Mycroft Holmes Lestrade, sin duda tenía todo lo que un hombre podía desear y mucho más de lo que un omega promedio solía aspirar. Tenía un importantísimo cargo dentro del Gobierno Británico, tan importante que era una pieza absolutamente indispensable en el país, trabajando siempre eficientemente en la sombra y por encima de muchos asquerosos alfas que habían pensado alguna vez que podían igualarlo o superarlo en inteligencia y templanza. A la vista estaba que los había derrotado a todos y más que eso. No había tenido que renunciar a su faceta de omega como siempre habían temido sus padres. Estaba felizmente casado, con un hombre maravilloso que respetaba su modo de ser y su trabajo, sin obligarlo a doblegarse, y habían tenido tres preciosos hijos, dos omegas y un pequeño alfa, que ahora tenía año y medio. No se quejaba por ello, por supuesto que como omega había querido tener hijos, pero como madre trabajadora, todo se le había venido cuesta arriba desde que había dado a luz a Ethan.
Cuando nacieron sus primogénitos, Gregory tomó un año sabático para poder hacerse cargo de ellos y que Mycroft volviera al trabajo cuando antes, sin disminuir el ritmo, y había funcionado bastante bien, pero al nacer Ethan su marido sólo había tenido de permiso los seis meses habituales y Mycroft estaba en un punto de su carrera en la que cada vez le exigían más. Consiguieron arreglárselas de algún modo. Ahora la señora Hudson cuidaba del bebé una parte importante del tiempo entre semana mientras sus padres trabajaban y sus hermanos estaban en el colegio.
A Mycroft no le gustaba, Ethan se había vuelto un bebé bastante despegado. A pesar de que estaba aún en edad de lactar como casi siempre se alimentaba desde los biberones ya no quería hacerlo de su pecho, pues suponía más trabajo sustraer la leche de él que de una tetina sintética, y aunque su padre siempre conseguía hacerlo reír Mycroft apenas podía arrancarle alguna mueca y su pequeño lo miraba como si realmente no entendiera quién era ni qué pretendía cuando le hablaba. Intentaba no darle importancia, pensando que era lógico y que la interacción con Ethan mejoraría cuando por lo menos tuviera la capacidad de hablar, pero tal experiencia le había dejado algo en claro: que no quería tener más hijos.
Tres para él era un número más que respetable y no quería complicar más su vida. Esa era la idea, pero el azar parecía querer reírse a costa de Mycroft Holmes. Cuando se hizo el chequeo trimestral de salud y el médico le informó que estaba embarazado de dos meses Mycroft primero se rió con incredulidad y después se enfureció y acudió a otros tres médicos más, que le confirmaron que era cierto.
Desde entonces había estado angustiado, pensando en que debía tomar una decisión en pocas semanas, pues sólo le permitirían abortar legalmente antes de que llegara la semana catorce de la gestación. Era demasiado en que pensar.
Su primera reacción era que lo tenía claro, quería librarse de aquello cuando antes, pero cuando ya había programado la cita empezó a tener pesadillas y la canceló en el último momento, alegando que debía pensarlo mejor. Cada vez que Gregory lo miraba, sentía como si un puñal se clavara en su corazón. Sabía que si le confesaba que estaba en estado le suplicaría de rodillas que tuviera al bebé y no quería tener que pasar por eso. Por ello sufría en silencio y lo evitaba a toda costa.
Era sábado en la tarde y Mycroft estaba trabajando desde casa mientras sus dos hijos mayores hacían sus respectivas tareas junto a él en la mesa del comedor, no era muy partidario de hacer algo así y los niños tenían su propio cuarto de tareas, pero ese día pensó que sería buena idea cambiar un poco de hábitos, había esperado que algunos de los dos hicieran preguntas, pero no sucedió, simplemente no necesitan ayuda. Mycroft siempre se sintió orgullo de sus hijos: era niños bien educados y sumamente inteligentes, cuando debían asistir a una reunión como familia todos siempre los alagaban por eso, pero ahora que los veía sentía que quizás John tenía razón, no se comportaban de acuerdo a su edad, ni siquiera se vestían como niños de apenas once años.
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Caminos cruzados (Hannigram/Johnlock/Omegaverse)
FanfictionMeses después de sobrevivir a la caída, Will y Hannibal deciden instalarse en Londres buscando tener finalmente una vida "normal" como una pareja de alfa y omega. A pesar de vivir juntos su relación no es la mejor y cada día parece deteriorarse much...