5

6 1 0
                                    

Si algo tenía claro era que jamás dejaría que alguien le viera la cara de imbécil, así que con la decisión que tomo de llevarse a Anala dos veces a la semana a su oficina sería más que suficiente para desenmascararla.

Su jefe de escolta manejaba por la ciudad de vez en vez lo miraba y lo notaba más serio que en los últimos años, si bien su relación era estrictamente laboral si podía darse el lujo de encararlo en ciertas ocasiones y circunstancias, su asistente y el eran las únicas personas a las cuales les permitía rebasar esa línea que el inmediatamente ponía con su personal.

- Señor discúlpeme que me entrometa en un asunto que no me compete pero dadas las circunstancias

- Dime Roberto

- Está seguro de llevar a la señorita Álvarez a su oficina, creo que hay otras formas si usted me lo pide yo podría...

- No sé de qué hablas Roberto...

- Discúlpeme pero es obvio el interés que tiene

- Roberto esta conversación esta yendo hacia la nada, además es impensable que yo te pida que la investigues

- Señor, es bien sabido que el señor Arciniega investiga a sus empleados si no estuviera limpia no estaría trabajando con ellos

Las palabras de Roberto lo descolocaron, realmente él no se sentía atraído por ella o sí?

Anala no sabía cómo sentirse, se sentía enojada por como el señor Covarrubias la estaba arrastrando fuera de su zona segura, tenía incertidumbre, que ganaba el con llevarla a su empresa, como si eso hiciera la diferencia. Al salir de la oficina fue a ese lugar al que le gustaba perderse, su jefe sabia de sus clases clandestinas de canto, le gustaba hacerlo, lo disfrutaba, se podía perder ahí, muchos admiraban su forma de cantar, de interpretar aunque ella no se sentía buena, había tenido varias invitaciones para hacerlo profesionalmente pero dadas las circunstancias de su vida siempre tuvo que negarse y hoy más que nunca, jamás arrastraría a su pequeño, jamás lo expondría así que ese sueño lo dejo a un lado pero no del todo, porque ahí estaba cantando frente a la clase. Su profesor Lucien se sentía atraído por ella, ya la había invitado a salir en algunas ocasiones y ella se negaba siempre, era guapo... muy guapo cantaba muy bien, alto, con una voz grave demasiado varonil, ojos miel, apiñonado, una barba perfectamente delineada, sí; realmente podría ser el sueño de muchas y algunas alumnas no ocultaban el gusto que tenían por él, pero Anala simplemente parecía ignorarlo como si sus ojos hubieran visto a un simple humano.

Realmente no lo ignoraba simplemente no quería abrirse a alguien, sin duda lo había visto incluso las primeras clases se ponía nerviosa por su mirada, pero ella aún no estaba lista para salir con alguien, al menos no en el ámbito amoroso; para eso tenía que trabajar en ella, recuperar lo que fue y hacer una mejor versión de todos esos pedazos que ha ido recogiendo con el paso del tiempo. Si algún día conocía a ese "alguien" que fuera su apoyo definitivamente lo tomaría pero aun no era su tiempo y lo sabía, jamás se atrevería a dar migajas de amor o lastimar a alguien. Aunque Lucien no perdía esperanza de que algún día pudiera salir con ella...

Estaba parada frente a ese enorme edificio, vidrios con doble altura, alzo la mirada para contemplarlo, solo dos días, cerró los ojos tomo aire y se adentró a aquel lugar.

- Buenos días señorita Álvarez bienvenida al conglomerado Covarrubias; es un placer conocerla –dijo amablemente el guardia del lugar y ella sonrió

- Muchas gracias, el placer es mío –extendió su mano hacia al guardia

- Mi nombre es Samuel

- Gusto en conocerte Samuel, que tengas un excelente día

Tomo el ascensor hacia el piso 19, que estaba pensando cuando decidió tener su oficina en ese piso, bufo por enésima vez. Al llegar se topó con un piso muy iluminado un escritorio del lado izquierdo, del derecho una pequeña sala de espera acompañada de una mesa pequeña y al fondo se veía una puerta negra doble altura, cristales pero no se veía absolutamente nada hacia dentro, se dirigió al escritorio para anunciar su llegada

- Ho...hola que tal buenos días soy Anala Alva....

- Buenos días señorita Álvarez veo que es puntual –escucho esa voz masculina que la interrumpió, encaro al hombre que por un demonio como podía ser posible que existiera un hombre como el, llevaba un traje negro a su medida, una camisa blanca y una corbata azul cielo que hacía ver sus ojos más verdes de lo normal, una barba perfectamente delineada y su aroma tan masculino

- Yo –se aclaró la voz para continuar; - Me gusta ser puntual señor Covarrubias

- Andrea no quiero a nadie en mi oficina hasta que te lo indique –se dirigió a su asistente; - Acompáñeme señorita Álvarez

Esta giro y fue detrás de Gael hacia su oficina, al entrar noto todo tan diferente lo imagino; el techo de esa enorme oficina era de cristal, había un escritorio al fondo, una sala del lado izquierdo, junto a ella una puerta, justo arriba de la sala un cuadro de un artista que conocía ya que esa misma pintura la vio en una galería hace poco menos de un mes, cerca de su escritorio había una puerta de cristal que daba a una pequeña terraza donde pudo ver algunas plantas. Para su sorpresa un exquisito gusto por parte de ese hombre que parecía no tener sentimientos con esa carita que se cargaba en todo momento.

- Tome asiento –dijo con esa voz grave, tan masculina que haría temblar a más de una,

- Espero que su estancia aquí sea cómoda y agradable, Andrea en un momento te llevara a la cual será tu oficina, realmente veo en usted un gran potencial en cual podrás explotar de igual manera aquí como lo haces con Raúl

- Yo... agradezco esta oportunidad aunque claramente no veo el por qué tomo esta decisión de traerme a su conglomerado –lo miro analizando muy bien lo que ella había dicho y las reacciones de Gael, el en cambio cruzo sus manos y la miro fijamente

- Pues creo es claro y ya se lo hice saber, tiene potencial y aquí podrá explotarlo, pero también estamos aquí para dejarle en claro que no me gustan ciertas actitudes –se levantó de su asiento y rodeo su escritorio hasta quedar frente a ella. Mientras este aquí no tiene permitido pasar el límite, aquí soy de igual manera su jefe y todo lo que pase será notificado al señor Arciniega quedo claro? –se acercó un poco a ella sin dejar de retenerle la mirada, sus ojos color verde se intensificaron en ese momento, ella paso saliva y asintió a las palabras de este.

- No se preocupe ese límite está claro pero de igual manera pido lo mismo, soy una empleada mas pero recuerde que no soy su empleada directa

- Bien si así quiere jugar adelante, eso sería todo se puede retirar –se levantó de su asiento y al tenerla tan cerca pudo percibir ese aroma tan dulce, tan exquisito, ese día llevaba una falda negra con una blusa blanca con un moño en el frente y unos tacones que enmarcaban aún más sus curvas, se acercó a la puerta, tomo la manija y al querer abrirla de nuevo él estaba deteniendo su huida con esa mano tan firme, que solo pudo pensar cómo se sentiría su mano sobre ella

- Una última cosa, la próxima vez que me tenga así de cerca recuerde ser menos directa al verme como me ve

- Acaso está loco?

- Yo soy el loco? Mida sus palabras señorita Álvarez, no juegue con fuego conmigo –y se acercó un poco más ella notando su aliento a menta sobre ella, el quito su mano y así ella pudo salir de ahí. 

Vacío (Actualización los Viernes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora