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Eldar pasaba largas horas en la biblioteca, transcribiendo todos sus viajes y guardando los tesoros de aquellas tierras lejanas, en un baúl, no sólo era para su madre Elentari, sino para enorgullecer a la bella Gilraen, aquella que entregó su vida...

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Eldar pasaba largas horas en la biblioteca, transcribiendo todos sus viajes y guardando los tesoros de aquellas tierras lejanas, en un baúl, no sólo era para su madre Elentari, sino para enorgullecer a la bella Gilraen, aquella que entregó su vida por los Dúnedain. A veces la Reina lo acompañaba, otras prefería estar sólo. Legolas buscaba a su hermano, pero su tiempo fuera del Bosque Negro lo hicieron apartado, su semblante no se endureció como el de su padre, sino que guardó aquello para el momento oportuno, así como su madre, sólo que él no se hacía llamar Rey de Hielo.

—¿Lo extrañas?

—Tú extrañas a Glorfindel.

—No, he vivido siglos sin él, además de que pronto partiré de vuelta a Rivendel.

—Partiré contigo, no espero encontrarlo, pero me hará bien salir.

—Hijo mío...

—Ni lo menciones.

—Señor— llamó a su hermano una vez que salió de la biblioteca privada del príncipe.

—El Istari lo interrogó mucho tiempo.

—Sólo sabe lo que nosotros ya intuíamos: busca a Bilbo.

—Aragorn debe ir en su búsqueda.

—No sé si ya va en camino, no tengo forma de comunicarme con él ni llegar antes hasta la Comarca.

—Hubieras aceptado la invitación del Mediano para quedarte un tiempo.

—Con los dos desayunos fue más que suficiente.

—No irás a Imladris mientras tengamos esta encomienda.

—O hasta que vuelva el Istari, lo sé.

—Aquí está la comida— habló la princesa.

—Ven, criatura.

La Reina abrió la celda para que saliera, Gollum ya había aprendido a trepar a los árboles, ya se sostenía tanto con los pies como con las manos. Hubo un día en que Gollum no quiso bajar del árbol y se quedó ahí hasta la noche, momento en que un grupo de orcos, atacaron a los Elfos siguiendo las órdenes de Sauron y Gollum desapareció. Eldar y Tauriel defendieron a su madre todo lo posible, la Reina perdía poco a poco su capacidad de lucha. La pena en su rostro inundó su cuerpo y Thraundil ordenó que se llevaran dentro a la Elfa mientras el resto repelían a los orcos.

—Ahora debemos avisar al Consejo Blanco— dijo Thraundil.

—Eldar, prepara tus cosas, nos vamos a Rivendel— ordenó la Reina buscando su armadura.

—Iremos contigo— dijo Legolas tomando la mano de su ahora esposa.

—¿Mi Señor? — volteó a ver a su hermano mayor.

—Vayan, le hará bien viajar, Reina mía— besó sus manos.

EldarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora