17. Cómo aprender

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Steve jamás creyó que volvería a estar en la mesa del comedor hablando con su madre de su situación sentimental. La última vez que sucedió fue cuando le había comentado a Sarah que necesitaba ayuda para romper con Cynthia, y vaya que le aconsejó bien. Nunca se había sentido tan aliviado y ahora, todo ese alivio se convirtió en un peso sobre su espalda al cargar con un amor que ni él mismo comprendía.

— ¿Y usaste condón? —preguntó Sarah después de escuchar lo que su hijo había hecho el domingo pasado.

— ¡Mamá! —las mejillas del rubio se colorearon de rojo intenso— Si, Dios. Ese no es el punto. —dijo ocultando el rostro apenado entre sus manos.

—Perdón, perdón. Solo era una duda cariño. —retiró las manos de Steve de su rostro y las tomó entre las suyas—Te gusta mucho, ¿verdad?

La pregunta de su madre resonó en su cabeza una y otra vez mientras rememoraba todo lo que significaba Bucky para él. Realmente, pensar en Bucky era algo que había hecho durante toda su vida inconscientemente hasta aquel momento que empezó a entender el porqué lo hacía. Y fue ahí cuando él mismo se respondió aquella pregunta. Steve no solo gustaba de él, sino que amaba todas las partes que podía tocar y no tocar de Bucky. La forma en que apretaba su mano a los 4 años cuando corrían por Central Park, las pequeñas arrugas que se hacían al sonreír, el brillo en sus ojos grises al ver Indiana Jones, su risa nerviosa antes de cada lección, su piel suave bajo su tacto, esos pequeños rizos chocolate enredándose alrededor de sus dedos, las manos ásperas, los labios mullidos y acaramelados que solo atinaban a dejarlo sin aliento y su fortaleza para confrontar su doloroso pasado.

Esas y muchas más cosas eran solo una pequeña parte de lo que componía al verdadero Bucky. Al Bucky que ocupaba gran parte de sus pensamientos en la noche y que en el día lo hacía fantasear sobre tocar cada centímetro de su piel, volviéndolo loco de tan solo pensarlo.

Si. Lo amaba, y lo amaba mucho.

—Lo amo. —expresó Steve dejando ese peso finalmente caer.

—Oh, mi amor, eso está bien. —acarició sus manos— Pero tienes que hacer algo al respecto no solo para dejarle claro lo que sientes, sino también para estar en paz contigo. Tienes dejar de jugar al casamentero y decirle que lo quieres o de lo contrario vivirás con el hubiera que te molestará durante mucho tiempo y tendrás que verlo irse sin antes aclarar tus dudas. No puedes permitirte eso cariño, no hay peor pérdida que la que uno se provoca por no arriesgarse y no ser honesto con uno mismo.

— ¿Y si me deja de hablar?

—No lo hará, Steve. Eres todo para él y lo sabes. Así cómo él lo es todo para ti. Solo déjalo saber, déjalo entenderte, pero esta vez sin juegos.

—Sabes que no soy tan directo, mamá. —suspiró cansado— Necesito tiempo.

—Solo no dejes pasar mucho, cielo. Realmente no existe el momento perfecto o exacto para hablar del amor.

╰✮╮

Steve regresó al campus después de la visita a la casa de sus padres y se dirigió a la cafetería para hacer la tarea que Carol Danvers —su amiga de la carrera— le pasó del día en que no asistió a clases.

Aunque tampoco era como que no se había tomado otro día libre para variar.

Se sentó y sacó su laptop para comenzar a teclear cuando Natasha llegó y tomó asiento frente a él, mirándolo acusatoriamente.

— ¿Ya me vas a decir qué te pasa o me vas a seguir mintiendo como el otro día que no querías festejar?

Steve suspiró y cerró su computadora para afrontar una de esas "charlas Romanoff" como solía llamarles.

One Month to Fall | StuckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora