*Basado en la adaptación cinematográfica de El señor de los anillos y los libros escritos por Tolkien*
*No es necesario leer la primera parte para entender esta*
Elentari luchó en tantas batallas y la última fue tan significativa porque significaba...
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Glorfindel extendió la mano a la Reina, ella dejó la servilleta sobre la mesa, sonrió a su interlocutor y aceptó mientras tomaba el vestido y lo acomodaba a tiempo que se ponía de pie. Elentari iluminó el lugar al sonreír, era algo que pasaba sólo con el Noldor, esa luz que él provocaba en ella, se dirigió al Medio Elfo para comunicarle que volvería a sus aposentos, a la estancia que comunicaba las tres alcobas. Eldar asintió y se levantó para verla marchar, los Enanos y los hijos de la Reina lo hicieron también. Frodo se sorprendió de que fuera tan venerada.
—Lady Arwen, si me permite— el Medio Elfo se acercó a la hija de Lord Elrond.
—Claro, príncipe— ambos salieron a otra estancia, les gustaba entablar largas conversaciones, pues ella tenía tantos años detrás para contarle y también hablaban de sus visitas a Lorien.
—Querido Frodo— volvió la Reina.
—¿Sí?
—Hay alguien que desea verte— extendió la mano, el Mediano caminó despacio junto a la Elfa y se emocionó.
—¡Bilbo! — corrió a abrazarlo, la Reina besó la mejilla de su viejo amigo y volvió a su estancia mientras todos los congregados volvían a sus aposentos, pues al día siguiente se volverían a reunir.
La Reina escuchaba a Bofur hablar de todo lo ocurrido en la Montaña desde su partida, le había llevado un saco del Rey Bajo de la Montaña, ella agradeció con tristeza, con los ojos cristalizados. Glorfindel sabía que no podía luchar con la sombra de un muerto, porque Elentari jamás dejaría de amarlo y, además, eso significaba como un primer acercamiento entre Elfos y Enanos desde la caída de Doriath. Bofur estrechó las manos de la Reina y dejó en ellas la carta que escribió Escudo de Roble antes de ir a dar a la charla motivacional y de disculpas para poder salir los Trece a pelear una batalla librada en la entrada.
Elentari guardó la carta y mostró al Enano los recuerdos que guardaba de todas las Batallas en que participó desde que, siendo una cría, abandonó Valinor. El Enano se maravilló, en algunas ocasiones Glorfindel participaba de la conversación, él no era activo en ella, pues sólo cuidaba que la Reina no se quedara sola por órdenes del príncipe Legolas, ya que él y Tauriel siguieron cabalgando a los alrededores de Imladris. Ahora también guardaba en ese pequeño cofre algunos recuerdos de los viajes de su hijo Eldar, quien, de igual forma, ahí atesoraba cualquier regalo de sus tíos.
Del mismo modo, ya había fotografías y retratos de todos los seres amados que ya no estaban con ellos. Elentari seguía añadiendo nombres a la lista, la cual era encabezada por su madre. Bofur entendió lo que le había comunicado su rey, la Elfa se iluminaba por poco tiempo, la pena aún la envolvía y ya habían pasado casi 70 años de la caída del rey, se agravó durante el embarazo, todos la vieron, algunos temían por la vida de la cría. Thraundil hizo lo posible porque no se sumiera en la pena extrema. La vio bailar, cantar y aplaudir junto a él, pero no se veía del todo contenta. Elentari supo en qué pensaba su amigo y negó, no le pasaba nada, ella consideraba que estaba bien.
Les llevaron la cena hasta su estancia, Legolas y Tauriel se les unieron, mientras Eldar cenó con la hija de Elrond y Aragorn. El matrimonio se despidió y cerraron su cámara, pasaban todo el tiempo juntos, hacía poco que contrajeron nupcias. Eldar pasó a despedirse de la Reina antes de irse a la propia. Ya entrada la madrugada y sin saber de qué más hablar, los visitantes esperaron a que ella entrara antes de irse. Bofur fue llevado hasta su cámara por Glorfindel, pues eran tantas estancias y jardines que el Enano podría perderse por la falta de costumbres o por tanta belleza del lugar.
Elentari batalló un poco para quitarse el vestido, dejó las joyas y corona sobre la mesita y desprendió las zapatillas. Se puso algo más ligero, su bata para ir a dormir en cuanto regresara y anduvo hasta la tumba de su amiga, en espera de ver a Aragorn ahí, más se encontró a solas con Gilraen y lloró mientras abrazaba el abrigo que llevaba el rey en su última batalla, quería ir a entregarlo a Dis o Dain, pero sabía que, si lo habían mandado con Bofur, era porque aun para ellos era difícil para lidiar. Su llanto era en silencio, pues sabía que cualquier miembro de su raza la escucharía, incluso si hablara en susurros, aunque le respetarían su duelo.
—Hey.
—Lo lamento.
—¿Por qué? Es tu dolor y tienes derecho a sentirlo como mejor te parezca— la atrajo hacia sí para abrazarla y que ella escondiera su rostro en su pecho.
—Creí que ya se habían dormido.
—Esperaba un momento para que estuvieses sola.
—Me lo hubieras pedido— intentó sonreír.
—Necesitabas tiempo a solas con ellos.
—Dime, hijo...
—No necesitas escuchar palabra alguna, sino que a ti te escuchen.
Legolas besó la cabeza de su madre mientras ella seguía derramando lágrimas. Elentari se sentía a salvo en los brazos de su hijo, agradecía que la perdonara luego de tantas fracturas que hubo entre ambos. Amaba a Hoja Verde como si lo hubiera parido ella, su lazo se reparó poco a poco a partir de la Batalla de los Cinco Ejércitos, a partir de ella sufrir otra pérdida. Pronto la Reina se quedó dormida aferrada a su hijo mayor, este esperó a que el mínimo movimiento no la despertara ni soltara de nuevo las cascadas platinadas, así que se despidió de la esposa de Arathorn y llevó a su madre en brazos, de nuevo hasta sus aposentos. La colocó con delicadeza sobre la cama y reposó él en la orilla de esta.
Al ver la puerta entre abierta, la Elfa Silvana salió, buscó a su esposo o su hermano en la estancia, no había nadie, mas la puerta de su madre también yacía emparejada. La luz de la luna y la mañana se asomaban por la estancia, pues carecía de techo, así se iluminaban mejor los lugares. Tauriel asomó un poco el rostro y la cabellera rubia brilló con la luna, se acercó con cautela y besó el hombro de su esposo. Ambos veían a la Reina dormir, Tauriel suspiró con pesadez.
—¿Cómo la viste?
—Rota.
—Debería llevarla cuanto antes al Bosque Negro, el Rey sabrá qué hacer.
—No lo creo, ella no se marchará hasta comunicarle a Elrond que la criatura escapó.
—¿No lo ha hecho ya?
—Probablemente, pero no lo comunicó.
—Viajó tanto tiempo sin decirnos, ni siquiera nos mandó el mensaje con los sirvientes o con Arwen...
—Ya ha peleado esta batalla antes, sabe cómo manejarlo.
—Pero antes no estaba sumida en la pena.
—No va a morir, Tauriel.
—El Rey dijo....
—¿Quieres que traigamos aquí a Thraundil?
—Después del Consejo, nos vamos— sentenció Eldar en la puerta. El matrimonio se puso de pie y lo encaró, estaban tan concentrados que no lo escucharon llegar.