восемь⁸

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Un mes pasó desde que me integré con esta nueva sociedad y han pasado muchas cosas, no volví a cruzar palabra con el Coronel es más ni siquiera lo he vuelto a ver, según escuché por los pasillos el pobre hombre lleva una vida muy ajetreada con una agenda muy apretada; eso explica su cara de estreñido y esa mirada cansada que le da a todo el mundo.

Pasando a otros temas más relevantes descubrí que las personas en este lugar parecen robots, muchos incluso carecen de personalidad es como si todos hubieran sido impresos con las mismas cualidades emocionales y la misma forma de pensar, para colmo las personas que no cumplían con ese requisito de personalidad eran castigadas, el castigo podía ir desde no cenar hasta estar en confinamiento por una semana entera. Lo que quiero decir con "misma personalidad" es que todos actúan y piensan de la misma manera, cuando alguien se sale de esa línea es cuando llega el castigo ; según me contó Elena, una de las señoras que está conmigo en la cocina, había un castigo mucho peor que solo un pobre desafortunado había tenido que vivirlo hasta ahora.

Los horarios son muy estrictos, si llegas un minuto tarde ya sea a la cena se te priva el derecho de tenerla por ese día, o el trabajo, si llegas tarde a tu labor se te castiga duplicando las horas que debes de trabajar, eso sí, por lo menos tienen el derecho de la comida que se vea involucrada en ese lapso de tiempo de trabajo.

No he podido descubrir algo acerca de la niebla que aparece durante las noches, siempre aparece después de la última alarma nocturna y nadie parece rondar los pasillos a esas horas, y yo no me he atrevido a ver las consecuencias de desafiar alguna de las reglas que hay en este lugar; quizás he estado muy ocupada conociendo las costumbres y reglas que se han creado acá como para si quiera pensar en dejar salir mi lado explorador y curioso.

-Nor cariño ¿Puedes ir a la enfermería por un nuevo botiquín? -Elena me saco de mis pensamientos con su cálida voz.

Esa es otra cosa, en la cocina son muy comunes los accidentes y no son para nada cosas pequeñas que deban de tratarse con un botiquín, solo que las personas de este lugar siempre dicen que no quieren molestar con nimiedades y de verdad que no es una nimiedad que con un cuchillo te cortes medio dedo; descubrí que la gran mayoría de personas que cocinan en este lugar tienen menos de siete dedos... Me he tomado el atrevimiento de ser muy observadora.

Carmen una mujer de cuarenta años me explico que ninguna persona del refugio desea molestar con estas cosas porque saben que los recursos médicos son limitados, así que deciden morderse la lengua y buscar soluciones rápidas a problemas grandes, todo esto es simplemente horroroso.

-Hola Mili ¿Me das otro botiquín? -Me asome por una rendija de la puerta intentando parecer tierna y lograr manipularlo para que me dé lo que quiero sin que pregunte algo al respecto, no quiero describir la nueva razón del porque acabamos el botiquín que nos dio ayer en la mañana.

-Es el cuarto esta semana, Nor -Contestó mientras se paseaba por el cuarto buscando lo que yo necesito.

-Si, bueno... ¿Qué te puedo decir? -Con una mirada sarcástica y una sonrisa cansada le hice saber lo obvio.

-Deben de tener más cuidado, a este paso no vamos a tener quien nos cocine -Intento bromear.

-Como si cocinar para más de trescientas personas fuera fácil -Expresé sin ganas de argumentar algo.

Di un vistazo por todo el lugar hasta llegar a un bulto en la camilla, me sentí desconcertada por un momento ya que normalmente Mili no me deja pasar cuando hay alguien dentro, con la curiosidad picando en las palmas de mis manos y en mis pies, caminé sigilosamente hasta llegar al lado de la persona que descansaba tan plácidamente en esa incómoda cama, antes de intentar descubrir quién era me di cuenta que esta persona estaba canalizada a una bolsa con suero y otros medicamentos.

Exterminio [Saga NK64]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora