Capítulo Uno: Encuentro en el parque

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No acababa de acostumbrarse. Era la primera vez en toda su vida que llevaba tanta ropa de abrigo siendo verano. En aquella época del año en Baltimore siempre hacía un calor demencial y húmedo que te hacía sudar hasta en partes del cuerpo indecentes, pero allí en Londres corría una brisa proveniente del río Támesis que estaba erizando su vello corporal.

Ahora que comenzaba a caer el sol, Will Graham miraba el cielo nublado y se preguntaba si era el momento de volver a casa, pero sus perros parecían estar disfrutando demasiado de su paseo por el parque como para detener tan pronto la diversión. Zoe estaba fascinada con la cantidad de ardillas que había y parecía haberse propuesto ladrarles a todas, Max y Buster retozaban en la hierba peleándose amistosamente, Jack y Ellie decidían imitarlos a ratos, al final solo Winston estaba sentado a su lado bajo un árbol.

Will le acarició con cariño la cabeza mientras sonreía distraído, intentando hacerse a la idea de que su vida había cambiado radicalmente en unos pocos meses y lo de menos era que estuvieran lejos de América. La gruesa alianza de oro en su dedo anular titilaba con los potentes rayos de sol del atardecer, recordándole que ya no era solo él y sus perros. Aún temía haber tomado una mala decisión y no creía que esa sensación fuera a cambiar nunca.

Sumergido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que Zoe había desaparecido de su campo de visión hasta que escuchó sus ladridos a lo lejos junto con el llanto de un niño. Will sintió un tirón en el estómago, su instinto activado mientras se levantaba de golpe y salía corriendo para ver qué era lo que estaba ocurriendo.

Llegó jadeando hasta la zona de los columpios, donde la perra ladraba como si estuviera poseída a una bebé que no debía tener más de dos años, tirada en el suelo, chillando con las rodillas ensangrentadas.

—¡Zoe! —la regañó Will acercándose a la perra y agarrándola por detrás para tomarla distraída. No estaba seguro qué mezcla de razas pequeñas era, pero aquella perra a veces parecía endemoniada y eso que no era poco más grande que un chihuahua—. Tú y yo tendremos una conversación muy larga esta noche —le advirtió a la perra, antes de dejarla a un lado.

El animal se marchó, airado, junto con sus otros compañeros y Will se quedó un segundo congelado mirando a la pequeña. Muy lentamente, se agachó y cuando habló su voz sonó insegura y un poco temblorosa.

—Ey, hola, preciosa. Siento mucho que Zoe te haya asustado. ¿Puedo? —le preguntó Will mientras sacaba un pañuelo e intentaba acercarse a ella para limpiarle las heridas. Intentando tranquilizarla, soltó un poco de sus suaves feromonas para que lo percibiera como un inofensivo omega y dio mejor resultado del que espero. La niña alzó sus preciosos ojos verdes y asintió aún con lágrimas. Will le sonrió con sinceridad, deseando abrazarla, cuando escuchó las voces de otros niños detrás de sí.

—¡Bella está por aquí, mamá!

Will vio como dos niños de no más de trece años se acercaban corriendo hacia el lugar en donde él estaba. Vio como la pequeña movía su pequeña nariz como captando un aroma conocido, entonces dejó de llorar y haciendo una mueca de dolor se apartó de Will y se levantó, ella les sonrió a los pequeños que no dudaron en abrazarla con fuerza.

—Bella, ¿por qué te apartaste? Mamá te dijo que no lo hicieras —la regañó quien parecía ser el mayor de los niños.

La pequeña hizo un puchero y aguantó nuevamente sus ganas de llorar, sujetó con fuerza los bolados de su vestido y bajó la mirada avergonzada, a pesar de ser pequeña sabía que cometió un error al apartarse de sus hermanos y de la orden que su madre les había dado. Will se sentía un poco incomodo, nunca había estado rodeado de niños tan pequeño y no estaba seguro si debía intervenir. Pero en ese momento la voz de un adulto se dejó escuchar y respiró con tranquilidad.

Caminos cruzados (Hannigram/Johnlock/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora