Etapa 13

5 0 0
                                    

SARA PRESLEY

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

SARA PRESLEY

Con mi mirada clavada en mi celular, aún no entiendo cómo mi abuela no ha mandado ni siquiera un mensaje de dónde me encontraba o si estaba bien. Me duele imaginar que, en verdad, si era una carga para ella y ahora está mucho más tranquila sin que yo esté dándole molestias.

Pero, auch, un mensaje por lo menos.

Se que fue mi error y que me lo merezco por ser mala hija, mala nieta y mala compañía, de igual manera yo tuve que haberle dicho mi malestar o como me sentía, sin embargo, decidí callarme.

Pero, también sabía que si hablaba de mis emociones lo iban a minimizar al grado de hacerme ver cómo una dramática…

¿Y Daniel? Ese amigo que puse toda mi confianza, mi corazón y sobre todo, el cual pensé que sería mi mano derecha en esto. Todo por lo que pasó Daniel con la muerte de Angie sentía que quizás él podría entenderme, y explicarle a mis abuelos como es un duelo, Daniel no tiene la autorización para decirme que no fume, que no decaiga y que no piense más de lo normal ¿Por qué? Porque él vivió lo mismo que yo, incluso peor. Ahora se adueñó de mi familia, de mi hogar, ¿y no es capaz como para ver si sigo viva? Increíble.

Cada día me está decepcionando. Lo espere de todos, pero menos de Daniel.

Salgo de la habitación y miro a Adam enfocado en la cocina. Solamente tomo asiento en la silla del comedor con el teléfono encendido esperando que por obra de magia llegue un mensaje de mi abuela diciendo que sí podemos hablar.

Lo que más me duele es tener que separarme de mi abuelo, él me necesita tanto como yo lo necesito a él. Extraño cuando me rodeaba con sus brazos, reía conmigo al punto de hacerme olvidar mis problemas. Él me entendía cómo nadie más lo hacía… Si le llega a pasar algo, no podría perdonármelo.

—Ey—Adam deja el plato sobre la mesa para después levantar mi barbilla—¿Qué está pasando por esa mente?

Adam recorre la silla para sentarse a mi lado.

—Nada, solo que me sorprende que mi abuela no se ha comunicado conmigo—mascullo en voz baja—Pensé que por lo menos le importaba un poco…

Él toma un sorbo de café.

—Jamás me contaste verdaderamente que fue lo que pasó ¿Cuál fue el motivo?

Miro mi encendedor sobre la mesa.

—Yo no puedo fumar, Adam. De eso todos estamos consientes, pero después de dos meses de la muerte de Elián mi perspectiva del tabaco cambió por completo. ¿No te pasa que llega un punto en el duelo que uno se siente desesperado? ¿Cómo con tanta ansiedad que no logras como sacarla?—Adam asiente con su cabeza—Entonces comencé por un cigarrillo diario, dos al día, media cajetilla, hasta que la adicción fue tan grande que me acababa 20 cigarros al día…—me arrepiento—Mi abuela quería que tuviera un mejor control en el hospital, pero con tan solo un estudio todo se iría al carajo, porque iban a descubrir que ingería sustancias tóxicas…

Cumpliendo Nuestras PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora