*Basado en la adaptación cinematográfica de El señor de los anillos y los libros escritos por Tolkien*
*No es necesario leer la primera parte para entender esta*
Elentari luchó en tantas batallas y la última fue tan significativa porque significaba...
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El camino corría ahora hacia el sur y descendía rápidamente, alejándose de los brazos del valle. Un poco por debajo del lago tropezaron con un manantial profundo, claro como el cristal; el agua fresca caía sobre un reborde abrupto abierto en la piedra.
—Este es el manantial donde nace el Cauce de Plata— dijo Gimli—. ¡No la beban! Es frío como el hielo.
—Pronto se transforma en un río rápido y se alimenta de muchas otras corrientes montañosas— dijo Aragorn—. Nuestro camino lo bordea durante muchas millas. Pues los llevaré por el camino que Gandalf eligió, y mi primera esperanza es llegar a los bosques donde el Cauce de Plata desemboca en el Río Grande, y más allá.
—Y ahí están los bosques de Lothlórien— exclamó Eldar emocionado.
—La más hermosa de las moradas de mi pueblo. No hay árboles como esos— dijo Legolas—. Pues en el otoño las hojas no caen, aunque amarillean. Sólo cuando llega la primavera y aparecen los nuevos brotes, caen las hojas, para ese entonces las ramas ya están cargadas de flores amarillas; el suelo del bosque es dorado, el techo es dorado, los pilares del bosque son de plata, pues la corteza de los árboles es lisa y gris. ¡Cómo se me alegraría el corazón si me encontrara bajo las enramas de ese bosque, fuera primavera!
—A mí también se me alegraría el corazón, aunque fuera invierno— dijo Aragorn—. Pero el bosque está a muchas millas de distancia. ¡De prisa! — Eldar le lanzó cierta mirada—. Sí, traeremos la Reina de Hielo.
Durante un tiempo, Frodo y Sam consiguieron seguir a los otros de cerca, pero Aragorn los llevaba a paso vivo y al cabo de un rato se arrastraban muy atrás. No habían probado bocado desde la mañana. A Sam la herida le quemaba como un fuego, sentía que se le iba la cabeza. A pesar del sol brillante el viento le parecía helado luego de la tibia oscuridad de Moria. Se estremeció. Frodo descubría que cada nuevo paso era más doloroso que el anterior y jadeó sin aliento. Al fin Legolas se giró, y al ver que se habían quedado muy rezagados le habló a Aragorn. Los otros se detuvieron, Aragorn corrió de vuelta llamando a Boromir.
—Lo lamento, Frodo— exclamó muy preocupado—. Tantas cosas ocurrieron hoy y hubo tanta prisa que olvidé que estabas herido; Sam también. Tenías que haber hablado. No hicimos nada para aliviarte, como era nuestro deber, aunque todos los orcos de Moria vinieran detrás.
—Más allá hay un sitio donde podríamos descansar un momento. Allí haremos por ti lo que esté a nuestro alcance— adelantó Eldar—. Hay que llevarlo en brazos.
Poco después llegaron a otra corriente de agua que descendía del oeste y se unía burbujeando al torrentoso Cauce de Plata. Juntos saltaban por encima de unas piedras de color verde, caían espumosos en un barranco. Alrededor se elevaban unos abetos, bajos y torcidos; las riberas eran escarpadas y cubiertas con helechos y matas de arándonos. En el extremo de la hondonada había un sobre un lecho de piedras relucientes. Aquí descansaron. Eran casi las tres de la tarde y estaban aún a pocas millas de las Puertas. El sol descendía ya hacia el oeste. Mientras Gimli y los dos hobbits más jóvenes encendían un fuego con ramas y hojas de abeto, traían agua, Aragorn y Eldar atendió a Sam y a Frodo. La herida de Sam no era profunda, pero tenía mal aspecto, Aragorn la examinó con aire grave al cabo de un rato alzó los ojos aliviado.
—¡Buena suerte, Sam! — sonrió Eldar luego de ver a su hermano.
—Muchos han recibido heridas peores como prenda por haber abatido al primer orco. La herida no está envenenada, como ocurre demasiado a menudo con las provocadas por estas armas. Cicatrizará bien, una vez que la hayamos atendido.
—Báñala cuando Gimli caliente un poco el agua.
—Están secas y han perdido algunas de sus virtudes— abrió un saquito y sacó unas hijas marchitas—, pero aún tengo aquí algunas de las hojas de athelas que junté cerca de la Cima de los Vientos. Machaca una en agua y lávate la herida, luego Eldar la vendará.
—Sigues, Frodo— lo llamó Eldar desviando la atención de su hermano.
—¡Yo estoy bien! Todo lo que necesito es comer y descansar un rato.
—¡No! — intervino Aragorn—. Tenemos que mirar y ver qué te han hecho el martillo y el yunque. Todavía me maravilla que estés vivo.
Le quitó a Frodo lentamente la vieja chaqueta y la túnica gastada, ahogó un grito y los ojos de Eldar se saltaron de sus cuencas debido a la sorpresa. Enseguida se rio. El corselete de plata relumbrada ante él como la luz sobre un mar ondulado. Lo sacó con cuidado y lo alzó y las gemas de la malla refulgieron como estrellas, el tintineo de los anillos era como el golpeteo de una lluvia en un estanque.
—¡Miren, amigos míos! — llamaron.
—¡He aquí una hermosa piel de hobbit que serviría para envolver a un pequeño príncipe elfo! —Eldar reía de la emoción—, si se supiera que los hobbits tienen pellejos de esta naturaleza, todos los cazadores de la Tierra Media ya estarían cabalgando hacia la Comarca.
—Y todas las flechas de todos los cazadores del mundo serían inútiles— dijo Gimli, observando boquiabierto la malla, el Medio Elfo sentía su vista nublarse de la emoción—. Es una cota de mithril. ¡Mithril! Nunca vi ni oí hablar de una malla tan hermosa. ¿Es acaso la misma de la que hablaba Gandalf? Entonces no la estimó en todo lo que vale. ¡Pero ha sido bien dada!
—Me pregunté a menudo qué hacían tú y Bilbo, tan juntos en ese cuartito— dijo Merry—. ¡Bendito sea el viejo hobbit! Lo quiero más que nunca. ¡Ojalá tengamos una oportunidad de contárselo!
En el costado derecho y en el pecho de Frodo había un moretón ennegrecido. Frodo había llevado bajo la malla una camisa de cuero blando, pero en un punto los anillos habían atravesado la camisa clavándose en la carne. El lado izquierdo de Frodo que había golpeado la pared estaba también lastimado y contuso. Mientras los otros preparaban la comida, Eldar bañó las heridas con agua donde habían macerado unas hojas de athelas. Una fragancia penetrante flotó en la hondonada, todos los que se inclinaban sobre el agua humeante se sintieron refrescados y fortalecidos. Frodo notó pronto que se le iba el dolor, que respiraba con mayor facilidad; aunque se sintió anquilosado y dolorido durante muchos días. Aragorn le sujetó al costado unas blandas almohadillas de tela.
—La malla es maravillosamente liviana— Eldar estaba orgulloso viendo la cota—. Póntela de nuevo, si de veras la soportas. Me alegra el corazón saber que llevas una cota semejante. No te la quites, ni siquiera para dormir, a no ser que la fortuna te conduzca a algún lugar donde no corras peligro durante un tiempo y eso no será muy frecuente mientras dure tu misión.