13

14 1 0
                                    

Y la compañía emprendió camino hacia las montañas, por la nieve, donde aún podían caminar sobre la nieve, aunque con algo de dificultad. Frodo cayó de espaldas y rodó un par de vueltas hacia atrás, Aragorn lo detuvo y levantó mientras Eldar afirmaba que ya habría tiempo de jugar en la nieve, a lo que los hermanos rieron. El Mediano, aun riendo, se buscó el Único en el pecho, se cayó en la caída, los tres voltearon enfrente y vieron cómo lo levantaba Boromir. Eldar avanzó con tiento hacia el Hombre, el Istari volteó hacia la escena y Aragorn se atrevió a hablar.

—Boromir.

—Qué extraña suerte, tener que sufrir tanto miedo y tantas dudas... por una cosa tan pequeña. Tan pequeñita.

—¡Boromir! — reiteró Aragorn y Eldar extendió la mano—. Dale el Anillo a Frodo.

—Como desees, no me importa.

Parecía que volvía de su trance, avanzó un poco y Eldar lo detuvo, con la mano en el pecho. Boromir entregó el Anillo al Medio Elfo, quien volvió sobre sus pasos, inclinó la rodilla antes de ponerle la cadena. Boromir quiso acercarse y Eldar retiró su mano, el Hombre no tuvo más remedio que regresar con el resto, quienes permanecían expectantes. Una vez sólo los otros tres, Aragorn soltó el mango de su espada. Frodo se acomodó mejor el Anillo y empezó a avanzar.

—¿Enserio lo ibas a atacar?

—¿Preguntas eso?

Siguieron su camino, aun con la ventisca helada, con la nieve impregnándose en ropajes y cabellos, con la dificultad para caminar. El trayecto era arriesgado, pero servía para esconderse de Saruman, ¿verdad? Eldar caminaba al lado de su hermano, platicaban muy apenas, igual ni se escuchaban por el ruido natural, llevando a Sam en brazos, mientras Boromir llevaba a los otros dos Medianos. Sólo el Elfo y el Medio Elfo caminaban sobre la nieve, gracias a la ligereza de sus anatomías. Aragorn batallaba para llevar al portador del Anillo.

—Hay una voz maligna en el aire— habló Legolas al avanzar un poco más.

—¡Es Saruman! — exclamó Gandalf. Las piedras comenzaron a caer por donde ellos pasaban.

—¡Está tratando de derribar la montaña! — se hizo oír—. ¡Debemos retirarnos!

—¡No! — Gandalf salió de la nieve, ayudado por el Medio Elfo y comenzó a propinar un contra hechizo. No fue suficiente, una nueva avalancha cayó sobre ellos.

—Debemos bajarnos de la montaña— exclamó Boromir conforme fueron saliendo de la nieve—. ¡Avanzar hacia el Paso de Rohan! ¡Y tomar el Folde Oeste a mi Ciudad!

—¡El Paso de Rohan nos lleva demasiado cerca de Isengard! — exclamó Eldar.

—No podemos pasar encima de una montaña. Pasemos por debajo— dijo Gimli— atravesemos las minas de Moria.

—Que el portador del Anillo decida.

—¡No podemos permanecer aquí! — se hizo oír Boromir—. Esto sería la muerte de los hobbits.

—¿Frodo?

—Iremos por las minas.

—Que así sea.

—¿Será sabio? — inquirió Eldar conforme se acercaban a la entrada. Los Elfos ya la veían.

El día estaba terminando, y las estrellas frías parpadeaban en el cielo muy por encima del sol poniente, cuando la Compañía trepó con rapidez por las laderas y bajó a la orilla del lago. No parecía tener de ancho más de un tercio de milla, como máximo. La luz era escasa y no alcanzaban a ver hasta dónde iba hacia el sur, pero el extremo norte no estaba más de media milla, y entre las crestas rocosas que encerraban el valle y la orilla del agua había una franja de tierra descubierta. Se adelantaron de prisa, pues tenían que recorrer una milla o dos antes de llegar al punto de la orilla opuesta indicado por Gandalf; luego debían encontrarlas.

EldarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora