*Basado en la adaptación cinematográfica de El señor de los anillos y los libros escritos por Tolkien*
*No es necesario leer la primera parte para entender esta*
Elentari luchó en tantas batallas y la última fue tan significativa porque significaba...
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—Llamen a Lord Elrond— fue lo primero que dijo nada más llegar.
—Permítame— pidió el siervo.
—Con cuidado, sigue inconsciente.
—¿Está herida?
—Él sí— dijo en cuanto bajó y siguió al resto.
—¿Venía sólo? — se anunció el Señor de Imladris.
—Estel y otros tres Medianos, Glorfindel los custodia, me pidió que me adelantara con el hobbit.
—Ya han llegado, ellos también lo harán.
—¿Y mi hijo?
—Se han instalado, mejor ve con ellos— tocó su hombro para tratar de reconfortarla.
Elentari vio un momento el camino por donde llegó y suspiró, tardarían todavía en llegar, así que marchó a la alcoba que le prepararon. Apenas se quitó las armas y se cambió la ropa cuando escuchó a sus hijos hablar en la estancia que unía las tres cámaras, abrió las puertas de par en par y salió apresuradamente, Eldar y Tauriel se levantaron para recibirla, se veía perturbada de su viaje, ellos no fueron informados de a dónde se fue, ni siquiera supieron en qué momento se fue, pues siempre a su llegada iba a visitar la tumba de su amiga, asistía al Consejo Blanco, charlaba a solas con Glorfindel y luego participaban todos de la estadía.
Legolas ya había visto esa sombra, cuando sus padres volvieron de la guerra. Extendió los brazos y ella se dejó envolver, no pudo evitar llorar para aliviar el mal que recorría su ser. Se aferraba a su hijo mayor como si la vida se le fuera en ello, no encontraba palabras para describir cómo se sentía esa presión en el cuello y pecho, cómo batallaba para respirar, sus extremidades pesaban. Intentaba reconfortarla y le hablaba de sus mejores tiempos, que aun necesitando reposar, supo entrar en batalla, que nada la detenía y sobrevivió una vez al mal, logró dejar Valinor con una salud débil.
La Reina agradecía ser así de amada, pero no sabía cómo calmar su corazón, eso no era pena, ya la había experimentado y no se parecía a eso. La presión en el pecho subió de forma apresurada hasta el cuello y en cuestión de segundos le cortó la respiración. Fue tan rápido que no sintió el cambio drástico en su anatomía. Sintió las manos de su hijo acariciar su espalda, así que secó sus lágrimas y encaró a Eldar, este intentó descifrarlo en su mirada. La Elfa jamás se había visto así. Tauriel fue quien se atrevió a inquirirla mientras tomaba su mano y la conducía a la silla de donde se levantó.
—Nos perseguían los Nueve— sus hijos contuvieron la respiración—. Nunca los había tenido cerca, ni siquiera me había aproximado lo suficiente a Sauron para sentir el mal emanar de su ser, yo... no sé cómo describirlo.
—¿Por qué los perseguían?
—El portador del Anillo, está aquí.
—¿Volvió?
—No se atreverían a atacar Imladris.
—¿Dónde estaba?
—No sé cómo llegó a sus manos, sólo sé que necesitaban custodia, por ello partimos Glorfindel y yo a la mayor brevedad. Ni siquiera se me permitió descansar del viaje.
—No se nos informó.
—No había nada que pudieran hacer de todos modos.
—Dada tu salud, no deberías llevar a cabo ese tipo de misiones.
—No, hijo mío— sostuvo la mano de Eldar—, claro que debo hacerlo. Una vez, los Elfos marcharon a la guerra, yo entre ellos, ¿por qué no habría de seguir mi papel activo en la derrota contra Sauron? Galadriel creía que el mal no se extinguiría hasta la destrucción del Único y la muerte definitiva de Sauron, para ello creamos el Consejo Blanco, por algo has viajado con Estel, por algo Glorfindel y yo seguimos las ordenes de Lord Elrond, por algo el Rey mandaba custodiar Dol Guldur y vigilaba de cerca al Nigromante. Esto aún no acaba.
—Señora.
—Dígame— se contuvo para voltear a ver al sirviente.
—La comida está lista.
—¿No hay noticias de mi hijo o Glorfindel?
—Aun nada, pero mandaron esta copa para usted— la entregó—, bébala en su totalidad.
—Gracias, iremos en un momento.
—Promete que volverás al Bosque Negro en cuanto informemos el motivo de nuestra visita— suplicó Eldar a su madre y los ojos de ella se volvieron a cristalizar.
—No, lo lamento, pero debo saber si Estel o Glorfindel vienen heridos— suspiró sosteniendo el rostro de su hijo—. Reposaré y trataré de recuperar fuerzas, porque tener al Único tan cerca sólo sirvió para mermar la poca salud que recuperé en estos años, pero no te puedo asegurar que volveré a la brevedad.
—Madre— Tauriel acarició el cabello de la Reina—, estamos con usted.
—Sigue sin mejorar— volvió el sirviente.
—Disculpen— la Reina anduvo detrás del recién llegado hasta el ala donde atendían a Frodo—. ¿Cómo puedo ayudar?
—La medicina surte efecto, pero te llama... tienes un corte en la mejilla.
—Supongo que la adrenalina del momento no me hizo percatarme— aceptó el ungüento para su rostro.
—Ahora llámalo tú para que no sucumba ante la oscuridad y las sombras.
—Mi querido Frodo— se acomodó en la silla junto a la cama mientras acariciaba la frente helada y sudada del Mediano—, si puedes oírme, quiero que tus ojos me lo muestren, estásen las mejores manos que podrían curarte. No te rindas, no ahora. Que la gracia que me ha sido concedida pase de mi a ti, que no muera. Sálvalo— esta vez hablaba al Medio Elfo.