*Basado en la adaptación cinematográfica de El señor de los anillos y los libros escritos por Tolkien*
*No es necesario leer la primera parte para entender esta*
Elentari luchó en tantas batallas y la última fue tan significativa porque significaba...
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—¡Y el Árbol de los Altos Elfos! — dijo Legolas.
—Y la estrella de la Casa de Feanor— dijo Gandalf—. Están labrados en ithildin que sólo refleja la luz de las estrellas y la luna, y duerme hasta el momento en que alguien lo toca pronunciando ciertas palabras que en la Tierra Media se olvidaron tiempo atrás. Las oí hace ya muchos años, tuve que concentrarme para recordarlas.
—No siempre se llevaron mal, ¿eh? — sonrió Eldar a su primo.
—¿Qué dice la escritura? — preguntó Frodo mientras trataba de descifrar la inscripción en el arco—. Pensé que conocía las letras élficas, pero estas no las puedo leer.
—Está escrito en una lengua élfica del Oeste de la Tierra Media en los Días Antiguos— respondió Gandalf—. Pero no dicen nada de importancia para nosotros. Dice sólo Las Puertas de Durin, Señor de Moria. Habla amigo y entra. Y más abajo en caracteres pequeños y débiles está escrito: Yo, Narvi, construí estas puertas. Celebrimbor de Acebeda grabó estos signos.
—¿Qué significa habla, amigo, y entra? — preguntó Merry.
—Está bastante claro— dijo Gimli—. Si eres un amigo, dices la contraseña y las puertas se abren, y puedes entrar.
—Sí— dijo Gandalf—, es probable que estas puertas estén gobernadas por palabras. Algunas puertas de enanos se abren sólo en ocasiones especiales, o para algunas personas en particular; y a veces hay que recurrir a cerraduras y llaves aun conociendo las palabras y el momento oportuno. Estas puertas no tienen llave. En los tiempos de Durin no eran secretas. Estaban de ordinario abiertas, y los guardias vigilaban aquí. Pero si estaban cerradas, cualquiera que conociese la contraseña podía decirla y pasar. Al menos eso es lo que se cuenta, ¿no es así, Gimli?
—Así es— dijo el enano—, pero qué palabra era esa, nadie lo sabe. Narvi, el arte de Narvi, y todos los suyos han desaparecido de la faz de la tierra.
—¿No conoces la palabra, Gandalf? — inquirió Boromir sorprendido.
—No— afirmó el mago. Los otros parecieron consternados: sólo Aragorn y Eldar, quienes habían tratado largo tiempo a Gandalf permanecieron callados e impasibles.
—¿De qué sirve habernos traído a este maldito lugar? — exclamó Boromir echando una ojeada al agua oscura y estremeciéndose—. Nos dijiste que una vez atravesaste las Minas. ¿Cómo fue posible si no sabes cómo entrar?
—La respuesta a tu primera pregunta, Boromir— dijo el mago— es que no conozco la palabra... todavía. Pero pronto atenderemos eso. Y— añadió, los ojos le chispearon bajo las cejas erizadas— puedes preguntar de qué sirven mis actos cuando hayamos comprobado que son del todo inútiles. En cuanto a tu otra pregunta: ¿dudas de mi relato? ¿O has perdido la facultad de razonar? No entré por aquí, vine del Este. Si deseas saberlo, te diré que estas puertas se abren hacia afuera. Puedes abrirlas desde dentro empujándolas con las manos. Desde fuera nada las moverá excepto la contraseña indicada. No es posible forzarlas hacia dentro.