El Mundo es Cruel

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Seguía mirando al techo pensativa. Subí mi muñeca y la miré, tenía la pulsera que él me había dado. Recuerdo cuando mis padres contrataron a una tutora, la Sra. Davidson. Ella era muy cariñosa y yo la apreciaba mucho. Un poco después de que comenzó a vivir con nosotros por mis clases y ella trajo a su hijo. Nick, él era completamente distinto a mí. Era muy alocado y siempre andaba feliz. Me agradaba mucho, siempre nos divertíamos mucho juntos. Conforme fuimos creciendo nuestra amistad se hacía más fuerte y llegué al punto en el que me gustaba Nick y no quería perder su amistad así que nunca le dije nada. Nick se me declaró un día que veníamos de camino a casa. Yo estaba muy feliz y empezamos a salir. Pero no por mucho tiempo.

Un día su madre le diagnosticaron cáncer, lo cual hizo que Nick estuviera devastado. Él estuvo cuidando de ella hasta el día que murió. Él había empezado a cambiar y solía enojarse mucho conmigo por cosas insignificantes. Un día llego y me dio esta pulsera azul, esto fue un "adiós".

–Esta pulsera significa nuestra amistad –su voz estaba ronca–. Nunca me olvides, porque yo nunca te olvidaré, Emma –me habló con su tono seco, aunque tenía la voz algo quebrada. Yo no pude evitar que mis lágrimas bajaran por mis mejillas. Él secó mis lágrimas con las mangas de su suéter y me sonrió.

–Te quiero, Emma –me besó la mejilla y se fue en el auto para el aeropuerto.

–Yo también –murmuré y lágrimas caían en mis mejillas sin parar.

No me explicó por qué se iba. Supuse que ya había cambiado lo suficiente y no quería estar en la cuidad donde murió su madre. Pero realmente quería saber a dónde iba y no quería que me dejara; mucho menos con un par de padres como los que tengo.

Estaba bastante triste, pero cuando veía la pulsera sabía que la amistad que teníamos desde la infancia nunca iba a poder ser borrada por nada ni nadie. Sonreía mientras veía la pulsera, cuando recordé que a las 4 debía ir a la clase de química a limpiar.

"Maldición, ¿Qué hora es?"

Miré el reloj y eran las 4:15.

–Ay, no. Quién sabe qué reprendida me darán ahora –musité.

Me levanté de la cama y salí corriendo hacia la clase de química. Entré y Alexis estaba sentado en el escritorio del Sr. Robinson mientras usaba su celular. Subió su mirada y se veía un poco molesto, pero luego sacó esa sonrisa pícara que tiene.

–Miren quién decidió llegar... Un poco tarde, ¿no? –preguntó sentado en el escritorio. Yo caminé hasta el escritorio.

–No estoy tarde, son solo 15 minutos y ya –me defendí y puse los ojos en blanco.

–Uy, pero que rebelde –se rió–. Ven, acércate.

–¿Q-Qué? No, ¡¿qué te pasa?! Jirafa pervertida –exclamé alejándome un poco.

–Ay Dios, que molesta eres enana. –Bajó del escritorio y se acercó a mí. Yo ni me moví, estaba paralizada y algo nerviosa.

–¿Qué? –Pregunté mientras él me miraba.

–Es solo que... Ah –seguía mirándome. Estaba a punto de golpearlo. Luego comenzó a acomodar mi uniforme, yo estaba sorprendida.- ¿Viniste corriendo o algo? -preguntó aguantando la risa.

–N-No –tartamudeé.

–"¿Este idiota tiene cámaras que me vigilaran o algo?" –pensé.

–Tranquila, no es como si tuviera algo para vigilarte –Dijo sonriendo. ¿Pero qué rayos? ¿Ahora también lee mentes?

–Tampoco leo mentes, no te preocupes –sosegó la atmósfera guiñándome el ojo–. Entonces... ¿comenzamos a limpiar o quieres una reprendida más grande del calvito.

Sangre AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora