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Gandalf se adelantó y puso un pie en el primer escalón. Pero en ese momento ocurrieron varias cosas. Frodo sintió que algo lo tomaba por el tobillo y cayó dando un grito. Sam saltó detrás, y oyendo enseguida el Frodo, fue a prisa, llorando y maldiciendo. Los otros se volvieron y observaron que las aguas hervían, como si un ejército de serpientes viniera nadando dentro del extremo sur. Un largo y sinuoso tentáculo se había arrastrado fuera del agua: era de color verde pálido, fosforescente y húmedo. La extremidad provista de dedos había aferrado a Frodo, y estaba llevándolo hacia el agua. Sam, de rodillas, lo atacaba a cuchilladas. El brazo soltó a Frodo, y Sam arrastró a su amo alejándolo de la orilla y pidiendo auxilio. Aparecieron otros veinte tentáculos extendiéndose como ondas. El agua oscura hirvió, y el hedor era espantoso.

—¡Por la puerta! ¡Subid las escaleras! ¡Rápido! — gritó Gandalf saltando hacia atrás.

Arrancándolos al horror que parecía haberlos encadenado a todos al suelo, excepto a Sam, Gandalf consiguió que corrieran hacia la puerta. Habían reaccionado justo a tiempo. Sam y Frodo estaban unos pocos escalones arriba y Gandalf comenzaba a subir cuando los tentáculos se retorcieron tanteando la playa angosta y palpando la pared del risco y las puertas. Uno reptó sobre el umbral, reluciendo a la luz de las estrellas.

Gandalf se volvió e hizo una pausa. Estaba considerando qué palabra podría cerrar la galería desde dentro de las puertas y con una fuerza terrible las hicieron girar. Las puertas batieron resonando, y la luz se desvaneció. Un ruido de crujidos y golpes llegó sordamente a través de la piedra maciza. Sam, asiéndose del brazo de Frodo, se dejó caer sobre un escalón en la negra oscuridad. Oyeron que Gandalf bajaba los escalones y arrojaba la vara contra la puerta. Hubo un estremecimiento en la piedra y los escalones temblaron, pero las puertas no se abrieron.

—Sentí que había algo horrible cerca desde el momento en que mi pie tocó el agua— dijo Frodo—. ¿Qué era eso, o había muchos?

—Los brazos tenían un solo propósito— informó Eldar y Aragorn comprendió a qué podría referirse.

—Hay criaturas más antiguas y horribles que los orcos en las profundidades del mundo— dijo Gandalf.

—Atacó a Frodo antes que a cualquiera de los demás.

—Sí, joven Eldar, eso me temía.

—¡En las profundidades del mundo! Ahí vamos, contra mi voluntad. ¿Quién nos conducirá en esta oscuridad sin remedio? — murmuró Boromir creyendo que nadie lo oiría.

Eldar.

Estel— le sonrió en la oscuridad.

—¡Yo! Y Gimli caminará a mi lado. ¡Seguid mi vara!

El Istari respondió al Hombre. Gimli se apresuró a ir junto al mago, como este dijo. Eldar volvió a reír para sí de la reprimenda silenciosa que su hermano le profirió, el Hombre codeó al hijo de Elentari mientras seguían la marcha. A veces el Medio Elfo era igual a su madre, comentaba sin miedo y terreno inexplorado en compañía de todos ellos, no era prudente hacerlo, pues no se asemejaba a viajar solos. Mientras el mago se adelantaba subiendo los grandes escalones, alzó la vara, y de la punta brotó un débil resplandor. Doscientos escalones, contaron, anchos y bajos; en la cima descubrieron un pasadizo abovedado que llevaba a la oscuridad.

—¿Por qué no nos sentamos a descansar y a comer aquí en el pasillo, ya que no encontramos un comedor? — preguntó Frodo. La propuesta tuvo buena acogida; se sentaron en los últimos escalones, unas figuras oscuras envueltas en tinieblas. Después de comer, Gandalf le dio a cada uno otro sorbo del miruvor de Rivendel.

—No durará mucho más, me temo— dijo—, pero lo creo necesario después de ese horror de la puerta. Y a no ser que tengamos mucha suerte, ¡nos tomaremos el resto antes de llegar al otro lado! ¡Tengan cuidado también con el agua! Hay muchas corrientes manantiales en las Minas, pero no se los puede tocar. Quizá no tengamos oportunidad de llenar las botas y botellas antes de descender al Valle del Arroyo Sombrío.

EldarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora