querido salir corriendo, pero estaba tan confundido que no pude hacer nada más que quedarme agazapado en aquel balcón, viendo al chico de ojos marrones iguales a los de ese bebé.

La Casa De La Mafia: SANSANGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora