20. Cómo amar

438 45 48
                                    

Durante los primeros 45 minutos de la cita, Bucky no pudo dejar de darle vueltas a lo que Steve le dijo antes de marcharse. Como si se hubiera tornado muy personal lo que esa lección significó realmente.

—Bucky, ¿estás bien? —preguntó Sam deteniendo su relato y mirándolo preocupado.

—Si, si, perdóname Sam, solo estoy algo desconcentrado. ¿Qué me decías?

—Te estaba contando sobre la primera vez que me regalaron una revista de National Geographic en mi cumpleaños.

—Oh claro, continúa. —alentó Bucky poniendo finalmente su atención en él.

—Como decía, cuando mi padre me preguntó que quería yo solo sabía que quería algo que tuviera que ver con el antiguo Egipto y entonces fue ahí que me encontré un anuncio de las suscripciones de National Geographic en el periódico...

Wilson prosiguió con su anécdota y el viento frío de afuera se coló al lugar cuando un cliente abrió la puerta. Sin poder evitarlo, metió las manos a los bolsillos de aquella chamarra pero se percató de una bola de papel dentro de uno de ellos. Extrañado, Bucky sacó el trozo de papel y procedió a desarrugarlo, encontrando por dentro una pequeña nota que lo dejó sin aliento y le sacó una gran sonrisa:

Bucky, tú deberías de estar en museo.

—Steve R.

Y fue ahí cuando finalmente la realidad lo golpeó. Durante todo este tiempo no se trataba de Sam, ¡sino de Steve!

Steve con sus feas medias de fútbol americano pero la sonrisa más perfecta que ha visto en su vida, Steve con el corazón y el alma más bondadosos que ha conocido, Steve con los besos y caricias más dulces que ha probado, Steve y sus intentos por tratar de que permanezca a su lado, Steve consolándolo cuando sus demonios se apoderan de él... Steve, Steve y solo Steve.

Aquella lección no había sido más que Steve abriéndole su corazón ante lo que él sentía y él no había hecho nada más que quedarse allí viéndolo salir con sus esperanzas deshechas.

Se sentía como un idiota por no haberlo visto durante tanto tiempo. Un gran idiota.

—Perdóname Sam, tengo que irme. Verás, yo...y-yo—

—Es Steve, ¿cierto? —preguntó Sam sonriendo con complicidad y enarcando una ceja.

Bucky parpadeó varias veces y abrió y cerró la boca tratando de encontrar las palabras adecuadas pero ninguna apareció.

—Tal vez piensas que soy un psíquico o algo por el estilo, pero de hecho me lo hiciste saber ayer sin querer. —negó divertido— Antes de que te desmayaras en mi cama, cuando aún nos estábamos besando, tú dijiste su nombre. —se encogió de hombros y bebió un poco de su caramel macchiato— No me malinterpretes, si llegué a encontrarte atractivo y todo, pero cuando lo nombraste yo solo no pude evitar sentirme como el villano de una novela romántica. Pensé en esta cita para ver si alguno de los dos reaccionaba pero al parecer ambos son igual de lentos. No hay nada de que arrepentirse, lo único que me ofende es que no te hayas sorprendido con ninguna de mis historias. —se cruzó de brazos fingiendo indignación.

—En serio lo siento, Sam. —torció la boca con vergüenza.

—Pues no lo hagas, ya tendrás tiempo para escuchar mis historias. —le dijo despreocupado guiñándole un ojo— Ahora ve por él. Estamos bien, lo prometo.

—Gracias Sam, te debo una. Eres una gran persona. —le sonrió sincero para luego tomar su mochila y dirigirse a la salida de la cafetería.

— ¡Llámame amigo, ¿quieres?! —gritó Wilson a lo lejos antes de que Bucky cerrara la puerta del local.

One Month to Fall | StuckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora