CAPÍTULO XIV

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SCARLETT

Paula entró a la habitación con una sonrisa. Una sonrisa extraña. Incluso nostálgica. Se sentó a mi lado en la camilla sin decir nada y recostó su cuerpo.

-¿Estas bien?- asintió y la vi cerrar los ojos.

-Lo que ha pasado en tan poco es...

-Lo sé- solté una risa y se cubrió el rostro con las manos. No dije nada al respecto porque no era el momento ni el lugar de indagar en nada. Sólo rodee su cuerpo con mis brazos y ella rió por lo bajo acomodándose a mi cuerpo. Ya tendríamos tiempo de hablar, de reflexionar respecto a todo lo que pasó, pero no ahora. Decidíamos descansar, liberarnos de la tensión y todo el estrés producido por todo lo que sucedió ayer.

En el silencio, ambas encontrábamos en la mitad un sentimiento que también obligaba a no romper el silencio: El miedo. Ambas teníamos miedo de todo lo que pasaría después. Con nosotras, con su trabajo y con la desaparición de Davis.

-¿Cómo te sientes?- me preguntó mirándome a los ojos. ¿Cómo le decía que mucho mejor por su compañía?

-Bien, mejor. Aunque todavía bastante confundida.

-Es normal- asentí y volvimos a quedar en silencio. Nuestra amistad estaba pendiendo de un hilo, pero sobre todo lo que suponía que intentábamos ser, pero a la vez no. Como una barrera que impedía, pero también una fuerza que empujaba. Una ironía incierta. Y sobre todo, dolorosa. Kamille y Verónica entraron a la habitación. Kamille le hizo una señal a Paula.

-Nos vemos más tarde, ¿esta bien?- asentí un poco confundida.

-¿Que van a hacer?

-Luego te contamos, no tenemos tiempo- Kamille sonrió- Te dejo en excelentes manos- le dio un beso en la mejilla a Verónica y salió de la habitación con Paula.

-¿A donde van?- se encogió de brazos- no te creo, Verónica. Tú lo sabes.

-¿Por que lo asumes?

-No lo asumo, lo aseguro- la señalé y ella soltó una carcajada.

-Relájate, Scarlett- movió su mano- Kamille y Paula a veces son demasiado cómplices, en contra mía sobre todo. Que no sea tan seguro para ti, asegurar eso.

-Sigo sin creerte- me crucé de brazos- ¿Qué van a hacer?

-No lo sé- su teléfono sonó y sonrió- Mira, Jer está llamado para saber como estas.

-Salvada por la campana- la señalé.

-Que suerte tengo- respondí la llamada encontrándome con el rostro de Jérémie, sonriente. Su energía siempre era reconfortante. Y la preocupación que evidencia en sus preguntas curiosas respecto a mi estado de salud fueron una gran ayuda para mejorar mi estado de animo pero no para que el tema de Paula se me olvidara. Las cosas no estaban bien y que saliera así con Kamille, me daba mala espina.

Eliza pasó a revisarme y se quedó conversando un rato con nosotras, justificando el haber llamado a la policía. La entendía, pero sentía que había sido apresurada su decisión.

-¿Puedes pasarme el teléfono?- señalé mi celular y Verónica asintió tendiéndomelo. Cuando lo encendí fruncí el ceño ante las notificaciones y las señales evidentes que dejaban expuesta la manera en que Paula se había y a qué. También los gritos de Arthur, y la forma en que salió de la oficina.

Mierda, mierda.

-Por esto se fue, fue a buscarlo- Verónica levantó la cabeza y me miró- Fue a buscar a Marco, él ya sabe que nos besamos- se levantó mirándome y ella movió la cabeza. Me cubrí el rostro con las manos, aún más mortificada. Era mucho mejor cuando debíamos preocuparnos sólo por lo que nosotras pensáramos de lo que sucedía, que ya era demasiado tortuoso. Ahora tendríamos que ocuparnos de lo que opinara alguien más. De lo que sucediera a nuestro al rededor y no era justo. Mi mente se preparaba para una larga lista de explicaciones, de razones y excusas que llenaran el vacío a las incógnitas que constantemente se hace la sociedad. Innecesario. No le debía nada a nadie. No le debía explicaciones a Marco aunque él en sus mensajes molestos me las pidiera. No era quien.

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