Capítulo Cinco: Lo que no se puede tener

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Hannibal no comprendía como Will podía salir a la calle con tantos perros y no sufrir algún tipo de accidente, al salir de casa el omega le entregó la corra de tres de ellos esperando que pudiera manejarlos, pero el trabajo no era tan sencillo, había que tirar de la corra cada vez que intentaban apresurar su paso, él jamás correría detrás de un perro, sería denigrante. Así que mantuvo su porte de autoridad y para sorpresa de Will no le costó mucho controlar a los perros.

—Los haces muy bien para ser la primera vez —le dijo Will.

—¿Debo tomar eso como un alago? —preguntó Hannibal mientras cruzaban la calle hacia el parque. Will se encogió de hombros.

—Supongo que sí. —Will le sonrió y Lecter no dudó en corresponderle.

Al llegar al parque soltaron la corra de los perros y dejaron que estos corrieran libremente, se quedaron en silencio, hacía mucho tiempo que ellos no salían juntos, no porque Hannibal no lo quisiera, siempre era Will quien se negaba, a veces Lecter se cuestionaba sus contantes rechazos, quizás tenía miedo de que alguien los reconociera, o tal vez era porque simplemente no quería pasar mucho tiempo a su lado.

—Londres tiene lugares bonitos. —comentó Hannibal, intentando romper un poco la tensión entre ellos—. La National Gallery tiene una colección exquisita.

—No la sabía apreciar, Ha... —Will se quedó callado al darse cuenta de que había estado a punto de llamarle por su nombre en público. Agachó la mirada y se rió para intentar quitarle hierro al asunto, mientras se rascaba la nuca—. Mads.

Hannibal sintió un nudo en el estómago. Nunca le había gustado vivir escondiendo quien era, como si hubiera algo realmente mal en él, pero menos le gustaba que Will tuviera que vivir de ese modo por su culpa. Aun así, sabía que sería incapaz de dejarlo ir.

—Elige tú el lugar —concedió Hannibal, sin atreverse a tocarlo. Sabía que debía darle espacio, pero no sabía cuánto tiempo podrían permanecer así. En la distancia, vislumbró una pareja acompañada de gran cantidad de niños, Hannibal frunció el ceño, extrañado.

—Dijiste que sólo tenían cuatro hijos, ¿no es cierto, mylimasis?

Will levantó la mirada cuando escuchó esas palabras, su mirada se llenó de sorpresa al ver a Sherlock junto a un hombre que supuso era su esposo, pero lo que más llamó su atención fueron los dos niños desconocidos que caminaban a su lado y el bebé que estaba en el cochecito que Sherlock empujaba.

—Sherlock nunca mencionó que tuviera otros hijos —comentó, entonces pensó en algo que el omega le comentó esa mañana—. Pero me dijo que tenía un hermano, quizás son sus hijos. —Miró a su esposo, cuando vio los ojos de Hannibal no estaba seguro como describir los sentimientos que se reflejaban en ellos. No tuvo mucho tiempo de pensar porque en ese momento los gritos se dejaron escuchar.

—¡Will! —la voz de los niños lo hicieron poner de pie y les sonrió a todos cuando llegaron hasta él.

—Hola, niños. ¿Cómo han estado? —preguntó con amabilidad.

—Muy bien, ¿podemos ir a jugar con los perros? —preguntó Ewan y Will asintió.

—Claro que sí. —En ese momento Hannibal se aclaró la garganta, nunca le gustaba sentirse ignorado, más por un montón de niños que ya comenzaban a resultarle molestos—. Niños, él es mi esposo, el doctor Mads Rasmussen —presentó Will y todos voltearon a verlo.

—¡Mi papá también es médico! —gritó Alec—. ¿Van a trabajar juntos? —preguntó con una sonrisa. Entonces a Hannibal ya no le parecieron tan terribles. Hannibal sonrió muy levemente, alzando las comisuras de sus prominentes labios sin llegar a mostrar los labios.

Caminos cruzados (Hannigram/Johnlock/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora