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—Madre— entró a la estancia a toda prisa, seguro que igual que ella, no fue a asearse o descansar, sino que corrió hasta sus aposentos

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—Madre— entró a la estancia a toda prisa, seguro que igual que ella, no fue a asearse o descansar, sino que corrió hasta sus aposentos.

—Hijo— lo envolvió entre sus brazos y él le besó las manos y frente.

—Está herida— se asustó.

—Apenas un pequeño roce en comparación con las grandes heridas en batalla.

—¿Ha descansado?

—He velado el sueño de Frodo y ansiado tu regreso— negó con la cabeza mientras sonreía agradecida con Ilúvatar de tenerlo de vuelta.

—¿Y quién vela el suyo?

—Eldar está aquí— sonrió aún más, esta vez con una luz que emanaba de todo su ser.

—Iré a verlo.

—¿Ya visitaste a tu madre? Yo debo ir con Elrond y Gandalf.

—También iré con ella, para que me acompañe.

—Será un placer— besó su frente antes de marchar.

***

—Esa herida nunca sanará del todo, la llevará el resto de su vida.

—Mas el haber llevado al Anillo, el hobbit ha demostrado una resistencia tremenda a su maldad.

—Es un peso que él nunca debería haber llevado— dijo la Reina.

—No le podemos pedir más a Frodo.

—Gandalf, el enemigo se está moviendo— dijo Elrond—. Las fuerzas de Sauron se amasan al este. Su Ojo está viendo Rivendel. Y me dices que Saruman nos ha traicionado— la elfa saltó los ojos ante la sorpresa—, nuestra lista de aliados se reduce.

—Su traición es al nivel más profundo. Usando maleficios, Saruman ha cruzado orcos con hombres gnomos. Está criando un ejército en Isengard, un ejército que se moverá de día y cubrirá grandes distancias, rápidamente.

—Saruman viene por el Único— concluyó la Reina, luego giró al Medio Elfo—. El poder de los Elfos no puede esconder esta fuerza maligna.

—¡No podemos pelear contra Mordor e Isengard! Gandalf, la Reina tiene razón, el Anillo no puede quedarse aquí.

Cuando la Reina se acercó al Istari, ambos vieron entrar a un caballero con escudo sobre la espalda, a la par que Legolas y Tauriel volvían de su paseo. Eldar paseaba por ahí. Incluso llegaron Dain Pie de Hierro y Dís, acompañados de más Enanos. Elentari sonrió ante aquello, pues Glorfindel iba hacia ellos para recibirlos como merecían todas las altas cunas, quería correr y abrazar a sus amigos Enanos mientras los veía con nostalgia, pues Bardo había muerto hacía un tiempo. La Reina sostuvo la mano del Rey del Valle en sus últimos momentos, pareciera que sólo esperó a que llegara su amiga, pues murió a la mañana siguiente.

—Este peligro amenaza a toda la Tierra Media.

—Ellos deben decidir cómo acabar con él— retomó Elrond—. Se acabó el tiempo de los Elfos, mi gente se va de estas costas. ¿A quién pedirás ayuda cuando no estemos? ¿A los Enanos? Buscan tesoros en las montañas, no les importa los problemas de los demás.

—Nuestras esperanzas deben reposar en los Hombres.

—¿Los Hombres? Son débiles, su raza decae.

—¿No alberga tu casa un Hombre que, a pesar de no haber tomado la decisión de seguir adelante, sabe la responsabilidad que pesa sobre sus hombros? — la Reina sonrió viendo al Medio Elfo.

—La sangre de Númenor ya casi desaparece, su orgullo y honor han sido olvidados.

—Porque lo permitimos.

—Debido a los Hombres, el Anillo ha sobrevivido... Yo estuve ahí, hace 3000 años— parecía que Lord Elrond lo veía frente a sus ojos—, cuando Isildur tomó el Anillo. Yo estuve ahí el día en que la fuerza de los Hombres nos falló— todos los sabían, Elentari y su hermano lo vieron a la lejanía, pues seguían combatiendo, la Reina exigía a su hermano volver al campamento luego de ser herido por el propio Sauron—. Yo llevé a Isildur al corazón del Monte del Destino... donde forjaron el Anillo, el único lugar donde podía ser destruido— si los hermanos hubiesen podido ver a través de la piedra y barro que conformaba la Montaña, habrían visto cómo el hijo de Elendil el Ato sucumbía ante el poder, pero sí lo escucharon gritarle—. Debió haber terminado ese día, pero se le permitió perdurar a la maldad— ese era el peso con el que cargaba el Medio Elfo, la Reina tocó su mejilla, lo admiraba por eso, ella no era capaz de decir la suya en voz alta—. Isildur se quedó con el Anillo, el linaje de reyes se rompió, ya no queda fuerza en el mundo de los Hombres. Están dispersos, divididos, sin líder.

—Ya lo dijo mi Señora Elentari, hay uno que podría unirlos— dijo Gandalf—. Uno que podría reclamar el trono de Gondor.

—Él abandonó hace mucho ese camino— dijo Elrond.

—Pues yo lo dudo— fue lo último que dijo la Reina antes de salir de ahí.

—¡Señora!

—Querido Bofur— no pudo evitar elevarlo un poco mientras lo abrazaba.

—Ya no nos honra con su presencia.

—Estuve de luto, murió mi amiga.

—Se ve repuesta— sostenía su mano para llevarla ante Dís y Dain.

—¿Han visto a mi hijo?

—Ya vino a presenciarse, Señora, nos alegra verla— la abrazó la Enana.

***

—Llegaron los Enanos.

—¿Diste tus buenos deseos?

—Así es, prometí ir a visitarlos cuando volvamos a casa, y vendrás con nosotros.

—¿Seré un invitado en la Casa de Durin?

—No veo por qué no.

—Ustedes no son Elfos.

—Los Hombres del Sur son bienvenidos— dijo Eldar al reparar en el Hombre.

—Él sí, yo soy amigo de Gandalf el Gris.

—Entonces estamos a quí con un propósito en común... amigo— dejó de ver a ambos para acercarse a ver los fragmentos—. Narsil, la Espada Rota— sostuvo el mango—. La espalda que le cortó en Anillo de la mano a Sauron— y se cortó con el fragmento—. Todavía está filosa, pero no más que una reliquia rota— quiso dejarla y se cayó fuera del pedestal, mas no se devolvió a levantarla.

—Mal trato para una..."reliquia" — intentó no reírse—. Creo que iré con mi madre, Hermano, Hermana—reverenció a cada uno y salió casi dando trompicones.

EldarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora